domingo, noviembre 24

SER CANDOMBE

Hacia 1870 los afrodescedientes comenzaron a participar en el carnaval porteño agrupados en sociedades carnavalescas o comparsas. Las había femeninas, masculinas o mixtas. Si bien su razón de ser era la participación en carnaval, como muchas de ellas tenían local propio, ensayaban todo el año, realizaban tertulias y bailes para recaudar dinero y brindaban a sus socios/as clases de música. De igual modo, cada una tenía su reglamento, comisión directiva, días de ensayo y una línea estilística que definía la indumentaria y el repertorio.
En la arena pública, donde estas comparsas cumplían sus exhibiciones, había una disputa de sentido respecto a qué prácticas música les eran más propias a realizar. Por ello es que, básicamente, había dos tipos de comparsas: las que hacían candombe con instrumentos tradicionales y las que tocaban marchas y danzas de salón con instrumentos europeos.
Imbuida en el fuerte espíritu europeizante, la sociedad porteña prefería las comparsas “a la europea”, como epítome de modernidad, mofándose de las “la africana”. Esta última era vista como un resabio primitivos de una época que se debía olvidar. Esta fue la razón por lo que los ensayos de la comparsa se fue confinando a lugares cerrados o en la periferia. La música de los tambores era considerada por ella élite porteña, como como algo extraño, que amenazaba al centro de la ciudad desde la bárbara periferia donde se encontraban las naciones africanas: “Los domingos y días de fiesta ejecutaban sus bailes salvajes cantando sus refranes en sus propias lenguas al compás de tamboriles y bombos grotescos. La salvaje algazara que se levantaba al aire, de aquella circunvalación exterior, la oíamos (hablo como testigo) como un rumor siniestro y ominoso”, decía en 1880 Vicente Fidel López.

A comienzos de la década de 1980, migrantes afrouruguayos comenzaron a reproducir en la Plaza Dorrego en San Telmo las «llamadas» espontáneas que se realizan en Montevideo en determinados días feriados. En un tiempo relativamente corto, especialmente a partir de los primeros años de la década de 2000, el candombe se difundió fuera del grupo migrante y comenzó a ser practicado y apropiado por distintos segmentos de la población porteña y en distintas ciudades del país, a partir de 2005. En el complejo panorama actual de la práctica del candombe en la ciudad, inciden distintas variables como las identificaciones de raza, la nacionalidad, la edad y el género, produciendo conflictos y solidaridades tanto con distintos sectores de la sociedad receptora como entre los grupos candomberos y aun al interior de los mismos.

El actual Jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, retrocedió al siglo IXX, respecto al uso del espacio público. Esta vez no pesa tanto a visión europeista de la ciudad, sino el afán privatizador del espacio público que conlleva una desaforada necesidad de control sobre las vidas y los cuerpos de las personas. El domingo 16 de septiembre, varias comparsas de San Telmo se vieron impedidas de ensayar en su recorrido habitual a causa de un operativo policial desmesurado que prohibió ingresar al tramo entre la Av. San Juan y la Av. Independencia. Este operativo, generado por una denuncia por ruidos molestos de vecinos y vecinas del pasaje Giuffra, se caracterizó por el amplio despliegue policial, que contó con 50 efectivos de la fuerza, armados con escudos y cachiporras y visiblemente dispuestos a reprimir a si las comparsas no acataban la orden policial. Una demostración de fuerza desmesurada que deja al descubierto la imposibilidad de dialogar con las autoridades porteñas. En tanto que hecho puede interpretarse como un ensayo de lo sucederá si la Legislatura de la Ciudad aprueba las modificaciones introducidas por Larreta al Código Contravencional, donde la policía no necesitara siquiera una queja para intervenir. Tendrá la facultad de hacerlo automáticamente cuando considere que cierta expresión cultural es un ruido molesto.
Ante esta situación, el domingo 23 de septiembre, las comparsas confluyeron en una gran asamblea en Parque Lezama. Y el candombe brotó en las calles de San Telmo, todo el barrio danzó rebeldía e in sumisión al ritmo de los tambores.
“El candombe sobrevivió a la esclavitud y a todo tipo de prohibiciones, muertes y latigazos. Sobrevivió a la dictadura y también va a sobrevivir a este último cordón policial del domingo pasado, de eso al menos, no tengo ninguna duda. Nosotres no hacemos candombe, nosotres somos candombe”, dice Sandra Chagas, activista cultural por la defensa de los derechos sociales, espirituales y territoriales de la comunidad afro. Enlace de la Red Afrolatina, Afrocaribeña y de la Diáspora Argentina. Vicepresidenta del Movimiento Afrocultural, del grupo de mujeres afro Matamba y de la cooperativa Minga.

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