por Julieta Grosso
La mayoría de los diágnósticos sobre el futuro del libro trazados en los últimos años deberán rendirse ante la evidencia de que la industria editorial no se ha transformado en la dirección vaticinada, sostiene la economista francesa Francoise Benhamou en su ensayo «El libro en la era digital», donde explica cómo la producción y recepción de la obra escrita fue drásticamente alterada por la revolución digital pero no se encamina a la desaparición del formato en papel.
Frente a los análisis apocalípticos, el libro de texto no ha sucumbido al poder de los soportes digitales, que en cambio sí han capturado parte del movimiento registrado en torno a los formatos de ficción, mientras las industriales culturales agudizan el proceso de destrucción de valor evidenciado en el campo musical y ahora trasladado a la prensa y la industria editorial.
Sobre estas ideas construye su obra Benhamou, conocida especialista en economía de la cultura que tras años dedicada a las variaciones del patrimonio cultural decidió encarar ahora los vaivenes que signan a este campo a partir de variables como los cambios en la distribución de la renta, la transformación de la cadena de producción y las alteraciones de los hábitos de consumo.
«Imaginábamos que el papel poseía un olor y un tacto irremplazables. Pero los lectores se vuelcan a una prensa digital ‘enriquecida’. Sospechábamos que la crisis ayudaría a la prensa en papel a inventarse una vida mejor en Internet. Pero incluso la marca más famosa, The New York Times, sigue en busca de un modelo», indica la ensayista en la obra.
Benhamou también da cuenta de otras transformaciones: «Contábamos con el triunfo de la computadora. La tablet y el teléfono ya la están reemplazando. Se decía que los libreros independientes corrían peligro de desaparecer y que las cadenas especializadas , con identidades fuertes y dimensiones importantes iban a resistir. Borders en Estados Unidos, Virgin y Chapitre en Francia, Red Group en Australia, todos fracasaron», enumera.
En «El libro en la era digital. Papel, pantallas y otras derivas», editado por Paidós, la autora detecta como rasgo de la cultura digital la mutación de lo fijo a lo móvil, un desplazamiento disparado por la irrupción del iPhone en 2007, el dispositivo que sentó las bases para la primera revolución digital que «desplaza una práctica que aliaba lo virtual y lo sedentario, hacia una situación de nomadismo, en la que con un simple objeto móvil podemos conectarnos a un conjunto de archivos digitales».
Estos avances, que los investigadores califican de «innovaciones disruptivas» porque rompen la lógica económica y dislocan tanto las relaciones sociales como los procesos cognitivos, impactan decisivamente en la industria del libro: el lugar del autor se pone en duda y se multiplican los efectos de la red, que alteran la notoriedad de marcas y autores.
«Algunos fundamentos no cambian -aclara Benhamou-. Para el editor, cada novedad implica un riesgo; pocos títulos resultan rentables y, con el mismo azar de la lotería, toda la fuerza se concentra en unos pocos libros susceptibles de convertirse en best sellers. Los grandes cambios que la era digital conlleva afectan el mundo de la economía. El lugar del autor se pone en duda. La apropiación de los textos se transforma y en ciertos segmentos del mercado abundan las coautorías».
La ensayista detalla con precisión las nuevas problemáticas surgidas de los cambios que la expansión digital le impuso a la economía cultural, como la baja de precios, la piratería y la eliminación de intermediarios entre autores y receptores de una obra, así como la llegada a nuevos públicos.
Pese a lo esperado, según Benhamou, no se produjo una masiva migración del papel a la pantalla en el caso del libro, como ha ocurrido en torno a la prensa: con un mercado iniciado en Estados Unidos en 2007 con el lanzamiento del Kindle de Amazon, cinco años más tarde el libro electrónico representa apenas un cuarto de las ventas del soporte papel.
La ensayista plantea que son varias las condiciones necesarias para que el consumidor incorpore el ebook, como estar preparado para esos nuevos usos y a su vez disponer de un catálogo variado, legible y de fácil acceso, además de precios aceptables, dispositivos fácilmente manipulables y disponibilidad de formatos compatibles.
Benhamou también sostiene que los dispositivos específicos de lectura, como el e-reader, no sobrevirán finalmente a la competencia entre soportes y serán reemplazados por las tablets, que ya lideran la puja por su carácter multifuncional.
«Pasar el -reader a la tablet no es un hecho indiferente. El e-reader duplica la experiencia de lectura del libro en papel, mientras que la tablet, que ahora reemplaza al juguete en el arbolito de Navidad, pone a competir el texto con el juego y al libro con el diario, en un contexto donde lo que prevalece es la falta de atención», indica la autora.
