viernes, noviembre 22

CROMAÑÓN: UN ANTES Y UN DESPÚES

Un antes y un después», «un corte en tu vida», «un quiebre rotundo», son las frases que repiten los sobrevivientes de Cromañón al reflexionar, a diez años de la tragedia, sobre el impacto que produjo en sus vidas aquella fatídica noche del 30 de diciembre de 2004, cuando el incendio del boliche de Once provocó la muerte de 194 jóvenes.
A su vez, cuando se refieren a las condiciones que provocaron la tragedia, a las responsabilidades, al proceso judicial, se remiten a un persistente reclamo de justicia y dejan claro su temor a otro ‘Cromañón’ ante el hecho de que aquello que no se pudo desmontar y fue la causa de la tragedia -la corrupción de funcionarios y empresarios- «sigue vigente».
En este contexto, los jóvenes que salieron con vida de aquel horror, afrontan dos cuestiones, por un lado el tema del esclarecimiento y la justicia, y por otro, las vivencias propias, el afrontar la vida con esa marca tan honda y dolorosa.
Para Santiago Morales, un joven que hoy tiene 24 años y que había ido a Cromañón con su hermana de 17 y su hermano de 19, porque era en un horario temprano, la tragedia o masacre, como denominan distintos sobrevivientes «fue un antes y un después, cuando pensás en tu vida, en el tiempo, esto siempre aparece».
Y ese quiebre «no sólo es por lo que significó en mi caso con la pérdida de mi hermana, sino porque aquellos chicos y chicas que sobrevivimos tuvimos un conjunto de recuerdos terroríficos y la culpa de haber sobrevivido cuando otros amigos murieron, la culpa de haber salido y haber sacado a cinco y no a diez chicos, y en particular, la culpa de no haber podido sacar a mi hermana», expresó.
En este sentido, enfatizó que «la realidad es que la mayoría de los hechos de esta magnitud, en donde hay tantas muertes, quienes sobreviven llevan para siempre la culpa de haber sobrevivido y el dolor de haber vivido cosas que uno nunca se va a olvidar como, por ejemplo, una fila de chicos muertos; eso te marca para siempre».
Al abordar el tema de la culpa, Santiago destacó que «estas cosas son sentimientos personales sin análisis, porque si me pongo a pensar, yo no tengo ninguna culpa de no haber sacado a mi hermana ni de haber sobrevivido, porque al analizar cuáles son las personas responsables para que suceda Cromañón, ahí no estamos nosotros».
«Esto es importante diferenciarlo, porque yo, mi familia, todo el grupo, estamos convencidos desde el primer momento que no éramos responsables ni culpables», dijo este joven estudiante de Sociología, que vive en el barrio porteño de Flores.
A su vez, entre tantos sentimientos que lo atravesaron durante estos años, Santiago se refirió a «vivir en carne propia el odio inclaudicable a la injusticia humana», al hablar de la pérdida de su hermana y de todos los jóvenes que murieron esa noche, «es una injusticia sentida en el cuerpo».
Santiago, quien emprendió la lucha por la justicia ante la tragedia de Cromañón, aseguró que hay dos dimensiones en este plano, «una que los responsables sean juzgados y se los condene, y en esto es vergonzoso que por ejemplo (el entonces jefe de Gobierno porteño) Aníbal Ibarra fue sobreseído, y la otra eliminar la lógica de la corrupción y negligencia, de complicidad entre empresarios y funcionarios para que Cromañón no se repita».
Otro relato es el de Julieta Catán, la joven que tenía 22 años en el momento de la tragedia y que había ido esa noche a escuchar a Callejeros y estaba, en el momento en que se desató el incendio en el peor lugar del boliche, en la parte de arriba.
Ella también afirmó que Cromañón «fue un antes y un después, partió al medio nuestras vidas, y lo de cada uno es un sentimiento único».
«Para mi el 2005 fue un año oscuro, dejé la facultad, estuve con tratamiento, nos daban pastillas, y al mismo tiempo salía, tenía una angustia que no sabía cómo sacarla, entonces necesitaba estar de joda todo el tiempo; esto me pasó durante un año y me fui de vacaciones con ese espíritu de ‘salgo todas las noches, no me importa nada, me divierto, está todo bien’, pero en realidad no podía asimilar lo que había pasado», contó.
Después algo le hizo ‘click’: «Rendía o perdía todo en la facultad; hice un parate y me dije ‘estás perdiendo el tiempo’, claro que la terapia fue fundamental».
«Pude mutar eso tan doloroso, pude revalorar todo y pensar las cosas que quería para mí, en este sentido me cambió mucho la cabeza, y pude activar mi vida, terminé la facultad, me puse en pareja y tuve un hijo», narró.
Bárbara García Crespo, que tenía 17 años en el momento de la tragedia donde ella sobrevivió pero perdió a una amiga, también dijo que «para todos los sobrevivientes, Cromañón significó un quiebre en sus vidas», y que «siguen estando las condiciones para que se repita otro Cromañón, porque Cromañón es la expresión de la corrupción», se lamentó.
Aseguró que en el plano personal, el incendio la marcó: “Me di cuenta que si no te cuidás no te cuida nadie, me di cuenta de la inocencia que teníamos».
Después de esa noche, «por un tiempo largo no puede ir a boliches porque sentía que nadie me garantizaba que no vuelva a pasar», expresó.
«Sentí que tuve la suerte de poder salir y de estar viva, y entonces me vi en la necesidad de hacer algo, uno tiene su tiempo de duelo pero algo había que hacer y empezamos a juntarnos con padres y sobrevivientes, y hace 10 años que luchamos para evitar otro Cromañon».

