por Mercedes Ezquiaga
La escena artística de Buenos Aires hace gala de su crecimiento y perseverancia en un 2016 plagado de aniversarios redondos, en el que se festejan los quince años del Malba, dos décadas de la creación de Fundación Proa, un cuarto de siglo para la feria arteBA, 60 años del nacimiento del Museo de Arte Moderno y exactamente el doble (120) del Museo Nacional de Bellas Artes.
“Creo que es interesante situar al Malba precisamente hace quince años en la escenografía del arte latinoamericano porque fue un precursor, a partir de entonces hubo una revalorización del arte latinoamericano en el contexto internacional, y no me refiero a nivel monetario, sino a su peso artístico”, dice Eduardo Costantini, fundador del museo que posee una colección de 500 piezas.
“Cuando el Malba abrió, el 21 de septiembre de 2001, comenzó a trabajar junto con el Museo de Bellas Artes de Houston y a partir de allí hizo punta. Distintas instituciones del mundo retomaron el arte latinoamericano”, señala el empresario y enumera el Moma de Nueva York, que incorporó un curador de arte latinoamericano; y la apertura de un programa de adquisiciones de la Tate de Londres. Y arriesga Costantini sobre el Moma: “Ellos compran lo que nosotros compramos”.
“La ciudad inmediatamente lo incorporó”, se ufana, pese a que su inauguración se vio envuelta en polémica, debido a la protesta de un grupo de vecinos que se oponía a su ubicación en ese coqueto barrio, “una fricción que se disipó inmediatamente”, asegura el empresario. Hoy, los festejos de cara a septiembre incluyen la exposición de Ballerina, una escultura del estadounidense Jeff Koons en la explanada del museo, y el desembarco en junio próximo, de una muestra de la viuda de John Lennon, la artista japonesa Yoko Ono.
“El Malba surgió en un contexto muy complicado, le costó nacer –dice en referencia a la crisis más grande de Argentina, la de diciembre del 2001- y sin embargo sobrevivió y fue persistente con un programa cultural que ha incluido cientos de exposiciones, han venido Premios Nobel”, relata Costantini.
La colección posee piezas clave de la región como “Autorretrato con loro” de Frida Kahlo y “Abaporu” de Tarsila do Amaral, y en sus salas han exhibido más de 850 artistas.
Al sur de la ciudad, en el barrio de La Boca y con vista a ese pequeño fragmento del río titulado La Vuelta de Rocha, se erige la Fundación Proa, a la vuelta del turístico Caminito. “En estos veinte años, Proa acompañó el crecimiento de toda la escena artística”, señala Rosenberg.
“El nacimiento del Distrito de las Artes, que La Boca se haya convertido en polo cultural en la zona sur para artistas, de experimentación, de talleres, de galerías, es resultado de haber estar ahí durante todos estos años», expone.
Roseberg sostiene que el foco siempre estuvo en la calidad de las muestras, “en traer lo mejor. Siempre mostrar las obras más consagratorias de cada artista” y refiere a un historial que abarca a Louise Bourgeois, Ron Mueck, Alberto Giacometti, Jesús Rafael Soto y Sol Le Witt, entre otros artistas. “Lo destaco porque en Latinoamérica es muy difícil, desde una situación periférica, este tipo de intercambios”.
Una amplia exposición retrospectiva del pintor ruso Kazimir Malévich (1878-1935) abrirá sus puertas en julio como una de las grandes apuestas para celebrar los 20 años de Fundación, lo que obligó a reprogramar para 2017 la exhibición del francés Yves Klein, figura destacada del neodadaísmo.
“La muestra de Malévich proviene del State Russiam Museum, estará curada por Eugenia Petrova, e incluye 60 obras históricas, impresionantes, desde sus primeros cuadros casi simbolistas, pasando por el período cubofuturista, la creación del suprematismo y luego toda su obra relativa a los campesinos, los retratos, el ejército ruso, y las extraordinarias vistas de la vida rural con sus personajes extraordinarios”, detalla Rosenberg.
Malévich, activo miembro de los comités artísticos revolucionarios, es autor del famoso “Cuadrado negro” –en donde reduce los elementos pictóricos al mínimo extremo-, punto de partida de lo que denominó el Suprematismo enfocado en formas geométricas, una novedosa concepción del arte.
Con un trayecto recorrido mucho más amplio, el Museo Nacional de Bellas Artes inauguró el 25 de diciembre de 1896, en el edificio del Bon Marché de la calle Florida, hoy Galerías Pacífico, con Eduardo Schiaffino en la dirección y una colección de 163 obras.
