sábado, noviembre 23

IMÁGENES DE LA AUSENCIA

«Imágenes de la ausencia», un libro de fotografías de Eduardo Gil, tomadas el 21 de septiembre de 1983 durante la Tercera Marcha de la Resistencia convocada por las Madres de Plaza de Mayo, que fue conocida como el «Siluetazo», resignifica desde el presente una acción colectiva -política y estética- que dio encarnadura al reclamo por los desaparecidos.
«Las siluetas de nuestros hijos en el espacio público significaron dar presencia a esta generación que el terrorismo de Estado intentó borrar. Incómodas, invitaron a la reflexión y a mantener viva la memoria», escribe Estela B. De Carlotto en el prólogo sobre esta experiencia nacida de una iniciativa de tres artistas plásticos -Rodolfo Aguerreberry, Julio Flores y Guillermo Kesel- de producir siluetas de papel o de cartón a escala natural, pintarlos y pegarlos sobre edificios, muros o árboles.
Una acción que fue replicada espontáneamente por miles de asistentes a la marcha: «Arte callejero, intervención urbana, mural político, como se las vea, las siluetas se transformaron en huecos, en líneas de fuga en medio del silencio impuesto por el régimen cívico -militar. Trascendieron, por su impacto, el momento y el lugar en el que fueron realizadas. Hasta llegar, décadas más tarde, a estas páginas», explicita Carlotto.
Publicado por la Editorial de la Universidad Nacional de Tres de Febrero, el volumen incluye también dos textos: «El partícipe, el testigo, el artista» de Ana Longoni y «Eduardo Gil. Derroteros de una búsqueda ética y estética», de Florencia Battiti. Ambos ponen en valor e iluminan el sentido de estas imágenes que hoy forman parte de la memoria de esos años de plomo.
También, el fotógrafo incorpora, para contextualizar el Siluetazo, imágenes de la 2da Marcha de la resistencia (9 y 10 de diciembre de 1982), de otra marcha durante la entrega de un petitorio (15 de abril de 1983) y una instalación de 1997, «Ojos».
«Con el Siluetazo paso algo muy interesante porque lo fotografié pero desde un lugar de participación en la marcha, en ese entonces estaba bastante cerca de mis inicios con la cámara», rememora Gil en diálogo con Télam.
Y continúa: «Yo estaba en una búsqueda estética bressoniana y a la espera del instante preciso tal como se ve en ‘Siluetas y canas’ considerada la foto más emblemática que muestra a dos policías en espejo con las palabra poder repitiéndose en el fondo de las siluetas dibujadas sobre el papel. Apenas los vi, hago dos disparos con la cámara, los tipos me vieron y se esfumaron».
Salvo esa foto y otra que se llama «Siluetas en la curia», «el resto del trabajo nunca lo habí­a vuelto a mirar y estuvo guardado más de 20 años en mi archivo, porque no lo consideraba obra, era un registro documental como tantos otros», subraya.
En el 2007 cuando Ana Longoni está preparando la publicación de «El Siluetazo» le pregunta a Gil si tenía fotos de esa marcha para ilustrar el texto y no puede creer lo que ve. «‘No sabés lo que tenés acá’, exclamó y las puso en su libro».
«Lo viví­ como una experiencia muy fuerte, fue tan potente lo que ocurrió allí que de alguna manera está presente en toda mi obra. Primero porque con la marcha la gente se apropió de la Plaza de Mayo -con toda la carga simbólica que tiene- todavía en dictadura. Y después la propuesta de los artistas plásticos fue superada por la respuesta inmediata de los manifestantes», recuerda el fotógrafo.
«La gente hizo suya la protesta y fue una manera de poner el cuerpo en ausencia de los que ya no estaban, algo imparable -evoca-. Uno de los actos estético-político más importantes que se hicieron en Latinoamérica».
Gil menciona que Julio Flores, a quien cada tanto le piden si le quedó alguna silueta para exponer, «dice que lo importante no son las siluetas en sí, sino todo lo que se generó de manera espontánea en ese momento y como lo trascendió en el tiempo».
La exposición que se inauguró en el Parque de la Memoria de Buenos Aires en mayo de 2013, titulada «El Siluetazo desde la mirada de Eduardo Gil», permitió ver en gran formato casi todas las fotos reunidas en este libro.
«Cuando lo vi a Julio fotografíar las fotos de esa marcha y veía la imagen de los chicos de las escuelas que las comentaban … ahí entendí, fue como una revelación. Me di cuenta de la importancia de mantener viva la memoria», remarca sobre el efecto multiplicador de su trabajo, también expuesto a fines del año pasado en la Universidad de Tres de Febrero.
Eduardo Gil expone su obra en la Argentina, Australia, Austria, Bélgica, Brasil, Chile, España, Estados Unidos, Holanda, Italia y México.
Integra colecciones institucionales tales como el Malba (Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires), el MAMBA (Museo de Arte Moderno de Buenos Aires), el Museo Castagnino + MACRO de Rosario; el Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro (Brasil; el Museo de Bellas Artes de Caracas (Venezuela), la Casa de las Américas (Cuba)el Museo de Fine Arts de Houston y el Museo Brooklyn de Nueva York. (Estados Unidos).

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