“Esta marcha quiere resignificar la palabra puta, para quitarle el poder violento y que ya no pueda ser usada para dañar, en provecho de la construcción de una sociedad donde respetemos a todas las personas, sin distinción de géneros, orientación sexual o estilo de vida», lanzó Verónica Lemi, una de las organizadoras, al incio de la Marcha de las Putas que se desarrolló el sábado 3 de octubre en Buenos Aires.
Un festival y talleres de debate en Plaza de Mayo, fueron las acciones que desarrollaron las activistas locales, con la finalidad de dejar de lado estereotipos sexistas. Así mismo, coordinaron la Marcha de las Putas en esta Ciudad las de otras ciudades del país, para alertar sobre abusos sexuales y criminalización de las víctimas.
La jornada se abrió, a las 13 hs, con una exposición de fotos de la marcha anterior. A partir de las 19 comenzó la marcha desde la Plaza de Mayo hasta el Obelisco porteño, mientras se replicaban manifestaciones similares en Córdoba, San Juan y Mar del Plata.
La «Marcha de las putas» o «Slut Walk» es una iniciativa surgida en abril del año pasado en Canadá como respuesta a los dichos del policía Michael Sanguinetti, quien durante una disertación ante universitarios en Osgoode dijo que las mujeres «dejen de vestirse como putas si no quieren ser violadas».
En cuestión de meses la Marcha dio la vuelta al mundo y personas de más de 40 ciudades se unieron a la causa y la adaptaron a la problemática local «con un claro mensaje en común: es hora de dejar de justificar los abusos», manifestó Verónica Lemi, y agregó:»En lugar de decirle a las mujeres cómo deben vestirse o cómo deben comportarse, digamos a los abusadores que no abusen».
En agosto de 2011 se hizo la primera Marcha de las Putas en Buenos Aires. Este año, se agregaron una serie actividades previas «ya que con marchar solamente, no alcanza; hay que concientizar, necesitabamos estos espacios de reflexión y debate para llevar las consignas a la realidad cotidiana», explicó Lemi.
Las consignas de esta edición se basaron en reclamar que la sociedad «deje de justificar, tolerar o minimizar los abusos sexuales, y que deje de culpabilizar a las víctimas». También para promover que quienes son sobrevivientes de violencia sexual puedan hablar de lo que les sucedió sin ser juzgados y reciban ayuda para sanar el daño.
La Marcha de la Putas quiere resignificar la palabra puta, para quitarle el poder violento y que ya no pueda ser usada para dañar, en provecho de la construcción de una sociedad donde respetemos a todas las personas, sin distinción de géneros, orientación sexual o estilo de vida.
Es interesante resaltar que, tanto en la organización de la Marcha, como en la participación en las calles, «hay varones comprometidos, que no se sienten identificados con el rol hegemónico masculino y por eso están acá, marchando junto a nosotras”, resaltó Lemi.