Conceptos tan antagónicos como la fugacidad en contrapartida a la ralentización del tiempo, lo luminoso frente a la oscuridad, y la reflexión sobre ese imperceptible intersticio que el ojo humano nunca llega a capturar, sobrevuelan y se combinan en las obras del colectivo artístico Provisorio Permanente que acaba de inaugurar una muestra en la galería Ruth Benzacar y presentará una performance el próximo lunes en la Casa Nacional del Bicentenario.
Desde mirar por una suerte de periscopio, «una obra trampa», definen los artistas, porque en realidad está registrando el iris del ojo del que mira y lo refleja en una pantalla, hasta adentrarse por completo en una suerte de bóveda circular de metal y cerrar la puerta, en honor al título de la exposición “Mirar la obscuridad”, no apta para claustrofóbicos, las obras buscan interpelar al espectador.
La interacción con cada una de las obras -que fusionan diversos soportes- determinan el tácito recorrido planteado a lo largo de la sala, etapas que van demandando una mayor participación a medida que uno se adentra por esta maquinaria de inventiva, que también podría pensarse como una afilada disección de la mirada, de la observación.
Un flash que se dispara ofrece un retrato efímero, el parpadeo de un tubo de luz fluorescente, ralentizado en su ritmo, busca dejar en evidencia ese punto ciego que el ojo no logra capturar en la cotidianeidad, o si miramos por un telescopio -gracias a un sistema de espejos- visualizaremos nuestra propia nuca.
Provenientes de distintas disciplinas como las artes plásticas, el teatro, el cine y la animación, los integrantes de Provisorio -nacidos en los años 70- son Victoriano Alonso, Hernán Soriano, Pedro Weiner y Eduardo Basualdo, a quienes se sumó la reciente incorporación del brasileño Artur Lescher, quien reside en San Pablo y «funciona más como satélite».
«Hay una referencia al misterio, al intersticio, esa grieta de la realidad que no llegamos a capturar. Y en definitiva -ésta es mi opinión- creo que el gran tema de muchas de estas obras es la muerte. Con la fotografía está generando un recuerdo y estás matando a alguien. O la cámara que te filma con delay, y te ves desde afuera, eso es la muerte. Pero eso no se sabe nunca porque no lo hablamos», dice Soriano, en una entrevista con Télam, combinando una cuota de seriedad y una de humor, que pareciera ser la gran característica del grupo.
«Siempre volvemos a elementos y temáticas que ya estaban presentes en ‘La casa del coleccionista’, asegura por su parte Weiner, en alusión a la primera obra que los consolidó como equipo, y con la que no sólo lograron llamar la atención del mundillo artístico sino que además los mostró como un expertos en la puesta en escena, allá por el año 2004.
Se trataba de una performance urbana que se desplegaba por las calles de Villa Crespo y dentro de una vivienda. La invitación circulaba por mail y los asistentes eran citados en una esquina donde aparecía un tipo que les explicaba que debían seguir a un conejo y se iba.
Entonces -el día elegido era los domingos, tipo 7 de la tarde, aparecía alguien vestido de conejo y los guiaba hacia la dirección exacta de la casa donde comenzaba a desplegarse la magia o el horror, entre el extrañamiento y lo tenebroso.
“La casa del coleccionista” se llamaba la obra, una suerte de ‘hombre de la bolsa’, un coleccionista de basura, de objetos de la calle. «Eso éramos los artistas en ese momento: chatarreros», dice Soriano.
Una vez dentro de la casa, el público atravesaba diversas situaciones extrañas, hasta que de repente se escuchaba la voz del ‘bolsa’ que había regresado y los echaba a todos a los gritos, pero nunca se lo veía. «La puerta se cerraba y listo, sin aplausos, nosotros nunca aparecíamos. Algunos no entendían si había concluido o no. Así como eran inducidos a entrar a esa casa eran escupidos hacia afuera», relatan los jóvenes.
En paralelo a la muestra en Ruth Benzacar, Provisorio Permanente participa de la Bienal de Performance, y presentará desde el lunes próximo en la Casa Nacional del Bicentenario, la obra ”Des lúcidos”, un servicio de retratos fotográficos analógicos en blanco y negro.
Quienes participen en la obra deberán tomarse una foto, pasar al cuarto oscuro para observar el revelado en una atmósfera de completa intimidad y recibir su retrato impreso, cuya imagen se desvanecerá delante de su mirada justo antes de abandonar la habitación.
«En nuestro proceso de trabajo siempre hay algo de capturar personas. En general, nos queda el archivo de las personas que pasaron por la obra. Ambas muestras se relacionan mucho en esto de la experiencia personal, de la imagen efímera y de la identidad», desgrana Weiner.
– ¿Cómo es la dinámica de trabajo entre tantos integrantes?
-Soriano: Es una caos, nos matamos en chiste. Pero nunca de verdad. Por ahí, alguna vez.. cada cinco años.
– Weiner: Lo que nos salva es la ‘puteoterapia’..
– S: Es un ejercicio donde vos puteas al otro y el otro te putea pero no es nada personal. Es en joda y nos descargamos
– W: Por ejemplo, «pasame esa pinza hijo de puta», «Sí, pelotudo, tomá».
– S: nosotros originalmente nos conformamos como dos dúos, uno de foto (Victoriano y Pedro) y otro de arte (Eduardo y yo) y ahora Artur pero todavía está un poco afuera. Por ejemplo, no hace ‘puteoterapia’ con nosotros. Más allá de eso, yo creo que esta muestra es la consolidación de la pata fotográfica. Yo lo siento así, ahora me siento más un soldado de ellos. Se ve la cabeza de ellos, y es una cabeza extraña- dice riéndose-, menos concreta, más volátil. Si les preguntás algo responden ‘Puede ser’…Nosotros somos más concretos y ellos más volátiles. ¿Puede ser eso? (mira a Weiner).
– W: Puede ser..
– ¿Qué cuota de anarquía existe en el grupo?
– Alonso: No sé si es muy anárquico, nunca lo pensé así. Sí creo que es acéfalo. Va en esa línea, se hace solo. «Se hace solo», es otra de nuestras frases preferidas. Se va haciendo.
– S: Como somos un colectivo, no hay jerarquías, somos todos jefes, somos todos soldados. Ninguno baja línea, es una negociación constante. Es re difícil trabajar en grupo porque la democracia es casi stalinista. Si a alguno no lo convencés, te lo tira abajo y comenzás de cero otra vez. La seducción se juega fuerte, pero a veces no podés seducir al otro.
La muestra «Mirar la obscuridad» en la galería Ruth Benzacar permanecerá hasta el 3 de julio, de lunes a viernes de 14 a 19 en Ramírez de Velasco 1287, y la performance en Casa Nacional del Bicentenario -curada por Liliana Piñeiro- será del 25 al 31 de mayo de 17 a 21, en Riobamba 985 (ingreso por orden de llegada, una persona cada 10 minutos), ambas actividades con entrada gratuita.