por Alicia Alvado
Ante nueva celebración de Iemanjá, académicos y referentes religiosos llaman la atención sobre la persistente discriminación y criminalización de los cultos de matriz africana, a cuyo panteón pertenece esta deidad yoruba del agua de mar, cuya popularidad parece insuficiente para terminar con el estigma.
«Tenemos una fe que se conformó acá como fruto de la trata esclavista y nos parece horrendo en pleno siglo XXI no exista para nosotros la libertad religiosa», dice Viviana Postiglione, integrante del grupo de fieles que creó un petitorio en Change.org dirigido al Inadi y el Enacom para que cese la discriminación en los medios.
La recolección de firmas se inició después de que portales y canales de radio o televisión de todo el país informaran que «rescataron a un chivo que iba a ser asesinado en un templo umbanda».
Postiglione cuestiona que «se nos estigmatice siendo que en nuestro ritual sagrado sólo inmolamos animales de corral», que «no son maltratados», y además después son cocinados para ser «comidos por quienes participan de la ceremonia».
«Nosotrxs no sacrificamos gatos ni perros», añade y explica que la escandalización de algunas personas demuestra que «hay cierta hipocresía» en un país donde «se consumen 48 kilos per cápita de carne vacuna por año».
«Nos tienen que respetar porque es nuestra fe y la libertad para practicarla es un derecho humano fundamental», dijo Postiglione.
En Argentina hay más de 400 templos umbandistas o africanistas inscriptos en el Registro Nacional de Cultos No Católicos, es decir, cuyas actividades cuentan con el reconocimiento del Estado aunque éste no sea requisito para su funcionamiento.
A pesar de eso, se sigue asociando estas religiones no sólo con el maltrato animal, sino con el curanderismo, el satanismo, la brujería, la irracionalidad o el primitivismo.
«Para nosotrxs, es como si estuviéramos en la época lombrosiana porque parece que por tener esta fe, sos delincuente. Nuestra religión no tiene ningún ritual donde haya una pérdida de conciencia o la voluntad sea doblegada, no se usa ninguna droga, no matamos animales por placer», dice
«En la iglesia católica hay casos pedofilia con sentencia judicial y no por eso voy a generalizar que todos los sacerdotes lo son, pero eso sí ocurre con nosotros», agrega.
Tanto en Inadi como el Enacom sacaron dictámenes corroborando casos de discriminación en medios y ambos organismos han emitido una serie de recomendaciones de «buenas prácticas de comunicación» al respecto
En tanto, el doctor en Antropología por la Universidad de California y licenciado en Sociología de la UCA, Alejandro Frigerio, explica que «las religiones de origen afro están en la Argentina desde la década del 60» cuando llegaron de Brasil y si bien mucho antes de eso «hubo religiosidad afroargentina» derivada de la trata esclavista, «en algún momento del fines del siglo XIX y principios del XX desaparecieron», presumiblemente «por presión social».
Hoy existen tres variantes: «la umbanda», una versión más sincrética «que llegó del sur de Brasil» en los años ’60 e incorpora elementos del catolicismo y el espiritismo; «el batuque», que «es una variante más africana que vino en los ’80 de Río Grande»; y la «quimbanda», que «en la década del 90 empieza a independizarse del umbanda».
El investigador del Conicet señala que mientras en el batuque «vos cultuás a los orishás», que son fuerzas poderosas de la naturaleza entre las cuales se encuentra Iemanjá, «en la umbanda vos cultuás principalmente espíritus de indios, negros y gitanos que vuelven a ayudar a los vivos» como los preto velho (viejo negro) o los caboclos (mestizos) «porque se cree que los orishas son más remotos y son una fuerza espiritual demasiada fuerte» para ser incorporados por los mediums; y en la quimbanda se incorporan espíritus denominados «exus» y «pomba giras» que corresponden a «personas que tuvieron una vida complicada, marginal» pero que también regresan con buenas intenciones.
En estas religiones «hay tres formas privilegiadas de relacionarse con el mundo espiritual»: el «juego de buzios» (caracoles) para «comunicarse con las fuerzas espirituales» en el batuque; el «trance» que es común a las tres vertientes; y las ofrendas materiales que se realizan tanto en el batuque como en la quimbanda y que «pueden ir desde frutas y comidas preparadas ritualmente hasta sacrificio de animales».
«Esta (última) práctica es muy resistida a pesar de que aparece en la biblia porque en el catolicismo se sublimó en la hostia, mientras en las religiones de origen afro los sacrificios siguen siendo reales. Y como la iglesia sigue sigue el modelo legítimo, cuando más se aparta de él una religión, más sospechosa es», dijo.
Por otra parte, «el sacrificio ritual de animales no está prohibido» y los templos batuque o quimbanda dejan constancia que las realizan cuando se inscriben en el registro de cultos.
En cambio las fiestas de Iemanjá, que «están bien vistas» porque se las toma como «ir a la playa a dejar flores» en el marco de «una apropiación» de esta figura «casi como una santa popular» a la que se invoca «por protección, yendo más allá de la religiosidad afroumbandista».
Por su parte, el organizador de la celebración de Iemanjá en Mar del Plata, el baba (padre) Hugo Watenberg, dice que este reconocimiento llega después de «38 años haciendo esta ceremonia y habiendo pasado todo lo que puede pasar con una religión atípica», como tener dos patrulleros expectantes para «ver qué hacíamos» o un grupo de «evangelistas rezando ‘apártate satanás'»
«Cuando hicimos la primera procesión éramos 15 personas y fuimos creciendo hasta que en la de 2020 éramos 14 mil personas. La nuestra es la segunda más convocante después de Bahía y fue declarada de interés turístico y cultural por el Partido de General Pueyrredón y la Provincia de Buenos Aires», añade.
Y si bien, «últimamente no sufrimos discriminación en la celebración de Iemanjá» en virtud de tanta trayectoria y de «la enorme popularidad de esta orishá en todo el mundo», las religiones de matriz africanas sí la siguen soportando a nivel país «con todo el daño que esto le hace a nuestras familias», acota
Para Watenberg, que ganó «dos juicios civiles y dos penales» contra medios de comunicación, la clave para terminar con el estigma es «cambiar la ley de culto» dado que a las religiones no católicas se les exige una veintena de requisitos de difícil cumplimiento para poder inscribirse en el Registro de Cultos –como tener título de propiedad o contrato de locación a su nombre- y no pone a todas las religiones en pie de igualdad.
El religioso recordó que la ley 21.745 dictada por Videla en 1978 tuvo por objetivo «saber quién era quién» en tiempos de feroz represión y control social, y no es acorde a los tiempos que corren
«Nuestro culto es tan hermoso como todos y si alguno comete un error, como el padre Grassi (entre los católicos) debe actuar la justicia, pero no se puede comprometer por ello a la sagrada religión», dijo.
Foto: Carlos Brigo / Télam