Por momentos avenida Corrientes parece un páramo, una calle de pueblo a la hora de la siesta. Por momentos el paisaje cambia y las bocinas aturden. Sucede que durante las vacaciones de invierno la oferta cultural y de entretenimiento para esta artería es diversa y confusa. A partir de las 14 horas, para desgracia de los automovilistas, se convierte en peatonal.
Desde el sábado 20 de julio al domingo 4 de agosto el Gobierno porteño decidió extender el horario de los carriles peatonales de la avenida de 14 h a 2 h (el horario habitual es de 19 h a 2 h) para que «los vecinos y visitantes de la Ciudad puedan disfrutar de las actividades en cartel. En tanto que los carriles derechos, exclusivos para transporte público y para vehículos particulares que únicamente se dirijan a las cocheras ubicadas sobre la avenida y en el entorno, funcionarán las 24 horas».
La avenida Corrientes se caracteriza por sostener una profusa y diversa propuesta cultural, gastronómica y teatral, sin embargo, la crisis económica hace de ella un constante transitar de personas, sin rumbo fijo o por lo menos sin tener el objetivo el consumo. Así, lo manifestaba el sábado por la noche, el empresario teatral Daniel Grinbank: «Se profundiza la crisis de convocatoria de público en vacaciones de invierno en CABA para obras de teatro infantil. Para tomar dimensión del debacle esta semana pasada fueron en las 10 obras más taquilleras 20.872 espectadores frente a 60.872 en el mismo periodo del año pasado». Esto significa una caída del 65,72% de asistencia de público según cifras de AADET (Cámara Argentina de Empresarios Teatrales).
Más adelante, Grinbank, asevera: «Obviamente este es un problema es menor con el aumento de la desnutrición infantil en nuestro país. Eso sí la avenida Corrientes tiene veredas más anchas con bonitos canteros».
Los canteros resultan fríos y poco cómodos para las asentaderas de los transeúntes. Los niños hacen equilibrio sobre sus bordes. Las pocas plantas autóctonas que los pueblan, como la paja brava, lucen mustias y contaminadas de hollín. Ante el desangelado paisaje de mesas vacías y personas que deambulan pidiendo un mendrugo para comer, las tardes y las noche de vacaciones invernales se hacen un continúo y sombrío transitar de siluetas sobre el gris cemento. Sin nada que decir y muy poco por hacer, como si la felicidad se hubiese exiliado en otro horizonte.
La buena intención del Gobierno porteño de abrir la peatonal en el horario vespertino no se ha granjeado muchas simpatías: los comerciantes se quejan por la falta de ventas, los empresarios teatrales están molestos porque no tiene público, los automovilistas se ven enfurecidos ante el congestionamiento vehícular. En fin, la idea de «mejorar la experiencia de todos los que transitan a diario por Calle Corrientes, para potenciar el perfil cultural de esa arteria, poniendo foco en la revalorización del espacio público para el disfrute de las personas», no parece ganar demasiados adeptos en tiempos de frío y hambruna.