La 12da. edición del Festival Internacional de CineMigrante se llevará a cabo desde este martes 26 hasta el miércoles 3 de noviembre y combinará exhibiciones en salas presenciales y virtuales con acceso libre y gratuito, en un encuentro en el que «hablar de lo migratorio es hablar de un mapa colonial que aún persiste».
«El festival ha ido profundizando su propuesta programática. Construye un sentido sobre por qué millones de personas tienen que salir del lugar en el que han nacido para poder garantizar su subsistencia», expresó la directora del festival, Florencia Mazzadi, en una entrevista con la agencia de noticias Télam.
«Hablar de lo migratorio es hablar de por qué las identidades nacionales siguen siendo una fuente de legitimación para decidir quién nace y puede vivir y quién nace y va a morir viviendo. Hablar de lo migratorio es hablar de un mapa colonial que aún persiste, del racismo como modo de legitimación de esta persistencia en la determinación de quién vive y quién muere. Y qué vida es la que importa», reflexionó la también curadora de esta edición.
Este año las cinco salas de exhibición online funcionarán de 18 a 24, transmitiendo en vivo más de 80 películas de su programación presentada a través de sus secciones centrales, retrospectivas, charlas, encuentros con directoras, directores y conferencias, y a esto se le sumarán proyecciones presenciales todos los días al aire libre.
El festival iniciará el martes 26 a las 19 en la explanada del Cultural San Martín con la premiere latinoamericana de la película de apertura, «Juste Un Mouvement» de Vincent Meessen, un filme ensayo que combina la vida del militante senegalés Omar Blondin Diop, muerto en prisión en 1973, con una relectura actual de «La Chinoise» de Jean-Luc Godard, película en la que Diop actuó.
Además, el miércoles 27 a las 20.30 y como apertura de la programación online podrá verse un encuentro entre la española Almudena Escobar López con la chilena Vanja Munjin Paiva y Mazzadi, curadoras de «Fabulación de archivos: Rastros sensibles de una opacidad», la sección central de esta edición del festival.
La programación de este año contará también con el foco «Una parte sin un todo» sobre la obra del director Sky Hopinka; la sección «DocLisboa Pasados Posibles» a cargo de Joana Sousa y Miguel Ribeiro -directores del festival portugués-; el programa «La región más transparente», que reúne trabajos del colectivo mexicano Los Ingrávidos; y un Panorama realizado junto al colectivo Rabia, que presenta más de 19 películas de 12 países.
Para acceder a las películas en streaming el espectador deberá registrarse en cinemigrante.org; las salas presenciales en CABA serán en el Cultural San Martín, la Casa Nacional del Bicentenario y en La Manzana de las Luces, mientras que en Vicente López se podrá ver el festival en el Cine York.
¿Qué expectativas tienen con la vuelta de la presencialidad?
Es un desafío porque no estamos igual que antes de la pandemia. Las pantallas fueron parte de nuestra vida cotidiana, y estamos saturados de ellas e implican una intermediación. Pero el cine no es esa pantalla individual que intermedia, sino que es una acción colectiva cuyo objetivo es crear un hábitat temporario para un sentir común. Y ese será el desafío, si ese espacio puede o no volver a ser el mismo, si las imágenes en movimiento en un hecho colectivo tendrán ahora más sentido por su hecho común o si ellas nos recordarán a un momento en el que la pantalla nos implicó un encierro y un duelo colectivo.
¿Cuál es la particularidad de esta edición?
Haber transitado la pandemia y de alguna manera entender que el colapso que vivimos está provocado por este modo de habitar el mundo cuya esencia es la producción constante de productos, de cosas, más allá de las necesidades. Y el cine no está exento de esto, ni los festivales. Producir la novedad, lo nuevo, ilimitadamente, con el concepto de estreno. Si el cine es una narrativa posible para una transformación, entonces tal vez lo que precisamos no son más y más productos, películas, sino rever lo que hemos hecho, pensar la trama de lo que hay y ponerla en relación.
En ese sentido, ¿cómo incide la pandemia en los derechos de las personas migrantes?
La pandemia ha extendido el sistema de control de los cuerpos y de las fronteras. Por un momento, casi toda la humanidad experimentó lo que el pueblo migrante experimenta ya hace décadas. Identificaciones, controles biométricos, de movimiento, permisos para circular, prohibiciones para cruzar una frontera, sea nacional o sea de un barrio a otro. Y para las personas migrantes fue aun peor que para las que no están en situación de movilidad. Un sistema de control fronterizo y políticas migratorias a fronteras cerradas que se suma al derrotero de las desigualdades económicas que se profundizaron más. El mapa final es personas con mayores necesidades, movimientos migratorios más masivos, y con controles y una represión más violenta.
¿Cómo fue el proceso de selección de películas, de secciones y de focos para este año?
El trabajo de este año fue preguntarnos cómo se narra lo que habitamos. Hacer énfasis en el modo de contar la vida. Qué ha quedado por fuera de nuestro modo de retratar el mundo como para no hacer eco de la magnitud del genocidio y ecocidio que estamos viviendo.
En esta edición se pondera más que nunca la estructura curatorial con el trabajo que hicimos con Almudena Escobar López y Vanja Munjin Paiva.
¿Creció el interés de los cineastas más jóvenes para reflejar la temática migratoria?