“El Museo de Bellas Artes constituye quizás la más importante memoria visual de la Argentina. Su misión es es ser la salvaguarda y vidriera de las artes visuales argentinas, con todos los cambios y dinamismos que implica ese rol. Tiene la colección más importante –13.000 obras de arte- y siempre fue un punto de referencia, incluso en términos educativos. A esta altura, después de más de un siglo, es una influencia en los dos sentidos: del museo en la escena artística como de la escena artística en el museo”, señala Andrés Duprat, actual director del MNBA.
“Como toda institución, en más de un siglo tuvo diferentes momentos según las diferentes gestiones: de mayor dinamismo, más conservadores, de esplendor, momentos de achicamiento, siempre en relación a los vaivenes que iba viviendo la Argentina, porque también es reflejo de lo político y social del país”, reconoce este arquitecto y curador bahiense.
“Ahora es un momento muy bueno porque tenemos una perspectiva de crecimiento en todo sentido: de ampliar la superficie del edificio, y también en relación al nivel de las muestras, como la que se acaba de inaugurar de los muralistas Orozco, Rivera y Siqueiros, con la que el museo vuelve a ocupar su lugar, con muestras pertinentes, y se diferencia así de otros espacios absolutamente competentes, contemporáneos. Es que se había desdibujado un poco la misión; una muestra que se hacia acá podía hacerse perfectamente en el Recoleta o en el Borges», especifica el director de la institución.
Otro de los puntos fuertes en este año festivo es la organización conjunta entre el museo y el Ministerio de Cultura, de una gran muestra por el bicentenario de la declaración de la Independencia.
“Congreso de Tucumán”, tal el título que llevará la exposición -no demasiado original- propone un abordaje de 200 años de arte argentino, de una manera «más desfachatada, menos historicista, pero bastante más rica», promete Duprat.
«Llevaremos a las provincias 50 obras de primer nivel del museo, los ‘highlights’, desde Cándido López, Prilidiano Pueyrredón, Fader, Malharro, Berni, Xul Solar hasta León Ferrari, Distéfano, hasta las incorporaciones más nuevas al patrimonio», enumera.
La exposición comenzará en julio, en el Museo Timoteo Navarro -que además cumple cien años- y luego, durante dos años, realizará un itinerario por otras seis provincias argentinas: el Museo de Arte Contemporáneo de Rosario, el MAR de Mar del Plata; y en 2017, en el Museo de Bellas Artes de Neuquén, en el Museo Caraffa de Córdoba, el Museo Franklin Rawson de San Juan y finaliza en el Museo de Bellas Artes de Salta, son dos años.
En tanto, el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires sopla 60 velitas y recupera el espíritu de su fundación en 1956, de la mano de Rafael Squirru, su primer director. En aquel entonces, la institución era conocida como el “Museo fantasma” debido a la falta de una sede fija.
«El museo soy yo», repetía Squirru, en francés, ante la prensa (“Le Musée c’est moi”). Llegó a organizar la célebre primera exposición flotante de cincuenta pintores argentinos, a bordo del buque Yapeyú, el museo recorrió unas 22 ciudades alrededor del mundo, con obras de más de 50 artistas argentinos.
En 1989, la institución logró su sede permanente en Avenida San Juan 350, donde funcionaba antiguamente la Tabacalera Piccardo y en 2010, reabrió una una parte del edificio, luego de un cierre por reformas de cinco largos años.
La colección posee más de 7.000 obras de arte argentino de los siglos XX y XXI. Y este año comenzarán los trabajos que permitirán abrir el edificio completo y que incluirá 1.200 metros cuadrados nuevos de salas de exposición.
«A lo largo del año, el museo organizará un programa de actividades que tendrán lugar tanto dentro de su edificio como en diferentes espacios de Buenos Aires, para debatir sobre la actualidad del arte y el rol de los museos», contó Victoria Noorthoorn, directora de la institución, sobre los festejos iniciados hace pocos días con la presencia de 60 artistas, quienes realizaron dibujos junto a público de todas las edades, como un registro para las futuras generaciones.
La programación incluye intervenciones en el espacio público, acciones con artistas jóvenes, conciertos al aire libre y en instituciones que antiguamente fueron sedes de la institución, como por ejemplo el Museo Sívori.
Cita máxima de la agenda artística local, la feria arteBA, que este año se realizará del 19 al 22 de mayo en La Rural, se prepara para celebrar el cuarto de siglo, desde aquella primera edición realizada en 1991 en el Centro Cultural Recoleta, lapso en el que pasó de los 20.000 a los más de 100.000 visitantes.
“ArteBA se ha construido en estos 25 años con mucha consistencia y dedicación, y es una marca extraordinaria asociada a la cultura argentina y de América latina. Es un espacio que no tiene paralelo, donde la escena se ve reflejada”, dice un entusiasta Alec Oxenford, actual director de la Fundación homónima.
