sábado, noviembre 23

LEYENDAS PORTEÑAS, DE PEPE REQUEJO AL PETISO OREJUDO

Una de las condiciones para que un relato alcance la categoría de leyenda urbana es que cuente con «una buena historia, por más rara y exótica que sea», dice Víctor Coviello quien aborda en el libro «Buenos Aires tiene barrio», junto a Leonel Contreras, distintas leyendas que surgen porque ayudan a consolidar una identidad.

«Hay un intento de sentirnos parte, de arraigarnos a nuestro pequeño espacio geográfico. El relato oral es una forma de identificar esa porción de territorio. Si vas a Parque Chas, seguro te perdés. Esa consigna ya está instalada y sus habitantes lo sostienen con orgullo. Ser del barrio no es para cualquiera. Y así podríamos dar muchas peculiaridades de los distintos barrios que van a descubrir en nuestro libro», dice Coviello, autor además, junto a Guillermo Barrantes, de «Buenos Aires es leyenda».

¿De dónde surgió la leyenda de Pepe Requejo?, un andaluz que a principios del siglo XIX tuvo una pulpería en Buenos Aires, pero no en cualquier sitio, nada menos en lo que se llamó, por un tiempo, «La Calle del Pecado».

La inauguración de la Plaza de Toros de Monserrat convirtió a las cercanías en una zona burdeles y prostíbulos y en esa media cuadra donde hoy solo queda una vereda contigua al Ministerio de Salud y Desarrollo Social, Requejo había tenido su local. En La calle del pecado, había instalado la pulpería «La mala muerte».

«Este personaje se habría casado dos veces con mujeres acaudalas que lo dejaron viudo sospechosamente rápido. Ya había insistido con una tercera que denunció que estaba siendo envenenada poco a poco por su marido. En 1812 fue detenido por asesinato pero se suicidó antes de ser condenado», repasa Coviello.

El catálogo de mitos y leyendas urbanas de este libro rescata personajes populares como Evita y Gardel, pasando por espectros de todo tipo y hasta por un enano vampiro, Belek, «algo que en principio suena hasta bizarro -advierte el autor-, pero la leyenda cuenta que a fines de los 70, en plena dictadura, se había instalado por un tiempo El circo de los Zares en la zona del Nuevo Gasómetro, es decir la cancha San Lorenzo, y este individuo, que había sido expulsado por sus extrañas conductas comenzó a rondar la zona del Bajo Flores una vez que el circo dejó la ciudad».

«Era tal el terror -indica Coviello-, que la gente no quería salir de sus casas cuando bajaba el sol, aunque una derivación del mito afirma que fue esparcido por los militares para que nadie saliera de sus casas. El caso es que Belek seguiría viviendo en el Cementerio de Flores, esperando».

El muestrario que propone esta publicación se completa con «monstruos peligrosamente reales, como el petiso orejudo de Parque Patricios, un psicópata asesino de niños», remarca el investigador.

La famosa Penitenciaría de la calle Las Heras

En el espacio que hoy ocupa el parque Las Heras se edificó la Penitenciaría Nacional, donde «tuvieron lugar varios fusilamientos», agrega a su turno Contreras. En ese terreno, circundado por las avenidas Coronel Díaz, Las Heras y por las calles Salguero y Juncal, se ubicaba la quinta de Teodora Echechipía, que había sido comprada por Rosas en la década de 1840.

Cómo surgió esa penitenciaría es otro de los relatos que se recuperan en este libro. «En lo alto de la barranca, donde ubicamos el Parque Las Heras se decidió construir una cárcel que se encargó al arquitecto Ernesto Bunge: hablamos de la Penitenciaría Nacional de la calle Las Heras, como se la conoció y que fuera inaugurada en 1877. Constituida por siete pabellones, estos conformaban un conjunto panóptico con varios cuerpos que convergían en un centro común.

– ¿Por qué la penitenciaría trascendió a lo largo de los años?

– Allí se ejecutaron varios fusilamientos famosos, algunos cuando todavía se aplicaba la pena de muerte por delitos comunes como el caso de Domingo Cayetano Grossi, Giovanni Lauro y Francesco Salvatto, y otros como el del anarquista Severino Di Giovanni y el del general Juan José Valle, tras su intento de alzamiento durante la Revolución Libertadora. Fue demolida en 1962 y posteriormente, se decidió la apertura del espacio público que desde 1982 es el Parque Las Heras.

Entre los cinco fusilados por delitos comunes se encuentran el argentino José Meardi (1894) y el español Ricardo González Cruz (1903), ambos uxoricidas, asesinos de su mujeres. El primero acababa de llegar de Italia recién casado con una mujer italiana, a la que asesinó al poco tiempo de su arribo. Para la justicia argentina era difícil determinar el vínculo, pero sin embargo se pudo comprobar y eso agravó la carátula y lo terminaron condenando a pena de muerte.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *