por Marina Sepúlveda
Más allá de las recientes jornadas realizadas en Jujuy o en el CCK sobre su obra, en el centenario del natalicio del filósofo y escritor Rodolfo Kusch su pensamiento cobra vigencia en el libro «El teatrar de Rodolfo Kusch» desde una dimensión poco abordada de su quehacer, la de su dramaturgia, donde al igual que en su producción ensayística buscar dar cuenta de una América profunda, desechando la idea de un teatro burgués al que critica por reproducir modelos ajenos y darle la espalda a lo identitario.
Filósofo, antropólogo y dramaturgo, y uno de los olvidados por la academia durante bastante tiempo, Günter Rodolfo Kusch (1922-1979) es considerado uno de los fundadores de la Filosofía de la Liberación y un anticipador de la corriente intercultural de la filosofía y las ciencias sociales contemporáneas a partir de sus investigaciones y ensayos sobre la cultura popular, ideas que condensó en textos como «La seducción de la barbarie» (1953) o «América profunda» (1962).
Con una obra situada en el pensamiento popular e indígena americano, dedicó gran parte de sus 57 años de vida a describir esa América profunda, como él la llamaba, una obsesión que lo llevó a realizar trabajos de campo en el noroeste argentino, en Bolivia y Perú, lugares donde también se desempeñó como profesor de filosofía y antropología. Su decir lúcido pero indócil provocó que en 1976 le revocaran sus cargos en la Universidad Nacional de Salta, por lo que decidió mudarse a Maimará (Jujuy), un pequeño pueblo en el corazón de la Quebrada de Humahuaca, desde donde continuó trabajando y escribiendo.
A cien años de su nacimiento, su pensamiento fue retomado recientemente en dos ciclos -uno realizado en el CCK y otro en Maimará (Jujuy)- pero además junio, mes de su fallecimiento, fue declarado por la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, de donde egresó en 1948, como el «Mes de Rodolfo Kusch».
La revalidación de sus aportes se prolonga ahora en «El teatrar de Rodolfo Kusch», texto publicado por el Centro Cultural de la Cooperación «Floreal Gorini» (CCC) y realizado por Jorge Dubatti y Juan Pablo Pérez, que se presenta como un homenaje al pensamiento del filósofo argentino, que incluye textos de ambos investigadores y prólogo del dramaturgo Mauricio Kartún.
«Hacer arte supone una revelación, porque implica sacar a relucir la verdad, que yace en lo más profundo del país, para llevarla a la escena, al papel o al cuadro. Pero hacer eso entre nosotros significa crearlo todo de nuevo», dice Kusch en «Traición o cultura» (1960), mientras plantea la necesidad de una «revolución cultural», como parte de sus reflexiones críticas que mantienen su vigencia en esa búsqueda de la esencia geográfica, humana, en eterna disputa.
Y si bien con el tiempo nuevos conceptos se trasladan al habla cotidiana y las expresiones artísticas, tal vez, podría imaginarse al autor disertando sobre la deconstrucción de Jacques Derrida, el pensamiento situado, el compost y el residuo (Donna Haraway), o bien la tan en boga «cancelación» cultural. Una actualidad que también se soslaya en esa crítica a la clase media y la academia acomodaticia que lo hace hablar del «blanco descastado de los suburbios, el mestizo y el indio».
El flamante libro rescata el Manifiesto Arte de América de 1959, «un texto que invita a repensar la historia del teatro argentino» como dice Dubatti, y que pone en palabras el quehacer del grupo fundado en 1957 del cual Kusch es su voz, a través de sus doce propósitos.
Además, incluye prefacios de las obras de teatro «Tango», «Credo rante» y «La muerte del Chacho» o textos como «El sentido de lo trágico en el arte indígena», donde contrapone la concepción trágica griega y occidental que sanciona, a ese otro «teatro sin sanción», y revela una naturaleza ante la cual hay respuestas comunitarias que distan de la idea de dominio que predomina en economías y políticas.
Y como antecedente, este teatrar que evade lo formal, tiene en «Arte, Estética, Literatura y Teatro en Rodolfo Kusch», reeditado en pandemia y coordinado por el investigador José Tasat y Pérez, textos sobre esa obra temprana del autor que nunca abandonó, pero que fue eclipsada por la filosófica.
El libro surgió como un «repensar un repertorio de trabajo y producción de Kusch que arranca tempranamente con la literatura y la estética en los años 40 y 50 y que tiene continuidad hasta principios de los 70», en paralelo a su trabajo filosófico, relata Pérez. Y prosigue: «Nunca dejó de lado la reflexión y los modos de producir y pensar en distintos lenguajes y disciplinas, la condición de lo artístico para pensar lo americano».
