sábado, noviembre 23

TEATRO INDEPENDENTE DESDE LA VIDRIERA Y SU FUTURO INCIERTO EN TIEMPOS DE PANDEMIA

«Tener el vidrio en el medio es muy raro. No escucho las risas del público, salvo que sean carcajadas. Si murmuran no los escucho. Hasta el aplauso tiene filtro. Me dicen que los autos que están parados por el semáforo tocan bocina cuando el público aplaude, pero yo no los escucho. Lo mismo puedo sentir que están muy atentos al espectáculo», dice Ana Padilla.

Esta actriz, que deslumbró con unipersonales como Córnea (2013) y Nina (2018), que se lució en elencos numerosos desde hace varias décadas, que ganó premios y desplegó sus virtudes como directora, bailarina y coreógrafa,  ahora convoca al público desde la vidriera del teatro Tadrón en Palermo con Shöñe, una obra pensada por el dramaturgo Jorge Diez se presenta, como una alternativa de hacer arte y enfrentar la pandemia, los domingos a las 20.30, en Niceto Vega 4802.

«Trabajar detrás de un vidrio que da a la calle es una experiencia: tuve que hacer un gran trabajo previo para descubrir adónde tenía que mirar para ver y no ver a la vez», apunta Ana Padilla y  revela: «Tengo miles de estímulos externos que me pueden distraer, visuales y sonoros. Por suerte pude apropiarme de la vidriera y convertirla en un escenario; creo que los autos y los peatones se sorprenden más ellos de mí que yo de ellos».

Una vidriera es un artilugio de exhibición y comercio. ¿Qué siente la actriz cuando además del público que está sentado hay un tercer elemento que es el que pasa?

«Me divierte mucho. Algunos se quedan y la calle se va llenando. Otros miran y siguen. Todo esto lo ‘siento’, ya que yo no puedo detenerme a mirarlos. Es algo novedoso para todos. Pero insisto, ¡es teatro! Y aunque la cultura del teatro independiente no volvió en sus condiciones originales, los artistas nos ponemos creativos para reinventarnos».

«Lo maravilloso es que el teatro sucede; de otra manera, pero es teatro en vivo y eso se agradece muchísimo»,  agrega.

El dramaturgo Jorge Diez, autor y director de Shöñe, señala que la obra surgió como otras que aparecieron durante esta pandemia, «que nos tiene a todos y a todas con la cabeza un poco dividida. Una parte en lo que era nuestra vida en el llamado antes y la otra en lo que se ha transformado».

«La vidriera hace irreal la acción tradicional del teatro», dice Diez y añade: «Borges decía que febrero es un mes irreal y yo intuyo que esta pandemia con su encierro necesario, sus cuidados inevitables, nos puso en un tiempo irreal -como si hubiera uno real- donde la cabeza de cada quien, sobre todo de las personas que no pueden organizarse con sus rutinas aprendidas, sea por trabajo, por actividades, se halla partida al menos en dos. Mi tiempo mi propiedad, mi vida mi verdad, mi realidad, mi pensamiento. Todos los «mi» pasan a ser dudosos y ahí aparece el otro o la otra que nos habla, que nos cuestiona. Y la defensa desesperada irracional y violenta de todos esos ‘mi’. Esta mujer, Shöñe, de manera muy sencilla propone mirarnos a un espejo que nos ha tenido guardados, enmascarados en su oscuridad. Es ella y la otra, ella y su sombra. De esa irrealidad que viene a ser nuestra realidad surge Shöñe, que también es una forma de renombrar la palabra sueño, deseo, placer. Las palabras, que terminan siendo una descripción general de tanto sentirse repetidas, manoseadas, se cansan, pierden su potencia, dejan de ser transformadoras; ya no saben qué representan. A pesar de esto el público se divierte mucho»

¿Por qué se desarrolla en una vidriera?

La idea surgió de una charla con Herminia Jensezian, directora artística del Tadrón, como consecuencia de la imposibilidad de representar la obra Maciel, de Pablo Iglesias, ganadora del ciclo Teatro por la Justicia para el que fui elegido como director en 2020. Buscando posibilidades que no fueran el streaming apareció la vidriera. Veníamos ensayando la obra con Ana Padilla, la propuse y comenzó esta aventura fantástica.

¿De qué manera el público oye las palabras de la actriz?

Utilizamos la vidriera con la luz necesaria y sobre todo un buen equipo de sonido con sus cajas puestas en la vereda, que permiten que el público sentado a distancia sanitaria, en una parte de la calle que nos han aprobado, pueda disfrutar al aire libre y escuchando perfectamente, aún con el ruido de los vehículos y la gente que pasa.

¿Cómo evalúas el trabajo de Ana Padilla?

Ana es una maravilla actriz, cada día lo compruebo más, es inteligente y persistente; va siempre de menor a mayor. Al principio del trabajo muestra todas sus inseguridades, las pone de manifiesto. Una vez que tiene el texto empieza a reescribirlo con su actuación y ya es de ella. Eso me encanta de intérpretes así y no me refiero a que cambien el texto, aunque a veces ocurra y lo mejoren, sino a que lo reescriben en su cuerpo, le dan sustancia. Eso es lo que hace Ana, le otorga sustancia, savia, sangre, a lo que es en principio solo un texto.

¿Crees que la experiencia de la vidriera podría extenderse a otra clase de espectáculos, con más actores y actrices?

Supongo que se podrá expandir en un futuro como una posibilidad más de hacer teatro. Sin embargo, no creo de ninguna manera que remplace para nada la ceremonia teatral en un espacio cerrado, creando un mundo que es único e irrepetible. El teatro ocurre en toda su dimensión dentro de una sala. En esta situación los artistas buscamos la expresión y la adecuación para hacer nuestro trabajo siempre; tenemos nuestras asociaciones por suerte como Actores, la Sociedad Argentina de Gestión de Actores Intérpretes, la Asociación de Profesionales de la Dirección Escénica Argentina, la Asociación de Diseñadores Escénicos de Argentina, Sadaic, etcétera, pero faltaría más ayuda de los estados (Nacional y de la CABA). Por ahora la ayuda estatal es muy limitada para el drama que se vive en estas profesiones que justamente son vistas por una parte de nuestras sociedades como irreales. Salvo cuando la televisión nos hace un guiño, tenemos cuerpo y tal vez un poco de voz, aunque no debería ser así.

¿Qué pensás del futuro del teatro independiente, alternativo, no comercial, a partir de este tiempo bisagra, que aportó, entre otras cosas las puestas virtuales?

El futuro es incierto, siempre lo ha sido pero ahora esa palabra cobra nuevo sentido; no dejará de ser así en el teatro independiente. Lo que sí creo es que los que lo hacemos vamos a seguir cometiendo actos de naturaleza irracional, porque sin el teatro no comercial -que no quiere decir que no deba ser rentable-, independiente o como lo quieran llamar, es muy difícil que una sociedad pueda funcionar como tal. Es como si se nos ocurriera dejar de escuchar música nueva de artistas trascendentes, dejar de ver y escuchar nuevos partidos de cualquier deporte con aquellos que lo hacen un arte, dejar de leer nuevas novelas transformadoras y de hacer nuevas películas que serán de culto. Imaginen quedarse sin esas cosas, solo recordando lo que se hizo en el pasado. Esas y otras cosas semejantes, como la ciencia, son las que hacen que no seamos una copia de nosotros mismos y tengamos una posibilidad de expectativa.

Fuente: Télam

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