Los vecinos del Parque Avellaneda que desde el año 2000 gestionan la actividad que se realiza en ese paseo del barrio porteño de Flores denunciaron al gobierno de la Ciudad de Buenos aires por manejo «arbitrario e irresponsable» del predio y exigieron la reapertura de la casona que funcionaba en el lugar como centro cultural.
«Llamamos a los legisladores porteños a concurrir a la reunión de la Mesa de Trabajo y Consenso (MTC) del lunes 15 de julio que por ley (1.153) gestiona en forma participativa las actividades del predio, expresó Héctor Alvarellos, director de Teatro Callejero, de la Escuela Metropolitana de Arte Dramático.
La intención, siguió, es «ponerlos en conocimiento de lo que está ocurriendo en el Parque Avellaneda», una unidad ambiental donde funcionan una escuela, un polideportivo, un centro cultural (la casona) y una escuela de arte dramático (tambo), y que cumplirá 100 años el 28 de marzo de 2014.
«La casona era una espacio de exposiciones y muestras, que además era sede de la Mesa de Trabajo y Consenso, órgano que nació al calor de las conquistas sociales del barrio, hoy cerrada desde hace tiempo por el gobierno porteño», informó Alvarellos.
Además, dijo, «nunca más se habilitó el trencito, y el tambo -que el Ministerio de Espacio Público porteño abarrotó de gente y cosas- que se destinaba para la formación de actores callejeros, hoy es también la oficina administrativa del parque».
«Tampoco se cumplió con la ley, cuando la actividad del Polideportivo quedó desarticulada del resto y se tercerizó el mantenimiento del predio y los jardines, para que una empresa privada llamada Zona Verde haga por mucho más dinero lo que hacía el plantel del parque», informó el director teatral.
Para Alvarellos, «el espíritu de este espacio público no es de interés para el gobierno porteño, que no valora lo que es un centro participativo que impulsa iniciativas educativas, culturales, recreativas y deportivas».
«Caracú, La Runfla, Descarrilados son algunos de los grupos de teatro callejero, de danzas y murgas, que actúan en el parque donde se mantiene la rica vida cultural y artística, a pesar del cada vez más escuálido apoyo del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires a los actores culturales del barrio», sostuvo.
Para «los que venimos remando desde siempre en este hermoso predio de la ciudad, que fue estancia de la familia Olivera antes de fundarse como espacio público en 1914, ver venirse abajo las estatuas y edificios es sentirse violentado porque atenta contra nuestra memoria histórica».
Hace casi un siglo, contó Alvarellos, aquí se abrió el primer natatorio público de Buenos Aires, un lugar que fue destinado a los «niños débiles», que eran los pobres.
La Casona de los Olivera, cuya construcción responde «a la arquitectura ecléctica que caracterizó el período de apogeo económico de la clase terrateniente argentina de fin de siglo XIX» fue hasta hace unos años centro cultural del parque y lugar de encuentro de grupos con inquietudes culturales y sociales.
Hoy, su imagen exterior engaña, porque parece que funciona pero su actividad es nula y su mantenimiento inexistente, dijo el director teatral.
«Estatuas descuidadas y lugares cerrados que dicen que van a arreglar y no lo hacen nunca, muestran la falta de voluntad política en función de lo público que tiene este gobierno de la ciudad», concluyó el actor.