por Marina Sepúlveda
El vacío inunda calles y puentes, estaciones de tren, de subte y despuebla las aglomeraciones humanas en las imágenes que reparten profusas perspectivas y recorren «Incertidumbres urbanas», la muestra que el pintor de conflictos sociales y grandes multitudes, Daniel Corvino, presenta por estos días en la Galería Rubbers, donde expone un conjunto de obras que testimonian una cuarentena quieta, solitaria, en blanco y negro.
Con más de 40 años de trayectoria, durante la pandemia Daniel Corvino (1950) vació sus lienzos de personas y describió lo ineludible, ya no desde su taller de Barracas, sino desde su hogar y acotado a los materiales al alcance de su mano.
Artista plástico, el arte entró en su vida desde la música (guitarra y canto), y por casualidad, tras ver un documental de la vida de Vincent Van Gogh en 1977 a sus 27 años: «Tuve una epifanía y a pesar de no saber nada del arte de la plástica quise ser pintor. No escogí el arte. Creo que el arte me escogió a mí. No vivo de la pintura, sino, vivo para la pintura», afirma.
Formado con los artistas de La Boca Santiago Mirabella y Luis Mastro, Marino Santamaría -que le dedica un texto curatorial en la muestra- y Luis Felipe «Yuyo» Noé, también estudió grabado con Alicia Diaz Rinaldi y Leonardo Gotleyb, además de nuevas tecnologías con Norberto Griffa. Todos estos aprendizajes e influencias se vuelcan en su obra.
«Todos mis maestros han dejado algo especial en mi formación. Mirabella me enseñó a vivir para el arte, Mastro el gusto por el color y la materia, con Santamaría aprendí toda la técnica y con «Yuyo» Noé aprendía desaprender», explica. Y agrega, «con Diaz Rinaldi y Gotleyb descubrí el dibujo, y Griffa me impulsó a las nuevas tecnologías».
La filosofía también es parte de la vida de Corvino, quien hace muchos años se dedica a su lectura influenciado por Noé, «no para ser filósofo sino para tener un pensamiento contemporáneo (propio), para aplicarlo al arte», indica. Y entre los nombres desliza los de Cornelius Castoriadis, Herbert Marcuse, Paul Virilio, hasta el alemán Martin Heddeigger, «y sobre todo, el que más me ha influido, ha sido Friedrich Nietzsche», específica sobre el filósofo y escritor.
Sin una rutina constante, define su obra como «reflejo de los sucesos que van marcando los cambios en nuestro hábitat urbano como lo fueron las manifestaciones y la llegada de los cartoneros a la ciudad», a la vez que afirma ser «un observador de la realidad» que cuando encuentra algo que lo atrae lo plasma en su taller.
Por estos días, Corvino inauguró «Encuentro urbano» dentro el proyecto «Una obra de un artista» del barrio del Abasto (Sánchez de Bustamante 599) de la Ciudad de Buenos Aires, una gran vidriera que homenajea a distintos artistas y que está disponible las 24 horas del día.
La exposición que le dedica la galería Rubbers Internacional da cuenta de esos días de pandemia, y como aparente contradicción, este segundo capítulo de «Incertidumbres urbanas» deja de representar los conflictos sociales que lo ocupan desde 1997 como temática de sus lienzos, entre los que se instalan imágenes de la crisis del 2001 piqueteros, cartoneros y las manifestaciones populares.
«La muestra en blanco y negro es para remarcar estos dos años de padecimiento que hemos sufrido», señala sobre la exposición. Son una 30 obras en blanco y negro las que se exhiben en la galería a dos años de la muestra anterior, que enfoca como contrapunto una ciudad fantasma, despoblada, plagada de ausencias, y materializada a inicios de la pandemia.
«En marzo del 2020 inauguré en la galería Rubbers la muestra ‘Incertidumbre Urbana’. No había pensado que ese título iba a ser tan significativo para nuestra vida, cuando a los pocos días llegó la pandemia y terminó con ella, pues tuvimos que aislarnos meses enteros en nuestros hogares», describe el artista, a la vez que indica: «Al estar aislado comencé a dibujar los no lugares que están atestados de personas y ahora aparecían desiertos: estaciones de tren, subtes, ómnibus, aeropuertos y las calles como síntesis de una ciudad fantasma».
Observador atento de la realidad y atraído por el vacío en las calles durante 2020, su interés por lo social, según relata comenzó con la música: «siempre me gustó el folklore, y con sus intérpretes forjé mi mundo. Recuerdo que a los cinco años escuché a Atahualpa Yupanqui cantar ‘El arriero»‘, que decía ‘Las penas son de nosotros, las vaquitas son ajenas’, y ese fue el hito que forjó mi sentido social», esgrime.
«El mundo que conocíamos hace dos años cambió y ya no volverá a ser el mismo. La pérdida que sufrimos hace que la palabra ?Incertidumbre´ siga siendo significativa y a la pandemia que aún no terminó se le suma una guerra que tiene en vilo al planeta», reflexiona Corvino.
¿Se puede salir de la incertidumbre que da título a su muestra por segunda vez? «Me pregunto si alguna vez aprenderá la humanidad a vivir sin codicia, sin egoísmos, sin rencores, sin guerras fratricidas. Es una difícil tarea a realizar, pero, como dice la sabiduría popular, ´mientras hay vida hay esperanza´», afirma el artista.
Usuario de las redes sociales como Instagram(@daniel.corvino), tiene varias publicaciones con el título de «Carlitos Arroyo, quiere decir algo», uno de sus personajes y suerte de alter ego que llama a poner en duda la realidad y «crear nuestro propio pensamiento, difícil tarea, pero no imposible».
«Con Carlitos Arroyo cartonero gané el Premio del Salón Manuel Belgrano. Arroyo por ser menos que laguna. También tengo mi figura femenina con las mismas iniciales que Ramona Montiel, Rogelia Morales. Carlitos Arroyo quiere ser la voz de la gente común y tiene mucho que decir», explica en pocas palabras.
Hace exactamente un año «Arroyo» escribía: «Soy cartonero, vivo en el sur del conurbano bonaerense, en un barrio carenciado, me gustaría expresarles pensamientos y sensaciones que vivimos los que menos tenemos, porque los medios de comunicación y alguna dirigencia gremial, política y empresarial parecieran que viven una realidad paralela. Iré escribiendo semanalmente mis sentimientos e ideas para compartirlas con Uds.»
A finales del año pasado presentó dibujos y pinturas una muestra de 18 obras -entre dibujos realizados durante la pandemia y pinturas de gran formato- con la temática social como centro en la muestra individual «Expectativa urbana», en el Ministerio de Economía.
Sus obras se encuentran en colecciones privadas y museos locales e internacionales de distintos países como el Pérez Art Museum de Miami; y expuso en espacios como el Centro Cultural Recoleta, Palais de Glace y el Museo Quinquela Martín entre otros, y participa desde 1984 en salones nacionales y provinciales, recibiendo el premio del Salón Nacional en pintura (2016), grabado (2013) y dibujo (2017) y la mención del Salón Manuel Belgrano, entre otros galardones.
También es realizador del documental «Noé íntimo» presentado en la muestra «Noé mirada prospectiva» en el Museo Nacional de Bellas Artes de 2017, y «Kurata Sensei- 50 años de Aikido en Argentina» (2020) exhibido en cines; y en 2018 presentó su Libro de artista, en el MNBA. Y como nuevo proyecto audiovisual uno de cartoneros que se llamará «Reciclantes».
«El camino de las nuevas tecnologías me ha llevado a realizar documentales. Es mi manera de comunicar realidades que no son apreciadas en la cotidianeidad», concluye.
La muestra libre y gratuita se puede visitar en la Galería Rubbers Internacional (Av. Alvear 1640, Ciudad de Buenos Aires), de lunes a viernes de 14 a 18, hasta el 10 de junio.