viernes, noviembre 22

RAÚL GUSTAVO AGUIRRE Y LA ESCRITURA

por Jorge Boccanera
La edición de la ‘Obra Poética’ de Raúl Gustavo Aguirre, un autor dedicado casi exclusivamente a desentrañar las «señales de vida» de la escritura, haciendo de la metapoesía un camino para reflexionar sobre los textos a través de presunciones y certezas, hace justicia a quien además abrió puertas a numerosos escritores en su revista Poesía Buenos Aires, entre 1950 y 1960.
Publicada por Ediciones del Dock, esta voluminosa obra resume casi la totalidad de la poesía de Aguirre (1927-1983), traductor, crítico, antologador y un animador cultural que dinamizó el ámbito local difundiendo autores en su momento poco conocidos como René Char, Georges Henein, Alfonso Cortés o René Menard, entre muchos.
Esta compilación incluye desde su inicial «El Tiempo de la rosa» (1945), hasta títulos posteriores con tonos vanguardistas, entre ellos «Cuerpo del horizonte», «Redes y violencias», «Señales de vida», muchos de ellos dedicados al aforismo y póstumos como «Asteroides».
Un texto del poeta Rafael Oteriño relata su amistad con Aguirre y cierra la Obra Poética agregando conceptos sobre ese «maestro», que enseñaba a «fundir la vida en la poesía». Por su parte la poeta María Malusardi, a cargo del prólogo se refirió a la obra.
– ¿Cuáles son los ejes principales en la poesía de Aguirre?
– La poesía y el poema. Se me ocurre que la obra entera de Aguirre es un arte poética. Comienzo el prólogo con una cita suya, tomada del libro «Las poéticas del siglo XX»: «En cada poema hay una poética y en cada poética una visión del mundo». Todo poeta verdadero no hace más que construir un arte poética a lo largo de su obra. La poesía como una totalidad, un modo de estar en el mundo, entenderlo, habitarlo, ser en los otros, recibir, dar, amar, soñar.
Es un modo de mirar invasivo y a la vez selectivo. La percepción poética es transgresora y subversiva. Sin embargo hay una filigrana ineludible: la del lenguaje. Creo que en este punto Aguirre deriva del más puro romanticismo, donde idea, poesía y vida se abrazan.
–  Por momentos parece asumir concepciones aparentemente contrarias, las transformadoras de la vanguardia y lo sagrado.
–  No veo a las propuestas de vanguardia contrarias con la idea de lo sagrado. Aguirre arrastra, evidentemente, la idea de lo sagrado que tenían los griegos y que hoy nos remite al mito. Pienso en Hölderlin y en Rilke; y aquí en Olga Orozco y Jacobo Fijman. Sagrado en el mismo sentido en que estos poetas trabajan lo sagrado en sus obras. Lo que vibra detrás -debajo- del lenguaje -y de la existencia- y no alcanzamos ni a comprender ni a descifrar, sin embargo el poema.
–  La obra aforística abarca más de la mitad de su producción, ¿cómo ves la amplia dedicación de Aguirre a esta forma concisa?
– En el aforismo se cifra, en su caso la posibilidad de unir lenguajes supuestamente opuestos: filosofía y poesía. De aquí mi interés por el Romanticismo alemán, donde poesía y filosofía vuelven a abrazarse, a vibrar en sintonía. Aguirre aspiraba al pensamiento desde un lugar opuesto al que propone la filosofía. Y rescata la obra de Heráclito como la confluencia de ambos lenguajes.
–  No hay dudas del lugar primordial que ocupó Poesía Buenos Aires…
–  Es así, porque ofrece un material de lectura formativo, espeso, vigorizante, redentor. Más que una revista es un gran libro.
–  Hablá de su opción por el enigma antes que la certidumbre; además en sus ensayos rechazaba las dicotomías simplificadoras
–  La revista Poesía Buenos Aires brindaba una diversidad de estéticas que revelaba una gran apertura. Aunque sí se vislumbra cierta ortodoxia cuando desde el movimiento se exigía que los poetas integrantes no debían participar ni publicar en medios masivos ni presentarse a concursos, nada que pudiera manchar la pureza y la integridad que sólo se alcanzan manteniéndose en los márgenes, justamente por estar alejados de las zonas hegemónicas, corruptibles, turbias.
–  La obra de Aguirre parece a veces atravesada por un gesto de extranjería, desencanto, el poeta ubicado siempre en un no lugar.
–  No siento a Aguirre como espectador, sino como alguien que está atravesado por la vida de tal forma que necesita distancia para reflexionar con sobriedad y lucidez. La sobriedad poética de Aguirre es parte de su estética, es una cualidad que podrá gustar o no, pero es una decisión estética. Al menos esta es mi lectura de su obra.
–  Es un autor que trabaja muy bien la lucha de opuestos; por ejemplo cuando señala: «vive para inventar la razón de su ausencia» o «soy todavía un sinfín de imposibles enredado en un sinfín de posibilidades».
–  Sí, claro. No hay poesía sin paradoja. Ya lo dijo Pessoa: «El poeta es un fingidor / finge tan completamente / que hasta finge que es dolor /, el dolor que en verdad siente.» Justamente porque la poesía nos corre de lo esperado: debe ser esa mancha en la tela, como decía Bandeira, que desespere al lector satisfecho de sí. Y la paradoja nos deja en ese estado de incomodidad e incertidumbre.
–  Aguirre nunca deja de reflexionar en sus notas y libros sobre distintos aspectos de la poesía, ¿qué opinás del Aguirre ensayista?
–  Veo la obra de Aguirre como totalidad. Creo que su ser ensayista está en sus traducciones, en su mirada de editor y en sus ensayos concretos. Y a veces hasta en sus poemas. Ahora mismo trabajo en la edición de sus ensayos, material muy abundante y promisorio.
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EL TRIUNFO DE LAS LETRAS

Estás cansado y no ves bien
algunos te esperaban y no llegaste a tiempo
algunos te esperaban
abrirían sin miedo la puerta
abrirían sin miedo su corazón
y tú también pero eres torpe
pierdes las señas que te dijeron
pierdes el regalo en el viaje
y terminas llorando en un bar.

Adiós
la intensidad te excede
la altura te da miedo
el sol te aplasta si te encuentra
tal vez tienes razones para huir
para estar aterrado.
Te pegaron mucho
de grande

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