por Clara Olmos
Sobrevivientes trans de la persecución sistemática durante la última dictadura militar resaltaron la importancia «social y simbólica» de que el Estado reconozca y repare las «vidas de exclusión y vulneración» que padeció el colectivo durante este periodo y reclamaron por el reconocimiento de la violencia policial que «se recrudeció» durante los primeros años de democracia, en ocasión del Día Internacional de la Memoria Trans, que se conmemoró el 20 de noviembre.
Son muy pocas las que hoy se encuentran con vida para narrar lo que tuvieron que pasar durante la dictadura. Fabiana «La Cañito» Gutiérrez, Marzia Echenique, Carolina Boetti, Mariana «La Choco» Fernández y Karina Pintarelli son algunas de ellas, quienes entre 2018 y 2022 fueron reparadas históricamente por los estados de las provincias de Buenos Aires y Santa Fe y el nacional, respectivamente.
«Era una criatura todavía pero lo único que quería era ser mujer. Un día, en la verdulería con mi mamá, vi pasar una mujer trans: fue trascendental para mí porque entendí que no estaba sola. Ahí empecé a ser quien soy», contó Fabiana «La Cañito» (60).
Desde los 14 años empezó con sus «escapadas nocturnas» a las plazoletas de La Tablada, en el conurbano bonaerense, y junto a las salidas comenzó la persecución policial, que no cesó hasta que se exilió en Italia, donde reside desde 1985.
«Conocí los calabozos y la maldad de las personas de muy chica, cuando empezaron a pegarme, a hacerme dormir en el cemento (de las comisarías) o a negarme la comida», recordó.
La de la dictadura militar fue una época muy «dura y oscura» para el colectivo trans en Argentina. «Te chupaban de la calle y no sabías dónde ibas, por ahí te mandaban a Campo de Mayo, al Pozo de Banfield o donde sea», contó La Cañito.
Y con la voz cargada de impotencia, apuntó: «Hacían lo que querían con nosotras, nos abusaban sexualmente, nos hacían bolsa psicológicamente».
«Si bien la persecución era más con quienes militaban, a nosotras nos perseguían para disciplinarnos por nuestra identidad. Éramos una plaga que tenían que exterminar», recordó.
A partir de 1977, La Cañito se fue a trabajar a la autopista Panamericana, en una época signada por una persecución policial letal, amparada en los edictos policiales que regían en la Ciudad de Buenos Aires, derogados en 1998, y los Códigos Contravencionales en la Provincia de Buenos Aires, eliminados una década después.
«Nos corrían a tiros, fue mucha la cantidad de chicas que murieron por cruzar la Panamericana para intentar zafar de estar 30, 90 o hasta 120 días adentro. No conocíamos la libertad», expresó.
En agosto, Fabiana fue reconocida por el gobierno bonaerense como víctima de violencia por identidad de género durante la última dictadura cívico-militar en el marco de la Ley Provincial 14.042.
«Cuando inicié este proceso pensé que nunca iba a salir. Fue una victoria en mi vida», aseguró desde su exilio en Italia.
En comunicación telefónica con esta agencia, la voz dulce de Mariana «La Chocolate» (61) revivió esa misma sensación y aseguró: «Para mí la reparación fue una salvación».
La Choco nació en Corrientes pero al poco tiempo se mudó a Rosario junto a su familia acaudillada por su padre policía, que «nunca la aceptó».
A lo largo de su vida, le intentaron arrancar su identidad de todas las maneras posibles, dentro de su casa, a los golpes, castigos e incluso, durante un tiempo, el sometimiento a la iglesia Evangélica y a curanderos porque -decían- ella «tenía el demonio».
«Estaba enferma y me tenían que curar, eso creían», recordó con un hilo de voz.
El resto de su vida fue la historia misma de este colectivo. Lo que la salvó, dijo, fue «el humor y sus 5 hijos», que tuvo con su «gran compañera» Marcela, con quien se casó «obligada para tapar mi homosexualidad».
En 2019 recibió, junto a casi una veintena de compañeras, la reparación histórica por el gobierno de Santa Fe en el marco de la Ley Provincial 13.298, que establece una pensión mensual a quienes hayan sido «privadas de su libertad por causas políticas, gremiales o estudiantiles» durante la dictadura.
«Valió la pena soportar el sufrimiento, la exclusión, no aprender a escribir porque me rajaban de la escuela, no tener un cumpleaños o una navidad porque nos teníamos que esconder», expresó La Choco y aseguró: «Al menos voy a tener una vejez tranquila, sin tener que pararme en la esquina para comer».
Para dejar registro de esta historia colectiva, las rosarinas Carolina Boetti (58) y Marzia Echenique (59) crearon en 2015 el Archivo de la Memoria Travesti Trans de Santa Fe, una «herramienta fundamental de defensa de los derechos humanos y para la reparación».
Ellas la obtuvieron en 2018 y 2019 respectivamente, por la persecución que sufrieron desde adolescentes.
«Hoy no tenemos derechos adquiridos, sino derechos recuperados, que son los que se nos negaron y que no son ni más ni menos que los que tiene cualquier otra persona», expresaron.
Marzia resaltó el valor «simbólico y social» de «reconocer una deuda que el Estado tiene con un sector de la población al que impulsó a vivir en la clandestinidad» y consideró que es una oportunidad para «acentuar la democracia».
«Cuando era joven éramos un colectivo de 40 mujeres trans. Cuando volví del exilio en Italia quedamos 12», añadió Carolina y resaltó la importancia de «reparar a las que quedan».
De sus casos se inspiró Karina Pintarelli (64) para dar inicio a su proceso para la reparación histórica. «Leí sobre ellas y me propuse poder hacer algo con mi historia», aseguró.
«Mi mamá me contó que esperaba una beba, pero nací bebé. Era una criatura muy bella y delicada», recitó Karina con su libro de poesía en mano, en el patio de «Casa Leonor», donde vive con otras tres compañeras que integran la organización No tan Distintes, que trabaja con mujeres y LGBTIQ+ en situación de calle.
Ese deseo irrenunciable «de ser Karina» la sometió a tres décadas de prontuario en la Policía Federal: constantes persecuciones, detenciones y torturas desde finales de los 60 hasta el 96.
En julio último, Karina se convirtió en la primera sobreviviente trans de la dictadura en recibir una reparación del Estado Nacional y su inclusión en el régimen reparatorio previsto en la Ley 24.043.
«Es un reconocimiento para quienes lo vivimos pero también un mensaje para las más jóvenes. Ahora hay más aceptación, nosotras no vivimos eso», concluyó.
Reparar lo sucedido en democracia, coincidieron todas, aún es una deuda pendiente con todas las mujeres trans «perseguidas sistemáticamente en el periodo post dictadura, que fue aún peor».
Fuente/Foto: Télam