“La cantidad de museos extranjeros –veinte- que están viniendo a comprar obras representa una puerta de ingreso del arte argentino al mundo. El arte argentino tiene una calidad, una profundidad, una dimensión intelectual, una frescura, que podría estar en los primeros puestos del mundo. Una vez que se vea, va a tener muchísimo éxito”, augura este empresario, fundador de OLX y De remate.
“Creo que es interesante situar al Malba precisamente hace quince años en la escenografía del arte latinoamericano porque fue un precursor, a partir de entonces hubo una revalorización del arte latinoamericano en el contexto internacional, y no me refiero a nivel monetario, sino a su peso artístico”, dice Eduardo Costantini, fundador del museo que posee una colección de 500 piezas.
“Cuando el Malba abrió, el 21 de septiembre de 2001, comenzó a trabajar junto con el Museo de Bellas Artes de Houston y a partir de allí hizo punta. Distintas instituciones del mundo retomaron el arte latinoamericano”, señala el empresario y enumera el Moma de Nueva York, que incorporó un curador de arte latinoamericano; y la apertura de un programa de adquisiciones de la Tate de Londres. Y arriesga Costantini sobre el Moma: “Ellos compran lo que nosotros compramos”.
“La ciudad inmediatamente lo incorporó”, se ufana, pese a que su inauguración se vio envuelta en polémica, debido a la protesta de un grupo de vecinos que se oponía a su ubicación en ese coqueto barrio, “una fricción que se disipó inmediatamente”, asegura el empresario. Hoy, los festejos de cara a septiembre incluyen la exposición de Ballerina, una escultura del estadounidense Jeff Koons en la explanada del museo, y el desembarco en junio próximo, de una muestra de la viuda de John Lennon, la artista japonesa Yoko Ono.
“El Malba surgió en un contexto muy complicado, le costó nacer –dice en referencia a la crisis más grande de Argentina, la de diciembre del 2001- y sin embargo sobrevivió y fue persistente con un programa cultural que ha incluido cientos de exposiciones, han venido Premios Nobel”, relata Costantini.
La colección posee piezas clave de la región como “Autorretrato con loro” de Frida Kahlo y “Abaporu” de Tarsila do Amaral, y en sus salas han exhibido más de 850 artistas.
Al sur de la ciudad, en el barrio de La Boca y con vista a ese pequeño fragmento del río titulado La Vuelta de Rocha, se erige la Fundación Proa, a la vuelta del turístico Caminito. “En estos veinte años, Proa acompañó el crecimiento de toda la escena artística”, señala Rosenberg.
“El nacimiento del Distrito de las Artes, que La Boca se haya convertido en polo cultural en la zona sur para artistas, de experimentación, de talleres, de galerías, es resultado de haber estar ahí durante todos estos años», expone.
Roseberg sostiene que el foco siempre estuvo en la calidad de las muestras, “en traer lo mejor. Siempre mostrar las obras más consagratorias de cada artista” y refiere a un historial que abarca a Louise Bourgeois, Ron Mueck, Alberto Giacometti, Jesús Rafael Soto y Sol Le Witt, entre otros artistas. “Lo destaco porque en Latinoamérica es muy difícil, desde una situación periférica, este tipo de intercambios”.
Una amplia exposición retrospectiva del pintor ruso Kazimir Malévich (1878-1935) abrirá sus puertas en julio como una de las grandes apuestas para celebrar los 20 años de Fundación, lo que obligó a reprogramar para 2017 la exhibición del francés Yves Klein, figura destacada del neodadaísmo.
“La muestra de Malévich proviene del State Russiam Museum, estará curada por Eugenia Petrova, e incluye 60 obras históricas, impresionantes, desde sus primeros cuadros casi simbolistas, pasando por el período cubofuturista, la creación del suprematismo y luego toda su obra relativa a los campesinos, los retratos, el ejército ruso, y las extraordinarias vistas de la vida rural con sus personajes extraordinarios”, detalla Rosenberg.
Malévich, activo miembro de los comités artísticos revolucionarios, es autor del famoso “Cuadrado negro” –en donde reduce los elementos pictóricos al mínimo extremo-, punto de partida de lo que denominó el Suprematismo enfocado en formas geométricas, una novedosa concepción del arte.
Con un trayecto recorrido mucho más amplio, el Museo Nacional de Bellas Artes inauguró el 25 de diciembre de 1896, en el edificio del Bon Marché de la calle Florida, hoy Galerías Pacífico, con Eduardo Schiaffino en la dirección y una colección de 163 obras.
“El Museo de Bellas Artes constituye quizás la más importante memoria visual de la Argentina. Su misión es es ser la salvaguarda y vidriera de las artes visuales argentinas, con todos los cambios y dinamismos que implica ese rol. Tiene la colección más importante –13.000 obras de arte- y siempre fue un punto de referencia, incluso en términos educativos. A esta altura, después de más de un siglo, es una influencia en los dos sentidos: del museo en la escena artística como de la escena artística en el museo”, señala Andrés Duprat, actual director del MNBA.