«Entre 1956 y 1960 escribe sus cuatro obras de teatro, pensándolas desde lo popular, lo americano con cierto cruce de la historia con la memoria oral», a la que se suma «una pieza tardía, ‘Cafetín’ (1965), su última obra que nunca publicó y que de algún modo estaba dialogando con las experiencia de finales de los 60 y principios de los 70 que después se transformaron en los audiovisuales a los que llama ‘puchometrajes'», señala.
La propuesta del libro responde a adentrarse «en esa producción y reflexión teatral, en otros modos de hacer y de pensar el lenguaje de lo americano», desde el teatro y las artes visuales.
Es así que a través del teatro como disparador se concentraron «en la segunda mitad de los años 50 que llevó a Kusch a posicionarse como dramaturgo, como una de las facetas del intelectual que no sólo debe pensar la realidad desde la filosofía o la literatura, sino también desde la dramaturgia», explica Pérez.
¿Cómo se repiensa el concepto de teatralidad que se inscribe en el título del libro? «El término es de Mauricio Kartún y el propósito era jugar con esa idea de que el teatro ‘teatra’, entonces el teatrar en Rodolfo Kusch también aborda en su concepto otra dramaturgia en torno a a pensar un arte americano y popular, que el autor plantea en algunos pasajes y en algunos aforismos del Manifiesto colectivo de Arte de América que no firma, por lo cual no fue recopilado en las obras completas».
Sin embargo, ese texto tiene la impronta de su escritura, «su mirada crítica de pensar que el teatro o el arte o la estética pueden estar a la misma altura de pensar las experiencias, las vivencias y las prácticas asociadas a la vida cotidiana, al fútbol o como dice él, a un mensaje inscripto en la letrina de un baño público», explica Pérez.
«El concepto de teatralidad, del teatrar como el de estética, está desbordando la noción de arte occidental y esa es su preocupación, querer dar cuenta de una búsqueda de otra formalidad de pensar, de un canon que no sea occidental -indica el investigador-. Kusch habla de un arte monstruoso, pero más allá de esas categorías, está el recorrido que va del contenido a la forma», a través del contenido el encontrar una forma que pueda expresar otros modos desde la literatura o el teatro, en este caso, del hacer colectivo, comunitario, que pueda dar cuenta de lo popular en América, esa sería un poco la idea», explica.
Pérez indica que en la idea de Kusch de “maltratar al teatro” se resume un gesto vanguardista al querer implosionar todo, porque “es preciso buscar una forma americana”, y ya no ese teatro burgués al que se debe poner en debate y discusión. Un teatro al que el pensador critica por reproducir modelos ajenos y darle la espalda a lo “autóctono”.
Pérez imagina que «esta suerte de implosionarlo todo, de revolucionar las prácticas teatrales» que conlleva ese «teatrar colectivo, comunitario sobre su propia práctica como dramaturgo y trabajo colectivo a través del grupo Arte de América» implicaba en Kush el ensayo de un «teatro comunitario» compuesto por «artistas quizás no profesionales, que daban cuenta de sus propias historias. Un teatro hecho por la propia comunidad, el propio pueblo que cuenta su historia, y de algún modo, ese teatro pensado itinerante, pudiera recorrer distintos lugares amplificando en el territorio las propias historias de vida».
«Kush está indagando, buscando otros modos del hacer teatral, pero sobre todo quiere derribar los preconceptos de lo popular, lo americano y sus modos de representación a través del teatro burgués», indica Pérez como una posible respuesta de la propuesta dramatúrgica.
«Para un arte grande se necesita al pueblo» decía Kush, para quien las expresiones subversivas están en la baguala, el tango, el sainete o el fútbol. Pero a la distancia ¿Cuáles serían las expresiones actuales de esa fealdad y hediondez de las que habla el pensador? ¿cómo pensarlas contemporáneamente? «El fútbol es hoy un deporte de élite en cuanto a su recepción, consumo, participación. Ha dejado, bastante más allá de lo masivo, de ser popular en los términos en que lo plantea Kusch», apunta.
«Algo que está presente en el prólogo de Kartún, algo que está en lo periférico, lo marginal, en las movilizaciones sociales, los acampes, pensando sobre todo desde la crisis del 2001 en adelante. Tiene que ver con lo comunitario, lo colectivo, con lo que desborda esas lógicas normativas de la pulcritud que impone el sistema constantemente. Entonces habría que indagar en otros espacios y ámbitos para poder pensar esa teatralidad de las que nos hablaba Kush a la hora de imaginar y de construir algún sentido de lo popular», concluye Pérez.
Fuente: Télam