viernes, noviembre 22

A 50 AÑOS DE LA MENESUNDA

«La Menesunda», obra icónica de la artista Marta Minujín que se montó por primera vez en mayo de 1965 en el Instituto Di Tella, un laberinto de once ambientes que provocaban aromas, sensaciones y experiencias sensoriales de todo tipo en el espectador, se podrá revivir a partir del próximo 8 de octubre en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires.
En una de las salas del museo de avenida San Juan 350 se lleva a cabo por estos días la reconstrucción fiel de aquella emblemática obra que se desplegará dentro de un espacio de 400 metros cuadrados en el primer piso del edificio, donde permanecerá durante cinco meses.
Luces de neón, cables, pedazos de acrílicos y paneles, entre otros elementos, darán vida a una obra que fue un hito en la historia del arte argentino y ahora se exhibirá durante cinco meses en el Museo de Arte Moderno para luego itinerar por el país. Incluso, el Museo de Arte Moderno (MOMA) de Nueva York tiene interés en cobijarlo en una de sus salas.
La por entonces inusual obra –que que representó una ruptura respecto a los lenguajes visuales de la época y ahora se presentará con el título «La Menesunda según Marta Minujin»- fue ideada por la artista pop y Rubén Santantonin (1919– 1969), y contó con la colaboración de los artistas Floreal Amor, David Lamelas, Leopoldo Maler, Rodlfo Prayón y Pablo Suárez.
La intención de La Menesunda era provocar al espectador y sacarlo de la calma de su cotidianeidad. Al igual que en la versión anterior, el visitante se encontrará en una habitación con televisores que lo reflejen, luego, luces de neón –que hacen alusión a la calle Florida, por donde se ingresaba al Di Tella-, y una pareja reposando en ropa interior, en una cama, una de las mayores polémicas de aquel entonces.
En otra habitación, el visitante se encontrará con una maquilladora profesional y una masajista que ofrecerán sus servicios, una sala recubierta de «intestinos» inmensos, una heladera con temperaturas bajo cero, un ambiente con paredes de espejos y olor a fritura, y ventiladores que hacen volar papel picado.
El jefe de Diseño y Producción de Exhibiciones del museo, Iván Rosler, y Sofía Dourron, del área de Curaduría, contaron a Télam algunos de los detalles de lo que significa 50 años más tarde montar esta reconstrucción histórica, de la que no se tienen demasiados registros ni fotográficos ni fílmicos y que cuenta con el testimonio sólo de uno de sus mentores.
«El criterio principal es respetar la materialidad de la obra original y tratar de ser lo más fiel posible a lo expuesto en el 65, no solo en materiales sino también en las relaciones que se establecen entre el espectador y la experiencia», asegura Dourron.
¿Cuáles fueron los mayores impedimentos? «Muchos, desde el hecho de no tener plano de la obra original, sólo tenemos un registro muy acotado: escasas fotos y tres films que miramos a cada rato y pausando escena por escena y no mucho más. Otro de los desafíos fue replicar los materiales originales de la época que hoy no se consiguen», enumera Rosler.
Por ejemplo, las maquilladoras del 65 utilizaban productos de Miss Ylang que como ya no existen se mandaron a fabricar o, en otra de las salas, se volverá a recrear el olor a frito que antiguamente se realizaba con una sartén con aceite caliente, pero para lograr ese efecto ahora el museo trabaja con un laboratorio químico que produce esa esencia, siguiendo las normas de seguridad que imponen estos tiempos.
«Otro de los desafíos fueron los televisores -en la exposición hay un cuarto con pantallas en las que el visitante era filmado y en otros se proyectaban noticieros de la época en blanco y negro- que ahora no se consiguen, así que tuvimos que hacer un ensamble con otros de los ’70 u ’80 para respetar la curvatura de los tubos, además de conseguir las imágenes que nos prestó el Archivo General de la Nación», agrega Dourron.
«Es una obra que apela a todos los sentidos porque hay ambientes que tienen olores, sonidos, música y estímulos visuales. La gente se va a encontrar con la misma experiencia de hace 50 años pero a la vez van a ser distintas las percepciones», asegura Dourron.
«En su momento la gente se asombró pero ahora se van a asombrar de lo vanguardista que fue: va a ser un doble asombro, y a la vez se van a divertir- sostiene Minujín-, y van a ver que es un arte que propone una alegría en la ciudad. Imaginábamos un vivir el arte totalmente desencadenante de sensaciones y de vivencias. Un mundo tan fantástico como real. Creo que la reconstrucción va a ser un gol».
«La Menesunda según Marta Minujín» se podrá visitar en avenida San Juan 350, de martes a viernes de 11 a 19 y sábados, domingos y feriados de 11 a 20. Entrada general: $20. Martes gratis.

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