sábado, noviembre 23

DIARIO DE VIAJE

por Juan Rapacioli

A partir de un trabajo con materiales autobiográficos, literarios y musicales, Fernando Murat compone “Diario de viaje”, un poemario que rescata el espíritu de los relatos de aventuras para construir un corpus textual con varios registros y diversas voces que configuran una historia familiar.
Publicado por Paradiso ediciones, escrito «en colaboración con Santino», su perro, según dijo el autor, el libro de Murat (Buenos Aires, 1966) , definido como “una noveleta en varios tiempos y algunos cuentos del abierto”, propone una excursión por la ciudad (y más allá), donde confluyen elementos de la gauchesca, la comedia, el rock, la historia familiar y el relato de aventuras.
– ¿Cómo nació el poemario?
– El libro surge por una anécdota: Mirta Rosenberg había recibido mi libro anterior, “Un día de diversión en la calle Brasil”, le interesó y me ofreció publicar en una página de poesía algunos inéditos; yo no quería sacar nada porque estaba por publicar, y justo tenía seis textos cortos en un archivo al que había titulado “Diario de viaje”; los leí, les agregué algunas cosas y se los mandé. A partir de ahí fue un momento de captura, el libro empezó a cambiar y postergó lo que estaba escribiendo. Me tomó cinco años de escritura. No me dejaba pensar en otra cosa.
– ¿Con qué sentido trabajaste los materiales del libro?
– La base del libro es la poesía, una poesía que se pervierte en algún punto y termina derivado en una estructura narrativa. Paralelamente al diario fue surgiendo ese espacio que lo acompaña, “el abierto”, que está interrelacionado con el diario: es su infierno. Definitivamente, ese es el espacio que más me interesó del texto. De hecho, buena parte del libro que estoy escribiendo ahora, “El horse del comisario”, surge de ese lugar que no tiene espacio ni tiempo. Es una noveleta, hay una historia que se cuenta con personajes construidos a partir de numerosos materiales. La cuestión del género surge a partir del trabajo: no encontraba una voz que tuviese algún tipo de identificación con lo que quería hacer y, finalmente, la voz tuvo una torsión, se modificó y apareció lo que buscaba.
– El libro ofrece también una suerte de mapa de barrios de la ciudad y recorridos en colectivo o bicicleta…
– Es un texto fuertemente territorial y que pasea por la historia, va de Rimbaud a la dictadura; hay un mapa para buscar a alguien que desapareció y que se supone que está en Tierra del Fuego. Eso fue un momento intenso. Tiene que ver con algo de la infancia donde aparece un contrato ficcional para dar cuenta de algo que transforma el relato familiar. En realidad, se trata de un relato interno para dar cuenta de la ausencia de mi tío.
– La música es otra de las cosas que le dan una fuerte impronta a los textos…
– Aunque el libro derive en un estructura narrativa, la base es el trabajo con la poesía, un trabajo sobre el lenguaje poético o una concepción poética del lenguaje; en ese sentido hay un contrato con la música, lo que alimenta el libro, hay muchas citas musicales que le dan un linaje a la obra. Lo que alimenta el libro son las canciones del rock, que siempre están acompañando. Me remito a muchas cosas, Rimbaud, Mirta Rosenberg, Susana Thénon, pero lo que está en el centro es la poesía del rock.
– ¿Por qué se te ocurrió trabajar con diferentes registros?
– Me interesa el modo de la biblioteca infantil, en donde uno podía leer y combinar una serie de saberes, lo alto y lo bajo todo mezclado, sin jerarquías. En mi casa, donde solamente había una enciclopedia de animales, de pronto aparecía “Los siete locos”, así fue mi formación.
– Una estrategia borgeana…
– Borges hace esa operación desde una estrategia de construcción de la figura de escritor y de su posición en la literatura argentina. Construye a Carriego para posicionarse en otro espacio y organiza una serie de disputas para armar una suerte de panorama. Lo que me interesa son los libros de los cuales uno se alimenta y que terminan marcando una lógica de lectura. No tengo una teoría de valor, leo y trato de generar algún tipo de reflexión o algo que me permita un tipo de construcción. De lo que leo, lo que me interesa es lo que me permite construir objetos. Después, para que algo me guste, escucho a Spinetta.

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