viernes, noviembre 22

DARIO FO. EL IRREVERENTE

El actor y dramaturgo Dario Fo, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1997,  fallecido el 13 de octubre  pasado en Milán a los 90 años, fue objeto, en mayo de 1984, de una serie de atentados de grupos católicos fundamentalistas que finalmente no causaron víctimas, mientras presentaba su espectáculo «Mistero buffo» en el entonces Teatro Municipal General San Martín de Buenos Aires.
La actuación del artista, dueño de una presencia escénica y recursos expresivos notables, que había llegado junto a su esposa Franca Rame en aquellos días de primavera democrática, había encendido la luz roja de algunos sectores del conservadurismo más rancio, al punto de que un matutino editorializó sobre lo inoportuno de sus espectáculos, a los que llamaba «teatro sacrílego» y de paso calificaba a la política cultural de entonces como «bastante osada y errónea».
Lo que encontraron los espectadores durante la función de estreno fue a un histrión mayor que parecía agigantarse sobre el escenario y que había hurgado en el trabajo del juglar italiano de la Edad Media y el Renacimiento y utilizaba sus armas a través de un idioma inventado llamado «grammelot», que permitía que a través de sonidos guturales, expresiones ininteligibles y bufidos -a veces de abierta procacidad- fuera comprendido en los distintos reinos, cuyos idiomas diferían a pesar de las cortas distancias.
A poco de comenzar la función, un joven no identificado se levantó de su butaca y señalándolo con el dedo le gritó: «¡Usted es un irreverente! ¡Un irreverente!», antes de correr hacia la salida, visiblemente alterado, frente a la sorpresa del actor y los espectadores, y así el espectáculo -jocundo, artísticamente explosivo, inolvidable- volvió a su cauce, aunque a los pocos minutos una granada de gases lacrimógenos explotó debajo de un asiento de la platea y ya no se pudo seguir, con el saldo de una menor tuvo que ser atendida por médicos y el éxodo de los espectadores fue inevitable.
En una improvisada conferencia de prensa en una de las escaleras del foyer del San Martín y con un traductor voluntario, Fo señaló a los atacantes como «cavernarios» y dijo que «no entienden nada, nunca entenderán nada; lo que yo hago aquí ya fue hecho en templos católicos y nadie lo consideró irreverente, aunque sí molesta a los que especulan con la religión para impedir todo progreso social», en tanto la policía debió actuar, aunque sin detener a nadie, contra grupos que en la calle seguían gritando contra el artista y haciendo añicos a cascotazo limpio los vidrios del frente del teatro.
Mucha expectativa desató al día siguiente el debut de su esposa Franca Rame con su unipersonal «Tutta casa, letto e chiesa», escrita y dirigida por ambos, donde había dardos fortísimos y con gran sarcasmo sobre la vida tradicional de de la mujer italiana, sometida en esos frentes -las tareas domésticas, la atención del marido y la institución religiosa-, una obra que luego fue tomada como manifiesto por los sectores feministas, ya que entre otros temas figuraba el de la violación que ella misma había sufrido a manos de un grupo neofascista, pero esa noche no hubo ataques.
Es que tanto Fo como Rame -fallecida en 2013- no eran una pareja cómoda para el establishment peninsular, ya que detrás del «clown» que ambos encarnaban había una militancia libertaria que no podían ocultar, como delatan obras como «Un orgasmo adulto» -aquí retitulado «Un orgasmo adulto se escapó del zoológico»-, «Pareja abierta», «Una mujer sola» o «Tengamos el sexo en paz».
Ya transformado en un mito escénico argentino -como lo eran entonces Marcel Marceau o Vittorio Gassman-, Fo fue descubierto como dramaturgo a partir de «Muerte accidental de un anarquista», dirigida por Alfredo Zemma en 1984 en el teatro Bambalinas, una obra que consagró al protagonista Patricio Contreras y lo ubicó en el lugar de preponderancia que luego tuvo.
Esa obra fue representada por muchos elencos y el propio Zemma la tuvo como caballito de batalla, ya a cargo del papel principal, y fue seguida por «Aquí nadie paga», «Todas tenemos la misma historia», «Otras nosotras», «Féminas» y varias más, algunas en sus versiones registradas y otras vagamente ensambladas sobre textos de Fo y de Rame, con la intención de convocar a esos espíritus.

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