por Mariana García
Con jaulas vacías, pastos crecidos y una entrada 28% más cara, el viejo zoológico porteño de Palermo tendrá que esperar hasta septiembre para que se conozca el proyecto por el cual se convertirá en un Ecoparque más atento al cuidado de los animales y a la protección del medio ambiente.
En medio del calor y el cemento, el ex zoo puede ser una buena opción para visitar pero antes hay que estar dispuesto a pagar los 245 pesos que cuesta el billete de ingreso desde que la Ciudad volvió a hacerse cargo y aceptar que el nuevo paseo -ahora llamado Ecoparque- incluye buena parte de jaulas vacías, zonas clausuradas y pastizales que crecen tras las rejas oxidadas y le dan cierto aspecto selvático.
«Está horrible, qué querés que te diga y encima con lo que sale la entrada», se queja Rosa Moyano, que cada año viene desde Temperley con su marido y sus dos hijos para hacer la visita obligada al zoológico.
Juan Lamperti, el esposo de Rosa, se suma: «En febrero acá no se podía ni caminar, la verdad es que el lugar está abandonado».
Apenas se anunció la estatización -en julio pasado- el Gobierno porteño fijó nuevas reglas para los visitantes, que prohibieron la venta de comida para los animales y limitaron a dos mil el número de ingresos diarios.
Pero hoy el futuro Ecoparque parece un páramo en la Ciudad, donde sólo se escucha a lo lejos algún que otro chico corriendo, los baños están vacíos, no hay que andar a los codazos para ver al elefante y uno de los que sí parece disfrutarlo es el león, que duerme la siesta con las patas abiertas sin gritos que lo molesten.
La intención de las autoridades porteñas es convertir el predio en un Ecoparque, más cercano a la visión de cuidado animal del siglo XXI que al exhibicionismo de los viejos zoológicos.
«Es un proyecto que invierte el modelo: en los zoológicos victorianos los animales estaban en cautiverio para entretener al hombre, en el Ecoparque somos las personas las que vamos a estar al servicio de los animales, ya sea a través de la educación para aprender a preservar los ecosistemas o de trabajo en conservación de especies en peligro», ssotiene Andrés Freire, ministro de Modernización, Innovación y Tecnología porteño.
Voceros de esa cartera explicaron que la entrada aumentó porque «las tarifas se actualizan por defecto acorde a la cláusula de ajuste por inflación».
Pero para saber en qué quedará el proyecto habrá que esperar, ya que el primer borrador estará listo en abril y el masterplan final recién se terminará para septiembre, un proceso de reconversión que llevará entre 3 y 4 años.
Mientras se define en qué quedará el parque, empezó el traslado de muchos animales y el retiro de exhibición de los que más sufrían el acoso del público. Solo se ven algunos monos y a retiro fue a parar también la orangutana Sandra, famosa porque en 2015 la justicia la declaró «sujeto no humano titular de derechos».
Hasta ahora, fueron trasladados 338 animales y aunque en su mayoría se trata de ejemplares pequeños, las jaulas que quedaron vacías y los predios donde los pastizales crecen sin poda hacen que la escasez parezca aún mayor.
Unos gorriones se divierten entrando y saliendo entre los barrotes de las jaulas que se quedaron sin guacamayos, mientras el oso pardo ahora vive solo y se mudó a la jaula de Winner, el polar que murió de calor en la Navidad de 2012.
La anaconda quedó sin vecinos, y con las luces de las peceras apagadas, el sector de los reptiles se parece a un callejón en penumbras sólo apto para valientes.
Los más viejos son los únicos que por ahora tienen un lugar asegurado en el Ecoparque, una lista que incluye a un mono, un chimpancé, un camello, un oso hormiguero y un cóndor con cirugías en patas y pico, para quienes por su edad un traslado podría ser fatal. De los jóvenes, solo se quedan un carpincho con problemas congénitos y un león con hipotiroidismo.
Además de las jaulas vacías, muchos sectores fueron clausurados, como el puerto desde donde partía un barco que llevaba hasta la isla de los lemures, que hoy está a punto de derrumbarse.
Los restaurantes también se cerraron y sólo quedan dos puestos al paso que ofrecen una hamburguesa a 90 pesos y la gaseosa a 35.
Las aguas de los canales y lagos lucen como el verde de un pantano, y como los pastos los patos parecen reproducirse a sus anchas, por lo que resulta imposible descansar a la sombra sin que alguno aparezca a mendigar un pedazo de pan.
«Valoro el espacio verde y el lugar es lindo, pero para lo que es no pueden cobrar la entrada a 245 pesos», cuenta Carina Benitez, quien viajó con su beba desde Comodoro Rivadavia para pasar las vacaciones en Buenos Aires.