por Marina Sepúlveda
Documentos, un video que recorre parte de la profusa obra mural, fotografías, entrevistas y obras son parte de la recién inaugurada exposición «Filantropía» en El Obrador de Buenos Aires, una propuesta curatorial que posa su mirada sobre la dimensión social de Benito Quinquela Martín, el gran artista de La Boca que supo plasmar en sus obras el puerto, el trabajo y sus reflejos, al tiempo que proyectó, donó terrenos y obras para escuelas, un hospital odontológico y un teatro como culminación de su larga vida.
Conocido ampliamente por sus imágenes del barrio de La Boca, sus atmósferas y colores, pero también su generosidad, la muestra «Filantropía. Benito Quinquela Martín como transformador social», recupera desde lo documental en diálogo con algunas de sus obras, la figura del gran artista en tanto impulsor de una revolución social en uno de los barrios pobres y humildes del sur de la ciudad de Buenos Aires.
Un barrio turístico y romantizado en la actualidad, de profusos colores y obras públicas con su Caminito y veredas extrañas, donde el puerto, el Riachuelo y la inmigración de fines del siglo XIX y principios del pujante y moderno siglo XX con sus fábricas e idea de progreso configuraron el imaginario del artista, para luego ser volcado como impronta barrial.
Algunos de los pensamientos del artista se inscriben en las paredes blancas de la sala como «Los hombres no valen por lo que tienen, ni siquiera por lo que son, valen por lo que dan», hasta una frase final donde el artista expresaba: «No puedo envejecer, porque debo realizar muchas cosas importantes». Estas y otras frases resumen un recorrido donde lo documental está mancomunado con lo artístico y viceversa.
La figura como «transformador social de su barrio» se manifiesta en «el material de archivo que guía el recorrido, siempre acompañado de su obra y las distintas materialidades con las que experimentó: grabados, óleos, cerámicas, dibujos y carbonillas», tal como explica la curadora de la muestra Gabriela Vicente Irrazábal.
Benito Quinquela Martín (1890-1977) quedó huérfano y fue adoptado a los siete años por un matrimonio humilde de italianos y, habiendo ido sólo dos años a la escuela, tuvo que salir a trabajar en la carbonería de su padre adoptivo, Chinchella, hasta los 20 años.
El carbón lo llevará como autodidacta a empezar a dibujar, estudia con el pintor Alfredo Lazzari, y para 1918 tiene su primera muestra alcanzando reconocimiento en la década de 1920 lo que lo deja hacia los años 1930 en posición de impulsar su filantropía, cuenta a Télam la curadora.
Tal vez, esa experiencia de infancia y trabajo le marcaron un objetivo centrado en las infancias, que lo llevaron a comprar terrenos para construir la escuela «Pedro de Mendoza» que fue inaugurada en 1936, institución que atesora 16 de sus murales, a partir de la donación del terreno para su construcción en 1933, así como un lactario y un jardín de infantes entre 1946 y 1948.
La actual Escuela Primaria Común Nro 9 comparte con el Teatro de La Ribera -otra de las donaciones pensada por el artista para los actos escolares- y el Museo de Bellas Artes de La Boca inaugurado en 1938, la estructura arquitectónica y colorido sobre la Avenida Pedro de Mendoza.
A su vez, en 1959 fue inaugurado el Instituto Odontológico Infantil destinado a cubrir las necesidades de atención de unos más de 100.000 niños de La Boca, Barracas, Dock Sud e Isla Maciel, según registra un diario de la época.
«Yo me proponía abrir un horizonte nuevo al niño ¿Qué mejor vehículo, para su imaginación e inteligencia, que rodearlo de un ambiente artístico?», pueden leerse las palabras de Quinquela Martín bajo el despliegue de notas periodísticas y fotos del evento social. Palabras que encierran la visión de un gran proyecto educativo (escuela y museo) destinado a las infancias que lo ubican como pionero de la educación por o con el arte.
Las donaciones iban acompañadas por especificaciones precisas, incluso en cuanto a colores y distribución de los espacios. Por ejemplo, en el facsímil para creación de la Escuela de artes gráficas, especificaba las tres fases de construcción: la escuela de artes gráficas para aprendices de motores ´Diessel´ y luego para los de artes gráficas, pensado como «salida laboral para adolescentes», explica la curadora.
«Los nueve edificios que Quinquela donó tienen que ver con la niñez. Él decía que una sociedad se salva desde la niñez. Si uno le construye al niño un soporte importante -infancia sana y feliz- esa persona va a ser mucho mejor persona. Hoy se sabe que esto es así», explica Walter Santoro, inspirador de la muestra y presidente de la Fundación Industrias Culturales Argentinas.
Desde la concepción de «quienes convivan con el arte pueden ser mejores personas», señala Santoro, es que «fue muy importante proponer esta muestra que hable más sobre el hombre que sobre la obra, porque la obra fue la excusa en su vida para lograr la obra social que era su principio».
