por Marina Sepúlveda
En ocasiones, a la experiencia que trae la edad se adosa la consagración contemporánea para artistas que continúan creando y son referentes, como Luis Felipe Noé con sus pinturas y libros, Julio Le Parc con sus obras y Marta Minujin con su flamante llegada al MoMa de Nueva York y la conquista de un doctorado honoris causa que le acaba de otorgar la Universidad Di Tella. Son “personalidades destacadas” para los cuales el reconocimiento en vida constituye “un signo de madurez de una sociedad”, afirma Andrés Duprat, director del Museo de Bellas Artes, donde estos tres artistas han tenido reconocimiento reciente.
En una escena reciente de principios de noviembre, Noé y Minujin posaron ante las cámaras atentas frente a los nuevos cuadros de «Yuyo» expuestos en Arteba, la feria de arte anual que hace dos semanas celebró su trigésimo cumpleaños en La Boca.
Ambos artistas son íconos casi indispensables del sistema artístico, no solo por sus trayectorias y proyección internacional, sino también por el afecto que despiertan y la admiración de sus obras y personalidades. Este es también el caso de Le Parc, el artista argentino radicado en Francia desde hace más de cinco décadas al que en los últimos años se les dedicaron importantes retrospectivas en el Centro Cultural Kirchner y el Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA).
«El reconocimiento en vida de una personalidad destacada en el arte o en la ciencia implica un signo de madurez de la sociedad ante todos aquellos que tuvieron uno tardío -explica Andrés Duprat, director del Bellas Artes-. Hay demasiados ejemplos en la historia de personajes de vanguardia que vivieron una vida miserable, o fueron perseguidos o ignorados y que, después de su muerte, fueron valorizados y reivindicados».
«Una de las líneas de trabajo que llevamos adelante desde el Museo tiene que ver justamente con estar atentos a nuestros artistas mayores y, conscientes de la importancia de nuestra institución, reconocer su obra a través de exposiciones, homenajes o premios», explica Duprat.
En los últimos años, se realizaron en ese espacio numerosas exposiciones de artistas relevantes en actividad, entre los que están Norberto Gómez, Le Parc, Diana Dowek, Noé, Carlos Alonso, Guillermo Roux y César Paternosto.
Para Duprat, estás personalidades, además de su obra, «operan como referentes que estimulan la escena artística»; una escena que no es «una suma de individualidades» sino que la concibe «como un campo de creación colectiva, absolutamente sinérgico y conectado». Y en ella, estos referentes «abren caminos para las generaciones siguientes y son una manifestación palpable de que es posible trascender y dejar una impronta y un legado», reflexiona.
¿Podemos considerar a estos artistas como exponentes del arte argentino? «Hablar de nacionalidades en las producciones de arte contemporáneo puede resultar anacrónico. Pero si bien tanto la obra de Minujín como la de Le Parc y la de Noé se sustentan en búsquedas formales y conceptuales de carácter universal, o por lo menos occidentales, hay un punto de vista profundamente argentino en el abordaje que Noé hace de la teoría del caos, Minujín de la experiencia sensible y Le Parc del estudio de la luz, el color y el movimiento», analiza Duprat.
Le Parc vivió la mayor parte de su vida en París -dice el director del Bellas Artes- mientras que Minujín y Noé tuvieron largos períodos en París y Nueva York y allí se nutrieron de las tendencias globales, pero los tres se formaron en Argentina desde donde construyeron su mirada y su voz original y vanguardista que atravesó el tiempo. Si tal como escribió Rainer María Rilke la verdadera patria es la infancia, creo que llevamos ese sino toda la vida, residamos donde residamos», afirma.
Y enumera otros artistas relevantes como Antonio Seguí, Liliana Porter, Leandro Katz o David Lamelas, «que, aún viviendo en otras latitudes por décadas, poseen una obra con una fuerte impronta argentina», al igual que en literatura están Julio Cortázar, Juan Rodolfo Wilcock o Juan José Saer, que viviendo en el exterior «son exponentes y referentes de la cultura».
Tal vez, la famosa expresión de Minujin «Arte, arte, arte» permanezca como mantra repetido hasta el cansancio, como motivación, o se complete con sus distintas obras y su sensibilidad, que derivaron durante 2020 en la obra «Pandemia», que con sus 26.000 tiritas pegadas sobre lienzo fue exhibida este año en el MNBA, o sus colores flúor en la instalación «Implosión» más recientemente en Buenos Aires; así como la torre de Big Ben londinense acostada en el Festival Internacional de Manchester -de su serie de «Acostar los mitos» (para dar lugar a nuevos)- o el espacio preferencial en el MoMA de Nueva York. Y, aunque la otorgación del doctorado honoris causa por parte de la Universidad Di Tella sella una etapa de su vida como artista en su reconocido paso por el célebre Instituto homónimo en los 60, no la clausura.