“Como toda institución, en más de un siglo tuvo diferentes momentos según las diferentes gestiones: de mayor dinamismo, más conservadores, de esplendor, momentos de achicamiento, siempre en relación a los vaivenes que iba viviendo la Argentina, porque también es reflejo de lo político y social del país”, reconoce este arquitecto y curador bahiense.
“Ahora es un momento muy bueno porque tenemos una perspectiva de crecimiento en todo sentido: de ampliar la superficie del edificio, y también en relación al nivel de las muestras, como la que se acaba de inaugurar de los muralistas Orozco, Rivera y Siqueiros, con la que el museo vuelve a ocupar su lugar, con muestras pertinentes, y se diferencia así de otros espacios absolutamente competentes, contemporáneos. Es que se había desdibujado un poco la misión; una muestra que se hacia acá podía hacerse perfectamente en el Recoleta o en el Borges», especifica el director de la institución.
Otro de los puntos fuertes en este año festivo es la organización conjunta entre el museo y el Ministerio de Cultura, de una gran muestra por el bicentenario de la declaración de la Independencia.
“Congreso de Tucumán”, tal el título que llevará la exposición -no demasiado original- propone un abordaje de 200 años de arte argentino, de una manera «más desfachatada, menos historicista, pero bastante más rica», promete Duprat.
«Llevaremos a las provincias 50 obras de primer nivel del museo, los ‘highlights’, desde Cándido López, Prilidiano Pueyrredón, Fader, Malharro, Berni, Xul Solar hasta León Ferrari, Distéfano, hasta las incorporaciones más nuevas al patrimonio», enumera.
La exposición comenzará en julio, en el Museo Timoteo Navarro -que además cumple cien años- y luego, durante dos años, realizará un itinerario por otras seis provincias argentinas: el Museo de Arte Contemporáneo de Rosario, el MAR de Mar del Plata; y en 2017, en el Museo de Bellas Artes de Neuquén, en el Museo Caraffa de Córdoba, el Museo Franklin Rawson de San Juan y finaliza en el Museo de Bellas Artes de Salta, son dos años.
En tanto, el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires sopla 60 velitas y recupera el espíritu de su fundación en 1956, de la mano de Rafael Squirru, su primer director. En aquel entonces, la institución era conocida como el “Museo fantasma” debido a la falta de una sede fija.
«El museo soy yo», repetía Squirru, en francés, ante la prensa (“Le Musée c’est moi”). Llegó a organizar la célebre primera exposición flotante de cincuenta pintores argentinos, a bordo del buque Yapeyú, el museo recorrió unas 22 ciudades alrededor del mundo, con obras de más de 50 artistas argentinos.
En 1989, la institución logró su sede permanente en Avenida San Juan 350, donde funcionaba antiguamente la Tabacalera Piccardo y en 2010, reabrió una una parte del edificio, luego de un cierre por reformas de cinco largos años.
La colección posee más de 7.000 obras de arte argentino de los siglos XX y XXI. Y este año comenzarán los trabajos que permitirán abrir el edificio completo y que incluirá 1.200 metros cuadrados nuevos de salas de exposición.
«A lo largo del año, el museo organizará un programa de actividades que tendrán lugar tanto dentro de su edificio como en diferentes espacios de Buenos Aires, para debatir sobre la actualidad del arte y el rol de los museos», contó Victoria Noorthoorn, directora de la institución, sobre los festejos iniciados hace pocos días con la presencia de 60 artistas, quienes realizaron dibujos junto a público de todas las edades, como un registro para las futuras generaciones.
La programación incluye intervenciones en el espacio público, acciones con artistas jóvenes, conciertos al aire libre y en instituciones que antiguamente fueron sedes de la institución, como por ejemplo el Museo Sívori.
Cita máxima de la agenda artística local, la feria arteBA, que este año se realizará del 19 al 22 de mayo en La Rural, se prepara para celebrar el cuarto de siglo, desde aquella primera edición realizada en 1991 en el Centro Cultural Recoleta, lapso en el que pasó de los 20.000 a los más de 100.000 visitantes.
“ArteBA se ha construido en estos 25 años con mucha consistencia y dedicación, y es una marca extraordinaria asociada a la cultura argentina y de América latina. Es un espacio que no tiene paralelo, donde la escena se ve reflejada”, dice un entusiasta Alec Oxenford, actual director de la Fundación homónima.
“La cantidad de museos extranjeros –veinte- que están viniendo a comprar obras representa una puerta de ingreso del arte argentino al mundo. El arte argentino tiene una calidad, una profundidad, una dimensión intelectual, una frescura, que podría estar en los primeros puestos del mundo. Una vez que se vea, va a tener muchísimo éxito”, augura este empresario, fundador de OLX y De remate.