por Luz Azcona
Leónidas Lamborghini vivió 82 años, en el transcurso de los cuales pasó de ser un escritor que mancillaba la poesía a convertirse en una figura singular en el ámbito de la literatura latinoamericana. Este salto abisal se produjo casi al fin de su trayectoria, lo que -según confesó- fue una suerte, pues renegaba de pedestales y créditos y sentía una profunda desconfianza hacia los halagos.
«El sistema primero te rechaza y después te adopta, hay que tener cuidado», dijo al respecto en una de sus últimas entrevistas. «Yo no trabajé perturbado por estas vanidades. Todo lo he hecho en la cueva».
Así, la misma obra que en principio fue expulsada de los cánones y se mantuvo como una expresión marginal fue rescatada con el tiempo y es ponderada en la actualidad por su carácter precursor. Lo que pone de relieve el hecho de que el reconocimiento es, como mínimo, caprichoso.
Lamborghini nació en el barrio porteño de Villa del Parque un día como hoy hace 85 años. Su padre era un próspero ingeniero industrial que, a pesar de manifestar abiertamente su gusto por la literatura, no toleraba la idea de que sus hijos, Leónidas y Osvaldo, eligieran ese camino: más bien esperaba que siguieran sus pasos.
Pero los hermanos sortearon el mandato paterno. Aunque se llevaban una diferencia de 13 años de algún modo crecieron juntos, y no sólo compartieron el vínculo fraterno sino que además ingirieron la misma pócima: se influenciaron en sus lecturas e intercambiaron manuscritos.
El libro «Los Lamborghini», de Carlos Belvedere, recorre los avatares de esta relación a tal punto crucial para los dos involucrados que trasciende la consanguinidad y constituye una filiación artística y literaria.
Leónidas era el mayor y, quizás por eso, empezó por hacer lo que se esperaba de un modo tácito: fue a la universidad (hizo el intento de cursar Agronomía, pero abandonó al tercer año) e incursionó en la industria textil trabajando primero para su padre y luego en otra fábrica.
Pero pese a su empeño nada de esto prosperó, y acabó dedicándose a escribir a tiempo completo componiendo una obra tan vasta como multiforme, al punto de que sus libros apenas se parecen entre sí salvo por el hecho de compartir su forma de ver el mundo, caracterizada por una fuerte impronta paródica.
Estas variaciones, según decía el propio autor, nunca tuvieron la finalidad de desacomodar al lector sino de evitar que él mismo quedara en un lugar de comodidad creativa a la larga estéril y estanco. En este sentido, la fórmula de Leónidas fue romper con toda fórmula bajo la premisa de seguir un juego de reglas desconocidas, lo que lo llevó a experimentar, buscando su personal sintaxis, con estilos y géneros diversos.
Leónidas Lamborghini escribió 25 libros de poesía, tres novelas y numerosos ensayos y llevó adelante la tarea de recuperar la poesía gauchesca. En principio, esto le permitió trabajar con un género marginal desde el que creció hasta acceder al centro de los dominios de la llamada poesía culta. Y en este proceso se propuso conquistar el cetro a partir del espíritu bufonesco tal y como lo hizo la gauchesca, sacando a la luz lo más oscuro del alma humana a través de la risa revulsiva.
Según Lamborghini, la parodia como poética y política era la vía ideal para cuestionar los valores hegemónicos y para desnudar la mentira que siempre anida en toda pretendida perfección.
En esencia, Leónidas Lamborghini basó su obra en la necesidad de ejercitarse en la des-composición y re-construcción de modelos para darles una forma nueva y revivirlos, buscando maneras de decir y de seguir siendo que no lo redujeran todo a un estereotipo.
Su trabajo, en definitiva, nunca fue previsible en tanto iba tras la experimentación constante. Tarea a la que se entregó a lo largo de casi un siglo completo de cuya transformación, social y política, se fue impregnando.
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LEÓNIDAS LAMBORGHINI BÁSICO
«El saboteador arrepentido» (1955), «Al público» (1957), «Las patas en las fuentes» (1965), «La Estatua de la Libertad» (1967), «La canción de Buenos Aires» (1968), «El solicitante descolocado» (1971), «Partitas» (1972), «El Ruiseñor» (1975), «Episodios» (1980), «Circus» (1986), «Verme y 11 reescrituras de Discépolo» (1988), «Odiseo confinado» (1992), «Un amor como pocos» (1993), «Tragedias y parodias 1» (1994), «Comedieta» (1995), «La experiencia de la vida» (1996), «Las reescrituras» (1996), «Perón en Caracas» (1999), «El jardín de los poetas» (1999), «Personaje en penthouse» (2000), «Carroña última forma» (2001), «Mirad hacia Domsaar» (2003), «Trento» (2003).