Así reunidas, unas 20 obras entre dibujos, carbonillas, óleos, espléndidos aguafuertes, junto a facsímiles, 9 minutos de un capítulo noticioso de Sucesos Argentinos y una entrevista radial digna de ser escuchada, la muestra se complementa con fotografías -una del artista retratado por Alicia D’amico- y notas periodísticas, y algunos catálogos de época. Además, casi al inicio del recorrido, en una vitrina se exhibe una primera edición del libro «Vida novelesca de Quinquela Martín» recopilado por el periodista Andrés Muñoz, de 1949 en base al archivo personal del artista, según indica Santoro quien indica que de ese libro «rescataron las frases» y que para entender al artista es importante su lectura.
La exposición cierra con un documental de 33 minutos realizado por el área audiovisual del centro cultural, con guión de Vicente Irrazábal, que traza algunas de las ideas del artista y recupera en imágenes 22 de los 75 murales que se conservan de «quinquela MARTÍN» -tal como el artista firmaba algunas de sus obras.
Donados o realizados por encargo del Ministerio de Obras Públicas, por ejemplo, la importante producción mural que va de 1936 hasta 1972 -según afirma la historiadora Cecilia Belej- decoran paredes de escuelas, clubes de fútbol como Racing, River y Boca Juniors, despachos, algún hospital o el museo de esculturas porteño Luis Perlotti, artista del cual Quinquela Martín fuera amigo.
También se los encuentra en la Casa del Teatro (en foyer del Teatro Regina con su «Descargando Carbón» de 1928), en el predio vendido del Tiro Federal así como en el museo de la Policía Montada, y como homenaje a su amigo, en la fachada de la que fuera la casa del músico Juan De Dios Filiberto.
Realizadas con distintas técnicas y bajo el concepto de un arte público, «para el pueblo», son pinturas dispuestas sobre paredes o pisos (como las de la estación de subte de Plaza Italia de la línea D), alguna al óleo, cerámica o con planchas de celotex pintadas con óleo y cera, en las que continuó versionando las imágenes del puerto, el trabajo de los estibadores y las barcas del Riachuelo, o las «escenas populares», según dice el artista.
«Necesitamos una pintura mural inspirada en nuestro pasado histórico, en nuestro folklore, en la lección moral del trabajo. La pintura mural es una necesidad patriótica», afirmaba Quinquela.
La muestra habita la Sala La Rueca que coordina María Emilia Marroquín, en el subsuelo del centro cultural ubicado en pleno centro porteño, y en sintonía con el objetivo social de El Obrador bajo la dirección de Federico Recagno.
La propuesta de mostrar el legado social del artista -que siempre pintó el puerto de Buenos Aires porque era una forma de darlo a conocer al mundo-, provino de la mano de un entusiasta de su obra y coleccionista como es Santoro, y tal vez, en tres años cuando se cumplan los 50 años del fallecimiento de Quinquela Martín, el espacio reafirme este legado que parece prometer urgencia.
«En ocasiones, la obra del artista esconde a la persona, en otras tantas es el carácter de la persona que se impone sobre su obra. En el caso de Quinquela, el artista, la persona, el carácter y la obra son claramente inescindibles», señalaba Federico Recagno, director de El Obrador, durante la inauguración del 22 de febrero.
Por otro lado, «es la primera vez que se le rinde un homenaje de estas características», indica Santoro.
Víctor Fernández, director del Museo de Bellas Artes de La Boca señala como relevante la realización de la muestra en este contexto por «el mensaje de Quinquela, su obra y su vida que son inseparables», porque «el arte y la acción educativa transforman, Quinquela nos muestra cómo», indica reafirmando esa cualidad inseparable de la obra artística de lo filantrópico. Una transformación que sólo pudo ser concebida «desde la mente y el alma de un artista».
«Hubo propósitos que fueron inquebrantables en su vida, La República de La Boca, la Orden del Tornillo», enumera Martínez e indica «él va a hablar siempre de un mundo basado en la verdad, el bien y la belleza», desde una mirada centrada en un «nosotros», en lo comunitario.
Es así que la muestra invita a «redescubrir un relato histórico que pone en el centro la potencia transformadora y comunitaria del gran artista argentino».
Figura insustituible para el barrio y los jóvenes artistas atraídos por el maestro, la propuesta curatorial se complementa con un programa público que puede consultarse en la web www.elobradorcc.com.ar.
La exposición, que llevó un año de trabajo, es organizada por El Obrador Centro Creativo en colaboración con Fundación Industrias Culturales Argentinas -presidida por Walter Santoro-, cuenta con préstamos y colaboración del Museo de Bellas Artes de La Boca de Artistas Argentinos «Benito Quinquela Martín», el Museo de Arte Tigre, Fundación Arthaus y la Colección Mose.
Con entrada gratuita, la muestra podrá visitarse de lunes a viernes de 11 a 19 en Bartolomé Mitre 1670 (CABA) hasta el 16 de mayo de 2024.