La primera vez que los centros de votación abrieron sus puertas a las mujeres en aquella histórica jornada del 11 de noviembre de 1951, fue la consecuencia de la aprobación -cuatro años antes- de la ley 13.010 de sufragio femenino impulsada por Eva Perón, pero también de más de 40 años de militancia de las sufragistas argentinas.
Con simulacros de votos, miles de telegramas dirigidos a los despachos legislativos, congresos internacionales y protestas callejeras, las sufragistas argentinas ya llevaban más de cuatro décadas reclamando por su derecho al voto cuando el 9 de septiembre de 1947, el Congreso sancionó la «ley Evita», un hito de la vida democrática de la Argentina y del movimiento de las mujeres.
Tuvieron que pasar cuatro años para que millones de mujeres estrenaran por primera vez este derecho en elecciones presidenciales y legislativas, en el marco de las cuales, y por primera vez también, decenas de mujeres se postularon y resultaron electas a diferentes cargos.
Desde principios del siglo XX, las mujeres habían visto pasar la sanción de una ley de voto «universal» (Saénz Peña) -que sin embargo excluía a la mitad de la población-, la reforma del Código Civil de 1926 -que las igualaba en derechos en muchos aspectos con los hombres pero no en materia de elegir y ser elegidas-, una media sanción de ley nacional -que quedó cajoneada en Senadores- y al menos 22 proyectos de ley que naufragaban uno tras otro por falta de voluntad política.
Un posible punto de inicio del movimiento sufragista es 1900, con la fundación del Consejo de las Mujeres por parte de la primera mujer en obtener el título de médica, Cecilia Grierson, que lo crea al regresar del Segundo Congreso Internacional de Mujeres en Londres.
Esta organización derivó hacia 1904 en la Asociación de Universitarias Argentinas que organizó el Primer Congreso Femenino Internacional que se llevó a cabo en Buenos Aires en 1910, con el reclamo sufragista como uno de sus ejes centrales.
Un año después, el 26 de noviembre de 1911, la también médica Julieta Lanteri se convierte en la primera mujer latinoamericana en emitir un voto, al participar de las elecciones legislativas de la ciudad de Buenos Aires aprovechando la imprecisión de una convocatoria de reempadronamiento.
En 1918 se fundan diferentes organizaciones con el impulso al voto femenino como principal denominador: la Unión Feminista Nacional encabezada por Alicia Moreau de Justo y la Asociación pro Derechos de la Mujer de Elvira Rawson de Dellepiane.
Pero también se funda el partido Feminista Nacional que en 1920 postula a Julieta Lanteri como diputada nacional, quien se transformó así en la primera mujer en candidatearse a un cargo electivo, aprovechando que ni la Constitución Nacional ni la ley electoral incluían interdicciones de género.
En esos comicios en que cosecharon poco más de mil adhesiones de votantes masculinos, el Comité Pro Sufragio Femenino creado por la socialista Alicia Moreau en 1907 la acompañó organizando un «simulacro» o «ensayo» de voto.
Pero antes de 1947 hubo un distrito que por períodos permitió votar a las mujeres, la provincia de San Juan, en virtud de la reforma de la constitución provincial de 1927.
En 1932, por primera vez un proyecto de sufragio femenino, el presentado por el diputado socialista Mario Bravo, logró media sanción de diputados pero el Senado nunca lo trató y perdió estado parlamentario.
Para cuando Juan Perón accedió a la presidencia, el gobierno peronista iba a elegir avanzar con decisión en ese sentido, lo que quedó claro desde el discurso de asunción y se confirmó en la cruzada protagonizada por Eva Perón.
Sin embargo, algunas de las históricas referentes feministas no estaban de acuerdo con equiparar totalmente los derechos políticos de hombres y mujeres de una sola vez como proponía el proyecto oficial, propugnaban proyectos gradualistas que inicialmente solo habilitaran a ellas a participar de comicios locales.
Tras haber militado en actos, discursos radiofónicos y hasta con su presencia en el recinto a la hora de la votación, Eva Perón protagonizó el acto de promulgación de la ley de sufragio femenino el 23 de septiembre de 1947 donde ofreció un memorable discurso ante una multitud enfervorizada.
«Aquí está, hermanas mías, resumida en la letra apretada de pocos artículos, una larga historia de lucha, tropiezos y esperanzas», dijo entonces.
De estreno, las mujeres concurrieron masivamente a las urnas el 11 de noviembre de 1951.
Según el historiador Hernán Toppi, el padrón pasó de 3.405.173 electores a 8.613.998 en 1951 por la incorporación de las mujeres, que en más de un 90% concurrieron a emitir su voto.
«Pero no solo en este aspecto se vio el impacto del voto femenino; también lo encontramos en la arena representativa. Ingresaron al Congreso Nacional las primeras parlamentarias: 23 en la Cámara de Diputados (15,4% del total) y 6 en el Senado (20%). Estas cifras aumentaron en 1955, con 34 diputadas (21,7% del total) y 8 senadoras (22,2 %)», escribió en su trabajo monográfico reciente.
Distintos estudios sobre la proporción de mujeres ocupando cargos como diputadas o legisladoras permiten advertir que ese porcentaje de participación cayó abruptamente tras el golpe de 1955 y hay que esperar hasta mediados de los 90 o principios de los 2000, tras la ley de cupo de 1991, para encontrar una proporción de mujeres superior al 20%.