Creador y máximo representante del grotesco criollo, Armando Discépolo, vino al mundo un 18 de septiembre de 1887, en una casona ubicada sobre calle Paraná a metros de Corrientes, que por entonces no era avenida, pero abría paso a cabarets, teatros, orquestas de señoritas y cafetines donde trasnochaba la bohemia la época.
Hijo de un músico napolitano, don Santo Discépolo, y de Luisa De Lucchiy, argentina de origen genovés, Armado creció conjugando la mixtura de dialectos de la lengua italiana. Las anécdotas de esos inmigrantes fueron el material que utilizaría para su producción dramática.
Fue un autodidacta. Dejó la escuela en sexto grado y, tras la muerte de su padre en 1906, trabajó en distintos oficios para sacar adelante a su familia. A los 18 se propuso ser actor y dio sus primeros pasos en el teatro interpretando una pieza de Félix Alberto de Zavalía. Luego confesaría que se aburría repetir constantemente los mismos parlamentos. Lo suyo no era interpretar personajes, sino crearlos.
Hacia 1909 decidió dedicarse a la escritura de piezas teatrales. Comenzó a escribir obras cortas que en las que actuaba y dirigía. Luego formó la “Compañía Teatral de Aficionados” y representaba sus libretos por los barrios porteños. A lo largo de su carrera estrenó más de treinta obras y se consagró como el dramaturgo que dio identidad al teatro argentino.
“Empecé a escribir porque me aturdía más el drama ajeno que el mío”, solía decir. Este talento dramático quedó demostrado en Entre el hierro, su primera pieza escrita en 1910, cuando tenía tan solo 23 años de edad. Obra que presentó al actor Pablo Podestá y fue el punto de partida, no sólo de una amistad sino de una sociedad de trabajo que duraría hasta la muerte de Podestá en 1923.
Entre el hierro, fue estrenada en el Teatro Bueno Aires por la compañía de Podestá. En esta pieza inicial ya se encuentra el desencuentro sentimental que será una de las constantes del teatro “no grotesco”. En 1911 se estrena La torcaz en el Teatro Nacional y El rincón de los besos en el Teatro Moderno. En 1912 Florencio Parravicini estrena La espuma de mar en el Teatro Buenos Aires, pieza escrita en colaboración con Rafael De Rosa. En 1914 estrena la comedia El novio de mamá en el Nuevo Teatro obra en tres actos escrita en colaboración con Rafael De Rosa y Mario Folco. Comienza, así, la etapa de transición que evolucionará hacia el grotesco. En 1916 la compañía de Roberto Casaux estrena, el sainete tragicómico El movimiento continuo en el Teatro Apolo. En 1917 hace lo propio con la comedia La Armonía que se estrena en el Teatro Argentino. Y, en 1918, la compañía de Parravicini, estrena La espada de Damocles, en la misma sala.
Entre las obras que sondean en la crítica social, figuran La fragua (1912), Hombres de honor (1923) y Levántate y anda (1929). En cambio, en el sainete Mustafá, escrito en colaboración con Rafael De Rosa, se advierte una aproximación directa al grotesco criollo, en especial en la forma que se dibuja el personaje central: Mustafá. Esta obra la estrenó la compañía de Pascual Carcavallo en el Teatro Nacional en 1921.
En el grotesco criollo Mateo (1923), Stéfano (1928), Cremona (1932) y Relojero (1934), hay una aguda observación sociológica que constituyó una mirada dramática acerca de los avatares de los inmigrantes. La acción no transcurre en patios de conventillo o al aire libre, como en el sainete, sino en interiores y los personajes son inmigrantes de origen italiano.
Babilonia, denominó a la obra que pone en evidencia, a través de amos y criados, dos posiciones sociales antagónicas “los de arriba y los de abajo”. Esta pieza se estrenó el 3 de julio de 1925 en el antiguo Teatro Nacional de la calle Corrientes. Ese mismo año, y sobre el mismo escenario, se estrenó El organito, única obra que escribió con su hermano Enrique Santos Discépolo. En cambio, el grotesco criollo Stéfano, se estrenó el 26 de abril de 1928 en el Teatro Cómico de Buenos Aires. En esta obra se ve claramente el drama del personaje en el cual la realidad exterior no concuerda con la interior, -la máscara y el rostro-. Relojero, ultima creación de Discépolo, se estrenó el 23 de junio de 1934 en el Teatro San Martín, que por entonces estaba ubicado en la calle Esmeralda 200.
La única obra de Discépolo que indaga en la psicología femenina y se aparta de la problemática de los inmigrantes para poner en escena situaciones conflictivas y problemas universales, es Amanda y Eduardo, que la compañía de Camila Quiroga estrenó en marzo de 1931 en el Teatro Barcelona (España). En 1933, la compañía dirigida por Enrique Susini, presentó esta obra en el Teatro Odeón de Buenos Aires.
Armando Discépolo cerró su carrera autoral cuando decidió que no le quedaba más que decir como dramaturgo. Corría entonces el año 1934. Murió cuarenta años después, el 8 de enero de 1971, a los 83 años, en el mismo terruño que lo vio nacer.