sábado, noviembre 23

LOLA MORA Y LAS NEREIDAS

Por Eduardo Barcelona

A 150 años del natalicio, la escultora Lola Mora sigue generando polémica dado que la fecha de nacimiento genera aún controversia entre los biógrafos y porque su obra es vista todavía hoy como un estilo tradicional sin innovaciones, pese a ser la creadora de la Fuente de las Nereidas, y en contraste con el comportamiento personal que significó un quiebre en las reglas del rol femenino de la época con el fin de no pasar inadvertida.

La fecha de nacimiento en la que cree la mayoría -incluido el Congreso Nacional- es la del 17 de noviembre de 1866, que sirvió para que el Parlamento aprobara en 1998 como el Día del Escultor en honor a la artista tucumana, pero dos historiadores del Jardín de la República lo ponen en duda y especulan con que ella nació en los primeros meses de 1867, en vista de que fue bautizada -aseguran- en abril de ese último año.

Era usual en la época que a las criaturas nacidas se las bautizara dos o tres meses después del alumbramiento. A partir de esta hipótesis, los autores Páez de la Torre y Celia Terán creen que Lola nació en enero o febrero de 1867.

Lola Mora, sin embargo, es hoy reconocida por la obra recreativa que tiene la ciudad de Buenos Aires, la Fuente de las Nereidas, radicada desde 1918 en el paseo de la costanera sur, luego de un paso por el paseo de Julio, frente a lo que ahora es el CCK, donde fue inaugurada el 21 de mayo de 1903.

 A la inauguración concurrió una multitud, algo inusual para una escultura, y hasta el ex presidente Julio Argentino Roca estuvo a punto de ir, dado que era su artista protegida y admirada, tucumana como él y a la que había ayudado a que consiguiera un subsidio para que continuara con los estudios de escultura en Roma.

Roca, una vez que viajó a la península, participó de un ágape en la casa de Lola, ocasión en la que también estuvieron las princesas de Saboya y hasta fue visita en otra ocasión por el rey Humberto y la reina Margarita, de la casa azzurri.

Otro ex presidente de la Argentina, Carlos Pellegrini, la visitó en el atelier romano y se dice que la invitó a que regresara al país para continuar con su trabajo. Lo cierto es que la tucumana propuso y creó la escultura que hoy es más conocida por la de fuente de Lola Mora que por el nombre que le puso la creadora.

El complejo escultórico causó controversia desde el primer momento en que se inauguró. Objetaron la moralidad de la diosa Venus, que se atrevía a nacer desnuda en la vía pública. Los medios contaron que la policía tuvo que proteger la obra de las agresiones.

Cuando se trasladó la escultura, Lola tomó en sus manos la ejecución. Cuidó que la diosa Venus mirara al Río de la Plata, cuando todavía se veía el agua desde el lugar de emplazamiento.

La fuente se posa sobre una gran valva en donde tres tritones, con briosos caballos marinos, festejan la llegada de la diosa del amor. En el centro, dos nereidas sostiene otra valva más pequeña, de donde surge Venus. Los tritones son la contracara de las sirenas y las nereidas, las ninfas del mar Mediterráneo. Una nereida fue la madre del guerrero Aquiles, aquel cuyo único punto vulnerable estaba en el talón, porque su madre lo había tomado desde allí para hundirlo en el agua que lo blindaría.

El punto vulnerable de Lola estaba aquí. Los intelectuales y sus colegas artistas no la quisieron y quien fue el creador del Museo de Arte Moderno, Eduardo Schiaffino, nunca la recibió, la menospreció.

La analista de la obra de Lola, Patricia Corsani, reconoce que la tucumana «nunca pudo integrarse» a la colonia artística en el país. «Por su manera de actuar, en función de los encargos que conseguía», explicó .

 «Ella tenía el taller y vivía en Roma. Y tenía una relación directa con el gobierno cuando Roca fue presidente. Ella era tucumana, como Roca. Tenía vínculos en la provincia que son los que la presentan en Buenos Aires y cuando ella hace el pedido del subsidio para estudiar fuera del país no tuvo inconvenientes en conseguirlo», añadió.

Con Schaffino -una personalidad muy influyente y respetada en el mundo artístico de principios del siglo XX- tenía un problema personal. «Ahí hay un intercambio de cartas, de malos entendidos. Schiaffino no era una persona fácil, y si bien ella contaba con la recomendación de Carlos Pellegrini, hubo un problema personal entre los dos. Ella nunca se integró y Schiaffino nunca lo aceptó. Y, de hecho, hasta ahora, no hay una obra de Lola Mora en el Museo de Bellas Artes», reveló Corsani.

El único intelectual de prestigio que habló de ella fue Leopoldo Lugones, pero lo hizo de una manera que podría sintetizarse como «una de cal y otra de arena». Tras la inauguración de la fuente, en el diario Tribuna del 27 de mayo de 1903, el poeta dijo: «Sea como quiera, y con todos los defectos que sería imperdonable callar… (es las Nereidas) una obra en la cual hay tres estatuas de indiscutible mérito y cuya totalidad es bella, merece franco aplauso».

Lola Mora fue la artista del primer centenario de la Argentina, cuando el estilo creado por la generación de 1880 estaba en pleno auge, con palacios y cascos de estancias que causaban admiración y daban la sensación de un esplendor destinado a sobrevivir varias décadas. La Primera Guerra Mundial y luego el crac económico financiero del ’29, provocaron la destrucción del modelo agroexportador y con ello el ingreso a un péndulo socioeconómico y político del que todavía no se sale.

Lola no tuvo hijos, se casó a los 43 años con el sobrino nieto de José Hernández, el autor del Martín Fierro, en 1909, a quien le llevaba varios años, pero se divorció de él en Roma alrededor de 1915, fecha en la que decidió regresar en forma definitiva a la Argentina. Se radicó en Salta por algún tiempo, pero falleció en Buenos Aires en 1936 a la edad de 70 años.

Lo último que se recuerda de ella es que solía visitar con frecuencia en sus últimos años su obra más preciada en la costanera sur y hasta iba después de una lluvia para secar los caballos, los tritones y las nereidas para protegerlas.

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