Ninguna sentencia

El abogado Patricio Poplaski, representante de familiares de víctimas de Cromañon, cree que la Justicia no está preparada para dilucidar hechos como la tragedia de Cromañon donde murieron 194 personas. «Pasaron más de 10 años. Nadie pensaba que en 10 años no iba a haber una sentencia firme. Los padres todavía no pueden hacer el duelo porque los imputados no tienen condena firme», afirmó.
También precisó que en la causa «hay casi 30 imputados» y advirtió que la justicia argentina «no está preparada para dilucidar hechos como Cromañón y los atentados a la embajada de Israel y a la AMIA porque todavía contamos con un Código del siglo 18».
Poplasky manifestó que no sabe si quien prendió la bengala que originó el incendio está vivo o no, pero resaltó que «esa persona lo único que hizo fue prender la mecha de una bomba que ya estaba preparada».
El abogado negó que el ex líder de Callejeros, Patricio Fontanet, le haya pedido a sus seguidores que no arrojen bengalas y aseguró que él y los demás músicos «preparaban al público para lo que ocurrió».
Admitió que el grupo no tuvo intención de matar a nadie pero comparó con lo que hace un automovilista «que conduce a su familia a alta velocidad: no quiere hacerle daño a su familia pero es consciente del riesgo que está tomando».

Angustia, pesar y bronca. 

Para los familiares y victimas de Cromañón el 2014 no fue indiferente, más bien insultante. El 7 de agosto tuvieron que soportar un nuevo revés para su eterno reclamo de Justicia y observaron por televisión cómo los músicos de Callejeros salían de la cárcel de Ezeiza, donde estaban cumpliendo su condena.
La Corte Suprema de Justicia de la Nación, con la firma de Elena Highton de Nolasco, Juan Carlos Maqueda, Enrique Petracchi y Raúl Zaffaroni, ordenó revisar las condenas al aplicar el llamado «doble conforme», el derecho a que una condena sea revisada en otra instancia.
Ante esa situación, el Tribunal Oral en lo Criminal 24, el mismo que había tenido a su cargo el juicio oral, ordenó las excarcelaciones de 10 de los 14 condenados.
Esa misma noche, el líder de Callejeros, Patricios Santos Fontanet, y los músicos Juan Alberto Carbone, Christian Torrejón, Maximiliano Djerfy y Elio Delgado salieron del Penal de Ezeiza. Sonrientes, saludaron a sus familiares, a sus fans y se retiraron por separado. Sólo Carbone se animó a hablar con la prensa y dijo sentirse feliz por la decisión judicial. Fontanet, en tanto, se recluyó en Córdoba y comenzó a diagramar lo que sería unas semanas después su retorno a los escenarios con su nueva banda «Don Osvaldo».
También recuperaron la libertad Raúl Villarreal, que era el encargado del local bailable de Once; la ex subsecretaria de Control Comunal, Fabiana Fiszbin; y el ex director adjunto del área, Gustavo Torres.
En el caso del ex baterista Eduardo Vázquez, si bien se hizo lugar al recurso de su defensa y también lo alcanzó el beneficio del TOC 24, continuará preso porque cumple prisión perpetua por el homicidio de su esposa, Wanda Taddei.
En tanto, el ex escenógrafo Daniel Cardell gozaba de libertad condicional desde el 16 de agosto de 2013, mientras que el ex manager Diego Argañaraz quedó en prisión porque el recurso de su defensa aún está en trámite en la Corte Suprema..
Por su parte, los jueces dejaron sin efecto la prisión domiciliaria de la que gozaba la ex directora de Control Comunal Ana María Fernández por ser madre de un bebé y también dispusieron su libertad.
La decisión de la Corte Suprema y las imágenes televisivas con los Callejeros en la calle, resultó ser un golpe duro para los familiares de las víctimas que se manifestaron contra de las excarcelaciones y reclamaron con urgencia la confirmación de las penas para que pudieran volver a prisión todos los condenados.
Como consuelo para ellos, la medida judicial no incluía a Chabán, considerado por muchos símbolo máximo de la tragedia. Pero el 17 de noviembre último, el empresario falleció a los 62 años, en el Hospital Santojanni víctima de Linfoma de Hodgkin grado IV B, una enfermedad por la que se forman células cancerosas en el sistema linfático.
La muerte de Chabán causó gran conmoción entre los sobrevivientes de la tragedia y familiares de las víctimas, y sobre todo en el ambiente artístico.
«Mi deseo no es la muerte de nadie, ya bastante con la muerte de los chicos», dijo José Iglesias, abogado querellante y padre de una de las víctimas de la tragedia. Otro de los que se expresó fue Santiago Morales, hermano de una de las víctimas y también sobreviviente, quien dijo: «No hay sentimiento de alegría. Creo que la estadía en la cárcel debe haber sido muy hostil con su salud, pero también la culpa por lo que hizo hace diez años».
Chaban fue considerado por músicos y productores como uno de los principales difusores del rock y de formas contraculturales durante los años 80 y 90 y fue responsable de que la riquísima movida rockera de los años 80 tuviera un espacio y una plataforma de lanzamiento para convertirse en un fenómeno continental.
Quizá, la única medida judicial que les trajo algo de alivio al finalizar el año a los familiares fue la detención del empresario Rafael Levy, dueño del complejo donde funcionaba el boliche Cromañón en la calle Bartolomé Mitre al 3000, a pasos de Plaza Miserere.
El empresario fue apresado para cumplir su condena de cuatro años y medio de prisión por la tragedia, tras el rechazo de un recurso extraordinario ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación.

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