La viuda de uno de los cinco asesinados en la represión que precedió a la renuncia de Fernando de la Rúa lamentó la ausencia del ex presidente en el banquillo de los acusados y reconstruyó lo ocurrido a su marido, Gastón Riva, el día del crimen cuando iba en motocicleta y fue baleado en Avenida de Mayo el 20 de diciembre de 2001.
«Lamentamos que haya un gran ausente aquí, que se llama Fernando de la Rúa», dijo María Arena en su declaración ante el Tribunal Oral Federal 6 que juzga por cinco homicidios culposos al ex secretario de Seguridad de la Nación, Enrique Mathov, y al ex jefe de la Policía Federal, Rubén Santos, entre otros.
Arena abrió la ronda de testigos en el debate para recordar el día del crimen de Riva, un motociclista que tenía dos trabajos, en una mensajería y por la noche en el delivery de una pizzería.
Riva era papá de tres nenes de 2, 3 y 8 años y vivía en el Bajo Flores. En el mediodía del 20 de diciembre fue baleado a metros de Avenida de Mayo y Tacuarí, cuando iba en su moto con un acompañante, durante las manifestaciones contra el gobierno de De La Rua.
«Como a las 4.30 de la tarde lo vi muerto en la tele», recordó su viuda sobre las imágenes que se trasmitieron y que lo mostraron cuando era subido a una ambulancia del SAME que lo trasladó al hospital Argerich. Lo reconoció por la ropa. La mujer relató que siguió buscándolo todo el día y que en una línea telefónica de ayuda le decían que no estaba en los listados de víctimas y que «iba a volver» a su casa.
«Fui construyendo la historia, viajaba con un acompañante que había subido con él 50 metros antes, Daniel Bullini, iba con él cuando lo mataron», recordó Arena.
La mujer confirmó la muerte de su marido cuando lo encontraron en el Argerich. «No les pude decir a mis hijos que el papá estaba muerto, eran muy chicos», agregó conmovida.
«Siempre quería saber si había sufrido», agregó al contar que encontró luego a dos médicos que lo habían atendido, uno del SAME y otro que manifestaba en el lugar y lo vio caer al asfalto.
Uno de los médicos era papá de una compañerita de su hija en el jardín de infantes de Flores, pertenecía al SAME y fue identificado por la maestra de la pequeña. «Lo encontré y me dijo que lo había atendido en la calle, que hizo lo posible pero sabía que estaba muerto», recordó.