El arquitecto Rodolfo Livingston, integrante de la organización PropAmba que realiza Propuestas para el Área Metropolitana, advirtió que «los espacios verdes están desapareciendo» en la ciudad de Buenos Aires y recordó que la Organización Mundial de la Salud aconseja 10 metros cuadrados por persona «pero nosotros estamos en 1,5».
Al respecto, indicó que con la actual gestión del Gobierno de Mauricio Macri «se profundizó la política de destrucción de los espacios verdes».
«El espacio verde se ve como algo para ser ocupado, se ve como una ausencia, donde se puede construir un edificio, pero por el contrario, una espacio es una presencia, justamente vacío, que incita al descanso, a los árboles, a los pájaros, a la recreación de los niños», describió el arquitecto.
En este sentido, denunció que la política rectora actual es «el negocio inmobiliario» y aclaró que cuando hay un interés económico «la mirada es selectiva, deja de lado todo lo demás», como las necesidades y equidades respecto de la salud, la vivienda, la educación.
«Con este negocio inmobiliario y la concentración de dinero inmoral, que se profundizó en estos últimos años, la brecha entre ricos y pobres aumenta y además cada vez hay más ricos y cada vez hay más pobres», expresó.
El experto caracterizó la gestión macrista de «mucha ignorancia, desinterés por lo público y falta de escrúpulos».
«Hay mucha ignorancia, como la que se manifiesta con la idea de las aulas container, o con el Metrobus, que hay que hacer túneles porque no pensaron cómo es el circuito de los ómnibus, por eso tienen que utilizar ahora 300 millones de pesos nuestros en esas obras», ejemplificó.
Reveló que «en el estilo de las presentaciones de los proyectos se ve esta ideología, cifras, números, gráficos, donde plantean que de tal modo se ahorran 8 minutos y cosas así; todo menos pensar, se reemplaza el pensamiento por aluviones de datos, que es una forma de tapar el pensamiento».
En medio de estas críticas el arquitecto definió a la ciudad, buscando rescatarla, hablando de su identidad, de sus distintos sentidos: «Hay un Buenos Aires construido y hay un Buenos Aires adentro de cada porteño».
En este marco, dijo que «para Homero Manzi hay un Buenos Aires; para Roberto Arlt hay un Buenos Aires; para los obreros que vienen en tren atestados hay otro Buenos Aires; para los `cabecitas negras` que irrumpieron el 17 de octubre, hubo otro Buenos Aires; para la clase alta hay otro Buenos Aires; hay muchos Buenos Aires».
«También Buenos Aires son las letras de los tangos, el atardecer por Avenida de Mayo», añadió.
Asimismo hizo un breve recorrido desde el siglo XIX sobre las modificaciones que fue sufriendo la metrópolis y cómo las innovaciones fueron respondiendo a distintos intereses.
Subrayó aquella idea que ya predominaba en el mundo un siglo atrás, «el paradigma de dominar la naturaleza y avanzar con la tecnología sin control», expresó y se refirió a los loteos de las tierras, a las carreteras, la traza ferroviaria, los ríos que atraviesan la ciudad y se tapan; y así llegó a la actualidad.
En este marco, están los espacios verdes, que «van desapareciendo» y recordó que la Ciudad de Buenos Aires está muy lejos de tener los 10 metros cuadrados por persona que recomienda la Organización Mundial de Salud, porque «estamos en 1,5».
Con respecto al transporte, manifestó que «falta un plan orgánico» y al referirse al tránsito lo comparó con el sistema circulatorio, «cada vez que se corta una ruta, por el motivo que sea, es un infarto, y los autos son el colesterol, en los barrios porteños ahora se estaciona en las dos veredas, son las placas de colesterol, entonces quieren hacer parquímetros pero eso es como un tipo que tiene mucho colesterol y toma una aspirina».
Sobre el enorme problema que tiene Buenos Aires con la vivienda, sostuvo que «el Estado debería guardar una cantidad de suelo para las necesidades sociales, no puede ser que haya 500.000 personas en estado de emergencia de vivienda, tiene que haber una reserva de terrenos o de edificios».
Destacó que en Buenos Aires hay 100.000 edificios vacíos, «que los dueños tienen la plata ahí como si fueran una caja fuerte pero se pueden hacer muchas cosas, por ejemplo, cobrar un impuesto a la vivienda vacía como se hace en Holanda».
Entre las muchas descripciones que Livingston hizo de Buenos Aires, también habló de la fuerte contaminación sonora y visual, y la calificó como «una ciudad tapada por carteles y los barrios tapados por autos».