domingo, noviembre 24

«CIUDAD INVISIBLE», UNA EXPOSICIÓN PARA VOLVER A MIRAR LO URBANO EN TIEMPOS DE CRISIS

En la medida que la postal bulliciosa de las ciudades quedó como registro de un tiempo distópico mientras las calles estuvieron vacías con la pandemia, las formas de vivir y relacionarse con esos espacios comenzaron a ser expuestas a la crítica y la reflexión: en ese extrañamiento, el arte y el pensamiento funcionaron como plataformas para cambiar el punto de vista, tal como propone ahora la exposición «Ciudad invisible» en la galería Rolf Art, que invita a repensar el modo de rehabitar lo urbano.

Con la curaduría del artista y crítico español Marcelo Expósito, la muestra en la galería porteña ubicada en Esmeralda 1353 reúne una selección de obras -la mayoría fotografías, aunque también hay videoinstalaciones, esculturas y performances- de artistas icónicos como la alemana radicada en Buenos Aires, Grete Stern (1904 – 1999), Horacio Coppola (1906 – 2012) o Humberto Rivas (1937 – 2009) y contemporáneos: Juan Travnik, Marcos López, Sofía Durrieu, Luciana Lamothe, Marcelo Brodsky, Santiago Porter y Narcisa Hirsch, entre otros.

A través de esa selección, que Expósito acompañó con «un marco narrativo y teórico», la ciudad habla a través de su identidad patrimonial: persianas bajas, con pintadas en grafiti; puertas y fachadas en ese tono grisáceo que aporta el cemento; copas de edificios históricos que sobrevuelan la línea rectas de las construcciones; el reflejo de los carteles que decoran las ciudades reclamando su atención, estatuas de próceres o lo que se ve desde una ventana porque el paisaje urbano también puede ser un montaje de capas interminables.

En palabras del curador, «de las incontables maneras en que la fotografía ha retratado la ciudad» lo que esta muestra elige es «ofrecer un modelo sintético de cómo la historia de la fotografía nos permite observar la ciudad como un reservorio memorístico de la experiencia de la modernidad. Esta exposición es una maqueta a escala reducida de cómo las representaciones de la ciudad moderna, sus permutaciones postmodernas y su actual crisis terminal constituyen un palimpsesto de memorias contradictorias de la modernidad».

La muestra, que puede visitarse hasta el 3 de septiembre con entrada libre y reserva previa, toma como disparador las escenas desoladas que presentó la pandemia en 2020 cuando las calles quedaron vacías, lejos del ruido, el movimiento y las multitudes que caracterizan a este tipo de enclaves.

Si el paisaje urbano ha sido foco del trabajo estético y conceptual de numerosas artistas, lo que esta exposición buscó fue recuperar la coyuntura y las preguntas que este tiempo histórico habilitó en las ciudades, partiendo de la certeza de que «el arte nos invita a reflexionar y funciona como transmisor, brindándonos las herramientas necesarias para apreciar de otro modo la realidad que nos rodea», como sostiene Tania Vitale de galería Rolf Art.

Y en este afán por establecer conversaciones con el presente, la muestra -que contó con el apoyo de otras galerías que prestaron obras- partió del reconocimiento de que «existe una necesidad latente de repensar los espacios que hemos de rehabitar», sostiene Vitale, quien estuvo fundamentalmente a cargo de elegir las obras que integran la selección y que luego tuvo a Expósito al frente del trabajo conceptual.

 ¿A qué remite la idea de «ciudad invisible»?

–  «Ciudad invisible» es una citación de un libro clásico, «Las ciudades invisibles» de Italo Calvino, que en mi texto de acompañamiento a la exposición interpreto desde el punto de vista de todo aquello que en la ciudad ha sido invisibilizado pero está latente, y que de hecho sostiene la ciudad sin ser reconocido. Cuando hablamos en esta exposición de aquello invisible que permanece latente en las representaciones de la ciudad, nos estaríamos refiriendo a cómo las contradicciones históricas de la modernidad están inscritas en la crisis actual de las ciudades, aunque esa historia no siempre sea visible. También a cómo, durante la cuarentena por la pandemia de covid, la proliferación de imágenes que mostraban nuestras calles «vacías» escondía en realidad el inmenso trabajo de sostenimiento de la vida en las ciudades que ha sido necesario.