Benahmou vaticina finalmente que el futuro del libro será híbrido ya que integrará nuevas oportunidades borrando los límites con otro tipo de publicaciones y cambiando el lugar y la autoridad del autor. Una revolución industrial y cognitiva está en marcha.
Frente a los análisis apocalípticos, el libro de texto no ha sucumbido al poder de los soportes digitales, que en cambio sí han capturado parte del movimiento registrado en torno a los formatos de ficción, mientras las industriales culturales agudizan el proceso de destrucción de valor evidenciado en el campo musical y ahora trasladado a la prensa y la industria editorial.
Sobre estas ideas construye su obra Benhamou, conocida especialista en economía de la cultura que tras años dedicada a las variaciones del patrimonio cultural decidió encarar ahora los vaivenes que signan a este campo a partir de variables como los cambios en la distribución de la renta, la transformación de la cadena de producción y las alteraciones de los hábitos de consumo.
«Imaginábamos que el papel poseía un olor y un tacto irremplazables. Pero los lectores se vuelcan a una prensa digital ‘enriquecida’. Sospechábamos que la crisis ayudaría a la prensa en papel a inventarse una vida mejor en Internet. Pero incluso la marca más famosa, The New York Times, sigue en busca de un modelo», indica la ensayista en la obra.
Benhamou también da cuenta de otras transformaciones: «Contábamos con el triunfo de la computadora. La tablet y el teléfono ya la están reemplazando. Se decía que los libreros independientes corrían peligro de desaparecer y que las cadenas especializadas , con identidades fuertes y dimensiones importantes iban a resistir. Borders en Estados Unidos, Virgin y Chapitre en Francia, Red Group en Australia, todos fracasaron», enumera.
En «El libro en la era digital. Papel, pantallas y otras derivas», editado por Paidós, la autora detecta como rasgo de la cultura digital la mutación de lo fijo a lo móvil, un desplazamiento disparado por la irrupción del iPhone en 2007, el dispositivo que sentó las bases para la primera revolución digital que «desplaza una práctica que aliaba lo virtual y lo sedentario, hacia una situación de nomadismo, en la que con un simple objeto móvil podemos conectarnos a un conjunto de archivos digitales».
Estos avances, que los investigadores califican de «innovaciones disruptivas» porque rompen la lógica económica y dislocan tanto las relaciones sociales como los procesos cognitivos, impactan decisivamente en la industria del libro: el lugar del autor se pone en duda y se multiplican los efectos de la red, que alteran la notoriedad de marcas y autores.
«Algunos fundamentos no cambian -aclara Benhamou-. Para el editor, cada novedad implica un riesgo; pocos títulos resultan rentables y, con el mismo azar de la lotería, toda la fuerza se concentra en unos pocos libros susceptibles de convertirse en best sellers. Los grandes cambios que la era digital conlleva afectan el mundo de la economía. El lugar del autor se pone en duda. La apropiación de los textos se transforma y en ciertos segmentos del mercado abundan las coautorías».
La ensayista detalla con precisión las nuevas problemáticas surgidas de los cambios que la expansión digital le impuso a la economía cultural, como la baja de precios, la piratería y la eliminación de intermediarios entre autores y receptores de una obra, así como la llegada a nuevos públicos.
Pese a lo esperado, según Benhamou, no se produjo una masiva migración del papel a la pantalla en el caso del libro, como ha ocurrido en torno a la prensa: con un mercado iniciado en Estados Unidos en 2007 con el lanzamiento del Kindle de Amazon, cinco años más tarde el libro electrónico representa apenas un cuarto de las ventas del soporte papel.
La ensayista plantea que son varias las condiciones necesarias para que el consumidor incorpore el ebook, como estar preparado para esos nuevos usos y a su vez disponer de un catálogo variado, legible y de fácil acceso, además de precios aceptables, dispositivos fácilmente manipulables y disponibilidad de formatos compatibles.
Benhamou también sostiene que los dispositivos específicos de lectura, como el e-reader, no sobrevirán finalmente a la competencia entre soportes y serán reemplazados por las tablets, que ya lideran la puja por su carácter multifuncional.
«Pasar el -reader a la tablet no es un hecho indiferente. El e-reader duplica la experiencia de lectura del libro en papel, mientras que la tablet, que ahora reemplaza al juguete en el arbolito de Navidad, pone a competir el texto con el juego y al libro con el diario, en un contexto donde lo que prevalece es la falta de atención», indica la autora.
Benahmou vaticina finalmente que el futuro del libro será híbrido ya que integrará nuevas oportunidades borrando los límites con otro tipo de publicaciones y cambiando el lugar y la autoridad del autor. Una revolución industrial y cognitiva está en marcha.