por Emilia Racciatti
Con una colección de textos que desafían el formato del diario clásico, donde se registra el día a día desde la primera persona, el Centro Cultural Kirchner convocó a autores, artistas, dramaturgos y actores -como Martín Kohan, Ariana Harwicz, Pedro Saborido o Lorena Vega- a escribir una sección que denominó Diarios y que, con Liliana Viola como editora, ya lleva producida una colección de textos que se publican desde marzo y dan cuenta de las transformaciones de estos meses.
«Yo diría que más que una idea, la sección Diarios fue un impulso. Lo definiría como una reacción literaria a la situación de pandemia. Por un lado, la necesidad de dejar registro y por el otro, sortear el miedo a decir un disparate, ya que a medida que pasa el tiempo, las hipótesis médicas, sociales y personales, caducan, se vuelven tontas», explica Viola y aclara que «la ambigüedad del diario, fue un amparo. Mucha gente en esta época se ha dedicado a revisar agendas y papeles viejos y muchas escriben algo para ser revisado en algún futuro».
De esta manera, en los primeros días de cuarentena y aislamiento, cuando se impusieron el barbijo, el alcohol en gel y las noticias de un virus desconocido para el mundo, comenzaron a publicarse los trabajos de Kohan, Mariana Enriquez, Gabriela Cabezón Cámara, Camila Sosa Villada y Saborido, quienes durante marzo y abril le pusieron palabras a esa cotidianeidad.
Los autores escribieron durante cuatro semanas textos en torno a un asunto, un personaje, una preocupación real o alucinada, pero más tarde lo hicieron Dani Umpi, Dolores Reyes, Juan Diego Incardona, Ricardo Strafacce, Luis Sagasti e I Acevedo, entre otros, y la totalidad de los trabajos pueden leerse en la web del CCK (https://www.cck.gob.ar/ciclos/diarios_1221).
«Empezamos con la idea de dar un registro y de aportar reflexiones en relación a una situación que parecía muy perturbadora pero que no pensamos que duraría tanto. En los primeros diarios aparece el miedo, la paranoia del vecindario, la relación con el espacio público, la modificación de la vida cotidiana», relata Viola.
Convocado para la primera edición, Saborido señala que «la convocatoria era pensar cómo iba a quedar mirado el momento: cumple esa función de un diario, de una bitácora, de algo que va fijando cómo se siente algo tan novedoso, lamentablemente novedoso, que es no quedarte en un casa porque estás enfermo sino todo lo contrario, quedarte en tu casa para no estar enfermo».
En un intercambio de audios de Whatsapp, el guionista de «Peter Capusotto y sus videos» y autor de libros como «Una historia del peronismo» dice que «simplemente» se soltó «a pensar un poco lo que estaba ocurriendo en una clave humorística», que es lo que asegura que suele hacer y donde se siente «más cómodo». Y así recuerda haber ido «encontrando cosas para tratar de salir de la idea del encierro y ver qué nos pasaba en la cabeza por estar encerrados o qué peligro podía ocurrir por estar encerrados».
«Fui trabajando para ver de qué estábamos hablando, por lo menos los que pertenecemos a cierto territorio cultural, que es un poco lo que hago siempre, no siento lo de hablar sobre mí. Solamente aparecen cosas mías en el medio. Siempre termina siendo una supuesta puesta en escena de eso que se observa: una pyme dedicada a hablar de la muerte, haciendo juego para evadir pensamientos, otros que crean frases para no andar pensando o aburriéndose. Es un poco lo que circula, lo que está dando vueltas, armado de una manera que resulte agradable, simpático y en el mejor de los casos gracioso», explica.
Así en sus textos, se aborda el género periodístico con un tono absurdo para dar cuenta de la búsqueda existencial y la presencia del filósofo Byung-Chul Han en Bariloche o de un cuñado del filósofo Slavoj Žižek, que vive en Gerli.
Saborido reconoce que al principio pensó «uy no quiero escribir sobre esto, qué se yo» pero después advirtió que «estábamos encerrados en un tema de conversación, que era inevitable como pocas veces ocurre. Estar hablando todos de lo mismo pero no a partir de una noticia o de un impacto sino sabiendo que vamos a hablar mucho tiempo de eso».
«Siempre me sorprendía que la pregunta por cómo estabas venía sucedida de otra o reemplazada por otra que era ‘¿cómo la estás llevando?’, como si fuera la mochila», relata sobre esos meses en los que se dispuso a escribir sobre una señora que ofrecía kits para ignorar la muerte o sobre las inquietantes investigaciones de la revista digital «Emprendedores del control social».
La pandemia continuó y la sección se extendió a la par, así que Viola explica que cuando vieron que «la situación iba a necesitar un registro más largo, las consignas fueron cambiando y casi fueron desapareciendo».
«Ampliamos la convocatoria a otras áreas por fuera de la ficción, pero siempre dentro de un registro literario. Si bien se llama Diarios, los textos admiten muchos desvíos. Por eso hay episodios que son ficciones, ensayos breves, además de testimonios y el segundo a segundo de la primera persona en estado de confinamiento», detalla.
La escritora Ariana Harwicz es de las autoras que formaron parte de las publicaciones que fueron poblando la web del CCK en los meses de mayo y junio y hoy recuerda que «de entrada» Viola le habló «de la doble pertenencia del texto: no tenía que ser realista, ni seguir formato de diario en primera persona clásico contando lo que uno hace y por otro lado, sí tenía que tener una relación con la pandemia, el enclaustramiento».
Esta invitación le gustó porque la daba «la posibilidad de jugar» y aceptó: «Sabía que no quería hacer un diario en primera persona, no porque me moleste pero no tenía ganas de una gran identificación conmigo, con mi vida personal, lo que iba a escribir, contando mi día a día y tampoco quería algo muy alejado. Entonces, como siempre la ficción es un pacto, una negociación entre lo real y lo irreal, eso hice».
En ese sentido, señala que «los cuatro episodios tienen un eco» con sus novelas «en el sentido de la naturaleza, el encierro, un alejamiento de lo social, una cierta marginalidad, la pareja. Como una suerte de sospecha de que todo lazo familiar es un lazo criminal».
La autora de «Matate, amor» asevera que «toda esa ética e ideología está pero llevada al extremo porque estamos en el miedo de la pandemia entonces en vez de ser un campo apacible, francés, como en mis novelas, pensé en una cosa más selvática, más latinoamericana en el sentido de la amplitud, de la naturaleza más agresiva, más grande».
En esos textos de ficción en los que logró enrarecer la percepción de los cuerpos y del espacio como una apuesta por el extrañamiento y por tensar ese límite con lo conocido, revela que también le interesó trabajar pensando que se trataba de «un caso más extremo con policía que vigila, con cláusulas y restricciones de las pandemias» lo que le permitía ver «la continuidad» pero también «la ruptura» con sus universos de ficción habituales y explorar en «qué pasa cuando a una pareja se la encierra».
«Los escribí a principios de mayo. Acá estábamos encerrados hacía un mes y medio pero esta reconfiguración, este cambio de libertades era muy nuevo. Y justamente la escritura siempre tiene ese poder único de esclarecer la realidad, es una ampliación de la conciencia. Por un lado, deforma la realidad pero por otro lado, la ve mucho más claro, es ir a lo real así que me ayudó mucho escribirla para ver en que mundo estaba», relata la escritora desde Francia donde vive desde 2007.