 En el texto curatorial decís que «la imaginería fotográfica de las ciudades vaciadas pertenece extrañamente más al orden del ‘autorretrato’ que al orden del reportaje» y esto se ve en la forma en la que hacen hablar estas imágenes a sus ciudades ¿Por qué mostrar esta forma?

–  La fotografía o el cine y la metrópolis han sido hermanas gemelas, hijas de la modernidad capitalista. La idea que intento expresar es que hay un cierto arquetipo histórico de fotografía de la ciudad que no consiste tanto en «documentar» la ciudad, sino más bien en mirarse en la metrópolis como en un espejo, reconociéndose en ella como en un doble. La fotografía o el cine se comprendieron a sí mismos durante un largo tiempo a través de la observación de cómo evolucionaba la ciudad moderna como una hermana mayor mecanizada y alienada, pero también como una máquina inventiva, donde la imaginación del futuro no tenía límites. Lo interesante es que, en esa imaginería, han prevalecido históricamente las imágenes urbanas bulliciosas, nerviosas, vertiginosas. Y, sin embargo, existe otra imaginería paralela de la ciudad «vaciada», detenida, congelada. Imágenes donde, sin embargo, la ciudad no se nos aparece como menos tensa.

En el texto de la exposición, he querido solapar los dos extremos de esta historia: las imágenes inquietantes del París vacío fotografiado por (Eugene) Atget, tal y como las analizó Walter Benjamín en sus textos fundacionales de una teoría crítica de la fotografía, y las imágenes también inquietantes de las calles vaciadas durante la cuarentena global por el coronavirus. ¿Cómo se rehabitan estos espacios? Esto es lo que ahora estamos experimentando a escalas globales como también en la especificidad de cada una de nuestras ciudades. No es un asunto meramente práctico, porque a nadie se le escapa que la crisis originada en esta pandemia forma parte de un punto de inflexión histórico.

Si la modernidad se apoyó en supuesto hoy considerados universales como extensión de derechos, de accesibilidad ¿de qué modo los ecos de esa modernidad viven en las ciudades de hoy?

– Las metrópolis han sido históricamente los espacios públicos complejos, heterogéneos, diversos, donde construirse vidas emancipadas, pero también los lugares donde la modernización ha degenerado en sus tendencias más proclives a la explotación y contrarias a la vida buena. Esa contradicción histórica creo que sigue encarnada en nuestras ciudades postmodernas, que son artefactos en crisis, a punto de colapsar.

De una manera semejante, sigue encarnada en nuestra relación contradictoria con los derechos o las libertades. La concepción eurocéntrica de la ciudadanía, por ejemplo, ha sido una herramienta histórica tanto de emancipación como de segregación o de anulación de otras concepciones de la comunidad o de la subjetividad. Hoy día estamos obligados a criticar esos desajustes históricos, pero tampoco podemos abandonar completamente la necesidad de ampliar los derechos o las libertades, porque, si lo hacemos, dejamos el mundo abandonado en manos de las nuevas formas de autoritarismo y de violencia estructural.

A la crítica sobre los efectos naturales y sociales que producen las ciudades se le sumó con voracidad las que llegaron con la pandemia y la necesidad de revisar prácticas, modos de organización, de vivir ¿Qué rol tienen las artes visuales, como las obras de esta muestra, para pensar estos «retos epocales» de «crisis abismales», como decís?

– «Ciudad invisible» contiene una colección de imágenes que sugieren qué se esconde ahí latente bajo la superficie de las calles vaciadas, que muestran hasta qué punto la fragmentación metropolitana alcanza contemporáneamente aspectos insostenibles, o que nos recuerdan que las arquitecturas de la ciudad no son solamente estructuras funcionales que se pueden conservar, demoler o modificar sin que nada suceda, porque en esa materialidad está inscrita toda la complejidad histórica de las formas de vida modernas.

Afrontar esta profunda crisis que estamos atravesando requiere tomar conciencia de esta enorme complejidad histórica de nuestras ciudades, y esta complejidad está oceánicamente recogida en las imágenes producidas a lo largo del siglo pasado, con las cuales dialogan siempre, inevitablemente, las imágenes contemporáneas, porque esas representaciones históricas ya forman parte indisociablemente de nuestro inconsciente colectivo de la ciudad.

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