Comenzó a operar en 1820 en la esquina de las actuales calles Hipólito Yrigoyen y Bolívar. Era lugar de reunión de gente mayor y adinerada que adoraba el lujoso local, que tenía características del siglo XVIII en su decoración y que combinaba con enormes espejos. En La Victoria, el 27 de abril de 1827, se festejó el triunfo de la Armada Nacional en el combate de Los Pozos con un homenaje al almirante Brown. Todos los sucesos políticos que se vivían en la plaza, se discutían a gritos en el café de “La Victoria”.
Estaba ubicado en la calle Victoria Nº 121, según consta en la Guía de Comercio de Buenos Aires del año 1879. Por su ambiente aristocrático, los jóvenes con sus discusiones políticas no asistían a La Victoria. Cerró en 1879.
En aquellos tiempos desangelados, por estas tierras no se conocían los helados, ni la grosella, ni la soda, ni tantas otras delicias que sí, se sabía, se podían disfrutar en los cafés de europeos. No se servía almuerzo en los cafés; el despacho quedaba reducido a café, té, chocolate, candial, horchata, naranjada y algunas copitas de licor.
El café con leche, o como se le decía por entonces el café y leche, se servía en inmensas tazas que desbordaban hasta llenar el platillo; tampoco se conocían las azucareras, muchos menos los simpáticos terrones en forma de dado, se servía una pequeña medida de lata llena de azúcar, por lo general sin refinar, que venía colocada en el centro del platillo y cubierta con la taza. El parroquiano daba vuelta a la taza, volcaba en ella el azúcar,y el mozo servia el café y luego la leche hasta llenar la taza y el plato. Las tostadas con manteca eran las delicias que acompañaban esta merienda, siempre tenían azúcar encima. El chocolate era abundante, de buena calidad y espeso, tan espeso que servía acompañado de un vaso de agua.