Por Elsa Maluenda
“Yo voy donde no haya entes que me digan nada y tenga que rendir examen de pureza entre impuros”, dijo Don Ata, Héctor Roberto Chavero, descendiente de indios, criollos y vascos que desde la adolescencia se hace llamar “Atahualpa Yupanqui”.
“Había empezado a escribir una monografía sobre los doce incas. Y, en esa época, comencé a firmar ingenuos versos. Como era tímido e introvertido los firmaba con el seudónimo de Atahualpa Yupanqui.
Son los dos nombres de los dos últimos grandes caciques indios que existían a la llegada de los conquistadores”. Yupanqui se traduce en el idioma quechua el que viene de tierras lejanas para decir algo.
“En aquellos pagos del Pergamino nací, para sumarme a la parentela de los Chavero del lejano Loreto santiagueño, de Villa Mercedes de San Luis, de la ruinosa capilla serrana de Alta Gracia.
Me galopaban en la sangre trescientos años de América, desde que don Diego Abad Martín Chavero llegó para abatir quebrachos y algarrobos y hacer puertas y columnas para iglesias y capillas (…) Por el lado materno vengo de Regino Haram, de Guipúzcoa, quien se planta en medio de la pampa, levanta su casona, y acerca a su vida a los Guevaras, a los Collazo, gentes `muy de antes` …”.
Su padre muere en el año 1931. Regresa, entonces, de sus viajes por distintas provincias argentinas, a Junín para reunirse con sus familiares. Viaja a Jujuy, Bolivia y los Valles Calchaquíes.
Cuando en 1931 se encuentra en Entre Ríos, participa en la fracasada sublevación de los hermanos Kennedy. Esto lo lleva a exiliarse en Uruguay y luego en Brasil. En 1934 regresa a la Argentina y se radica en Rosario. Más tarde, se establece en Tucumán. Pasa por Catamarca, Salta y Jujuy y por el Altiplano. En el año 1940, en Tucumán se casa con María Martínez. Este matrimonio no prosperará. Poco después conoce en Córdoba a Paule Pepin Fitzpatrick, “Nenette”, quien será su mujer y también quien colaborará con sus composiciones musicales con el seudónimo “Pablo Del Cerro”.
Por su posición política e ideológica, que sus canciones trasmitían, como por ejemplo, “Adiós Tucumán” y “La añera”, de 1946, fue perseguido y proscripto. Inclusive le costó la cárcel. En 1950 en busca del exilio, se dirige a Uruguay y desde allí a Europa. En París, compartó el escenario con Edith Piaf. Realiza varias giras por el Continente para regresar a Buenos Aires en 1952.
Posteriormente sus visitas a la Argentina fueron cada vez más espaciadas debido a los distintos gobiernos de facto que asolaron al país. Regresa en 1979, y comienzan sus trastornos de salud. En 1986, es condecorado por Francia como Caballero de la Orden de las Artes y las Letras. En 1987 recibe el homenaje de la Universidad de Tucumán. En 1989 se interna en Buenos Aires, debido a un trastorno cardíaco. De todas maneras participa del Festival de Cosquín, y en noviembre de ese año muere Nenette.
Yupanqui viaja a Francia para actuar en Nimes.
Debió internarse en Buenos Aires en 1989 para superar una dolencia cardíaca. Sin embargo, a los pocos días Yupanqui cumplió un compromiso artístico en París. Volvió a Francia en 1992; actúa en Nimes y muere el 23 de mayo. Sus restos fueron repatriados y descansan en el Cerro Colorado, de acuerdo a su voluntad. Dejó en el haber argentino múltiples obras que hablan del sentir de un pueblo.