
La respuesta de la sociedad argentina al avance de los discursos de odio.
por Lucía Pereyra
El 1 de febrero de 2024 marcó un hito de resistencia y solidaridad en la lucha por derechos humanos básicos, especialmente el derecho a la identidad sexual y los logros feministas, y en rechazo a discursos y amenazas fascistas. En un contexto de odio y represión política, miles de personas salieron a las calles enérgicamente contra el gobierno de Javier Milei, cuyas controvertidas políticas han generado resistencia desde su inicio. Este día se convirtió en un símbolo de unidad entre diversos movimientos sociales, uniendo esfuerzos en defensa de los derechos humanos y la dignidad.
La jornada comenzó con una multitudinaria marcha que reunió a decenas de miles de personas desde el Congreso hasta la emblemática Plaza de Mayo, un lugar clave en la lucha por la democracia en Argentina. La manifestación atrajo no solo a quienes se sienten directamente afectados por las políticas del Gobierno, sino también a aquellos que sienten la responsabilidad social de alzar la voz contra cualquier forma de discriminación, misoginia y racismo. La diversidad de los asistentes reflejó el rico tejido social del país: hombres, mujeres, personas no binarias, jóvenes y ancianos, todos unidos en un mismo propósito: decir ‘NO’ al odio institucionalizado.
El horizonte de la movilización se extendió más allá de las fronteras argentinas. En ciudades de Europa, América y Asia, grupos de compatriotas se organizaron para expresar su rechazo a las desafortunadas políticas y retóricas que se habían apoderado del discurso gubernamental. Estas concentraciones múltiples evidenciaron el interés y la solidaridad internacional hacia la lucha por los derechos en Argentina, ofreciendo un sentido de pertenencia global a la causa.
Las razones detrás de la movilización fueron variadas y profundas. A medida que la gestión de Milei se adentra en la aprobación de normativas que minan los derechos de la comunidad LGBTQI+, centenares de miles de voces se unen para denunciar no solo la homofobia, sino también el sexismo y el desprecio por las luchas históricas del feminismo. La jornada fue una oportunidad para visibilizar el aumento de la pobreza, los despidos masivos resultantes de las políticas de ajuste y la niebla del negacionismo que, en muchas ocasiones, oculta la verdad de las luchas sociales pasadas y presentes.
Las organizaciones que participaron de la jornada fueron diversas y abarcaron un espectro amplio de la sociedad civil. Se pudieron ver banderas y carteles de agrupaciones de derechos humanos, sindicatos, colectivos feministas y de la comunidad LGBTQI+, así como de movimientos culturales. Esta multitudinaria incoherencia organizativa también subrayó la interconexión de las diversas luchas: el feminismo que choca contra los muros de los estereotipos machistas, la comunidad LGBTQI+ que demanda aceptación y respeto, y las agrupaciones obreras que gritan por mejores condiciones laborales.
Los discursos en la Plaza de Mayo reflejaron el sentir de la multitud. Las voces de los oradores abogaron por la dignidad y los derechos de todos, instando a seguir luchando contra el intento de silenciar a los que se consideran «diferentes» o «indeseables». Desde el escenario, se escucharon llamados a la acción y al empoderamiento, enfatizando que la lucha por los derechos no es solo de los grupos que se ven afectados directamente, sino de toda la sociedad que aboga por un futuro inclusivo.
El eco del ‘NO’ resonó más allá de ese día. La movilización del 1° de febrero fue una respuesta contundente al desdén por la diversidad y la equidad que ha caracterizado el discurso de algunos líderes políticos. Las redes sociales se inundaron de fotografías, vídeos y relatos de esta jornada histórica, alimentando la llama de la solidaridad y el activismo en un contexto que a menudo parece adverso.
En momentos en que el odio y la discriminación se presentan como políticas de Estado, Argentina mostró que la resistencia es posible. Las calles se convirtieron en un poderoso recordatorio de que la lucha por los derechos humanos no se detendrá, que se construirá un futuro en conjunto, inclusivo y lleno de empatía. Un futuro en el que, sin importar la orientación sexual, el género o la clase social, cada individuo pueda vivir con dignidad, respeto y amor. La memoria de este día seguirá viva, y con cada nueva manifestación, el grito de «NO» se prolongará, haciendo eco en la historia de un pueblo que no se rinde.