por Daniel Chiarenza
Carola Elena Lorenzini fue una aviadora nacida el 15 de agosto de 1899 en Empalme San Vicente -actual ciudad y centro cívico de Alejandro Korn-, provincia de Buenos Aires. En 1925 fue campeona de atletismo, destacó en la práctica de la equitación, el remo, el atletismo y el hockey, y una de las primeras mujeres que se atrevió a manejar un auto por las calles de San Vicente.
Carola -que se hacía llamar Carolina- trabajó como dactilógrafa y en 1931 la aceptaron en el Aero Club Argentino de Morón para hacer un curso en el que invirtió todos sus ahorros y vendió hasta la bicicleta. Para ella la aviación no fue un pasatiempo excéntrico sino una conquista en un espacio que estaba reservado a los varones. Así, se convirtió en “la mejor”.
El 4 de noviembre de 1933 obtuvo su brevet Nº 436 -licencia de aviador civil para vuelos, inclusive, internacionales- y fue la primera mujer que obtuvo el título de instructor de vuelo en América del Sur.
El 13 de noviembre de 1935 cruzó el Río de la Plata en un vuelo solitario a bordo de su aeroplano Fleet 51, al que no obstante haberle fallado el altímetro, consiguió hacer aterrizar más allá de las aguas, en unos terrenos cercanos a Carmelo.
En 1939 la revista Vosotras la destacó como una de las ocho mujeres del año y dos años después recibió la patente que la habilitaba para vuelos de servicio público, como corolario de una carrera de piloto que comprendía el récord femenino sudamericano de altura con un avión de turismo construido en la Argentina.
En 1940 realizó una gira por las catorce provincias en su avioneta Chingolo, fue tapa de “El Gráfico” y más tarde triunfó en una competencia de regularidad en la que intervinieron diez consagrados pilotos, lo que la ubicó como una de las mejores entre hombre y mujeres.
Famosa por su destreza para el looping invertido -una cabriola extrema a la que sólo se le animaba otro aviador, su maestro Santiago Germanó-, Lorenzini abrió caminos para todas las mujeres que aspiraban al vértigo, a la adrenalina y a la altura. Con Germanó dieron espectáculos en Argentina, Uruguay y Brasil. Carola para los vuelos de acrobacia usaba un Focker Wulf FW44 Stieglitz.
Dos de sus sucesoras fueron María Angélica Medina (10 mil horas de vuelo) y Luisa Quiroga (iba a tener 45 años de experiencia como piloto), ambas socias activas de la Organización Femenina de Aeronavegantes (Orfea).
Esta excepcional mujer despertaba la pasión del pueblo. Lorenzini visitó todos y cada uno de los pueblos del interior con su Focker Wulf, y su arribo a los campos convocaba a miles de personas. Tanto es así que aterrizaba muy lejos del lugar pautado para la visita, de modo que la hélice del avión no lastimara a nadie de los que se lanzaban a saludarla. El trayecto hasta la multitud lo hacía a caballo.
Fue así como el 23 de noviembre de 1941 realizaba una de estas usuales exhibiciones, con motivo de la visita de la escuadrilla aérea femenina del Centro Aeronáutico del Uruguay -en el aeródromo de Morón, provincia de Buenos Aires- cuando un accidente puso fin a su vida.