sábado, noviembre 23

30 AÑOS DEL CENTRO CULTURAL RECOLETA

por Mercedes Ezquiaga
La exposición multidisciplinaria “Centro. Formas e historia del Centro Cultural Recoleta”, que se inaugura hoy a las 19 en Junín 1930, da cuenta de los grandes hitos artísticos que a lo largo de tres décadas han dado forma a ese espacio, “un choque constante de estéticas de lo más heterogéneas”, que se despliegan a través de decenas de obras, videos y documentación, como afiches hasta catálogos, desde la óptica del curador, Rafael Cippolini.
Piezas de artistas como León Ferrari, Renata Schussheim, Carlos Gorriarena, Jacques Bedel, Marcos López, Jorge Gumier Maier, entre muchos otros -algunas emblemáticas y otras raras o poco exhibidas- ubicadas en la emblemática sala Cronopios constituyen tan sólo una de las patas de esta muestra que se desdobla a su vez en las salas J y C, para abordar la historia del lugar a través de fotografías, afiches, invitaciones y muchos otro documentos.
El crítico Cippolini se abocó a la titánica tarea de condensar “la vertiginosa memoria de un monumento histórico”, la reinvención y mutación de un espacio neurálgico en el panorama cultural local, de espíritu provocador, sede de consagrados y emergentes.
La exposición se presenta así como un caleidoscopio que arroja una imagen diferente cada vez, una memoria emotiva que se despierta en base a los recuerdos de cada visitante y la huella que esa obra haya dejado: desde el afiche de la exposición de 1998 de Ricardo Carpani, hasta la invitación a la muestra “Nave” de Schussheim, o la fotografía del carrito cartonero de Liliana Maresca.
“La idea fue dar cuenta de la diversidad que siempre caracterizó al Recoleta, un lugar donde nunca hubo un canon, sino una mezcla de cosas increíbles. Un sitio que albergó el under de los 80 y que, con la aparición de la sala Cronopios, en los 90, se convirtió no en un espacio consagratorio pero sí de mucho prestigio. Y que luego empezó a incorporar otro tipo de muestras”, resume Cippolini  durante una recorrida exclusiva por las salas.
“La puesta en Cronopios no es cronológica -advierte el curador-, sino que da cuenta de la diversidad de artistas que por allí pasaron. Tampoco es historiográfica. A veces incluso elegí no mostrar los highlights de los artistas, como por ejemplo un Kemble de los 90, muy decorativo y muy relegado por la historiografía, o una obra temprana de Sebastian Gordin, cuando sólo hacía pinturas junto al grupo Mariscos en su Calipso”.
Bautizada con el nombre de “Habitantes”, la muestra en sala Cronopios, “una brevísima antología de protagonistas”, según se puede leer en el ingreso, alude al Recoleta como “el ejemplo más contundente de las transformaciones de la creación artística argentina de fines del siglo XX y XXI”, una “Babel de estéticas de todo tipo y factor” y “un exceso de gustos que parece desconocer cualquier frontera”.
Obras de Diana Aisenberg, Elba Bairon, Luis Benedit, Juan José Cambre, Tulio De Sagastizábal, Edgardo Giménez, Miguel Harte, Eduardo Iglesias Brickles, Gyula Kosice, Federico Klemm, Nora Lezano, Lux Lindner, Rómulo Macció, Jorge Macchi, Josefina Robirosa, Raúl Roux, Daniel Santoro, Pablo Siquier, Eduardo Stupía, Clorindo Testa, Nicolás García Uriburu y muchos más también se pueden ver allí.
En la sala C, una línea de tiempo de casi 20 metros de longitud incluye momentos memorables, en el marco del contexto nacional e internacional, entonces el espectador se encontrará por ejemplo con una fotografía de 1989 de “La trama humana”, instalación de Mireya Baglietto, el mismo año que cae el Muro de Berlín y que en Argentina se dispara la hiperinflación.
O en 1994, cuando se decide otorgar el nombre Cronopios a la sala principal del centro en homenaje a Cortázar, es el mismo año que Tarantino estrena Pulp Fiction y que se produce el atentado a la Amia.
Además, hay un homenaje al Laboratorio de Investigación y producción musical, porque si algo ha caracterizado al Recoleta en estos años no son sólo las artes visuales sino también la música, el cine, el teatro y la fotografía. “Hogar” fue el título con el que Cippolini bautizó a esta segunda muestra: “Todas las artes, cualquier experiencia podían tener lugar en sus salas”.
Finalmente, en la sala J, bajo el nombre “Formas” se encuentra al centro cultural como productor de imágenes, afiches, volantes, catálogos, fotografías, desde la imagen de la japonesa Yoko Ono, cuando allí exhibió sus obras, hasta la fotografía de Federico Jorge Klemm junto a Susana Giménez durante una inauguración en 1993.
Pero también, hitos como los archivos de la exposición colectiva “Identidad” (1998) con artistas como Carlos Alonso, Remo Bianchedi, Adolfo Nigro o Luis Felipe Noé, que buscaba colaborar con la tarea de Abuelas de Plaza de Mayo en la búsqueda de bebés apropiados durante la dictadura.
Además, como una suerte de submuestra, se encuentra aquí un homenaje al inolvidable espacio Historieta, con originales de Quino, Horacio Altuna, Alberto Breccia, Roberto Fontanarrosa y Manuel Garcia Ferré, entre otros. Un corpus de casi 70 historietas, en coproducción con el Museo del Humor.
“Un ensayo –resume Cippolini- para tratar de entender qué es el ‘efecto Recoleta’, si es que algo así existe”.
La exposición se podrá visitar desde mañana hasta el 13 de noviembre, los martes de 13.30 a 20.30, de miércoles a viernes de 13.30 a 22, y sábados, domingos y feriados de 11.30 a 22, con entrada libre y gratuita.

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