En clave diferente, Le Parc decía en una entrevista reciente: «Yo nunca pongo mucho énfasis a la categoría de artista. Vengo haciendo cosas desde siempre, experimentando, ensayando, jugando, divirtiéndome o no, con la finalidad de acercarme al espectador».
El museo le dedicó la muestra «Transición Buenos Aires-París (1955-1959)» en paralelo a la retrospectiva en el Centro Cultural Kirchner (CCK) en 2019. En este centro cultural, desde 2015 está su «Esfera azul», una obra de la serie que incorpora los elementos exteriores -el aire y los reflejos- y que proviene de desarrollos de los 60 sobre la inestabilidad con la idea de lo que es y al mismo tiempo va cambiando.
Durante la pandemia global, y el «confinamiento» parisino, el video «Julito confinado» realizado por su hijo lanzó un «Optimista siempre» mientras mostraba un activo artista en su hábitat.
Referente del arte óptico y cinético internacional, también durante la pandemia Le Parc (Mendoza, 1928) instaló un gran móvil en la Tabakalera de San Sebastián (España) llamada ‘Kuboa’: una obra de 10 metros de perímetro, y una tonelada de peso compuesta por 2.660 piezas de acero inoxidable.
Y recientemente tuvo su primera muestra individual en Japón con «Les Couleurs en Jeu» («Los colores en juego»), en el espacio de arte Le Forum de la Fundación Hermes ubicado en el distrito de Ginza, en pleno corazón de Tokio.
A sus 92 años y radicado en Francia desde 1958, el artista fue inspirado por Piet Mondrian y el movimiento constructivista ruso. Le Parc utiliza la abstracción geométrica como los colores «para desafiar el papel tradicional del arte como algo apreciado por la élite y consumido pasivamente».
Por otra parte, Luis Felipe «Yuyo» Noé (Buenos Aires, 1933) reforzó durante la pandemia su trabajo pictórico y literario con sus ya tradicionales muestras de fin de año en la galería Rubbers, y las publicaciones de «El arte entre la tecnología y la rebelión» (2020) -que esperó 50 años para ser publicado- y la nueva edición de su novela «Códice rompecabezas sobre Recontrapoder en cajón desastre», y la puesta de su instalación «Entreveros» en el Muntref, mientras continúa motivado con otra obra que lo desvela: el libro «La asunción del caos».
Parte del grupo «Nueva figuración», que tuvo sus homenajes en el Museo Nacional de Bellas Artes este año, Noé refiere: «La temática siempre es la misma. Mi tema es pellizcar algo de ese gran todo que nos supera que es lo que llamo caos», porque «la vida es caos».
«Estoy produciendo y sobre todo, tengo 88 años, no le tengo miedo a la muerte pero le tengo terror a la muerte en vida, entonces tengo que tratar de concretar todas las cosas que quiero concretar», afirmaba
también en diálogo con Télam en ocasión de su nueva muestra «Tiempo sin edad»:
En 2017 el Bellas Artes le dedicó la muestra «Luis Felipe Noé. Mirada prospectiva», un recorrido de 60 años por sus obras con acento en la «estética del caos».
También en estos días está disponible, en el Festival de Mar del Plata con visionado en línea y gratuito, «Tres en la deriva del acto creativo», del cineasta Fernando «Pino» Solanas, fallecido el año pasado en París. El documental póstumo reúne a tres referentes del arte: Noé, el dramaturgo y actor Eduardo «Tato» Pavlovsky y el propio cineasta. El filme es acompañado con el ciclo homónimo con conversaciones y la exhibición de la instalación «Coherente oxímoron» (2014) de Noé en el CKK.
Entonces, para no tener cuentas pendientes se deberá estar atento a «nuestro entorno artístico» como «una tarea continua de sensibilidad, lecturas, estudio, puesta en contexto y reflexión», porque «no se puede valorar lo que no se conoce», aclara el Duprat.
«El reconocimiento de un artista y su obra puede provenir de diferentes lugares, desde la academia, las instituciones, los otros artistas, la crítica o el público general». Y en la particularidad de argentina en atención a la «pluralidad y heterogeneidad, una de las cuentas pendientes es el reconocimiento y visibilización de artistas de las provincias que poseen una poética que responde a un canon diferente al que impera en Buenos Aires», concluye.
Parte del reconocimiento a los artista se inscribe con los Premios a la Trayectoria organizados anualmente por el Ministerio de Cultura desde el Palais de Glace se otorgan pensiones vitalicias «a ocho de los más destacados artistas plásticos del país, cuyas obras pasan a integrar la colección del MNBA», entre los cuales figuran Noé y Minujin.
Le Parc, Noé y Minujin, comparten, entre otras cosas, otro tipo de vínculo entre obra y espectador, aunque el lugar del artista y su práctica no sea la misma, así como una salirse de lo bidimensional como experiencia, y por sobre todo una actividad incesante.