jueves, noviembre 21

EL MITO DEL ORIGEN

por Milena Heinrich y Emilia Racciatti

Si toda fecha histórica es una disputa de sentidos, la del Día de la Patria -de la que el 25 de Mayo se cumplen 210 años- representa el mito de origen de la soberanía de esta región porque marca el nacimiento de un país, y al mismo tiempo pone en escena de qué modo los acontecimientos de la historia no son ajenos a las apropiaciones que desde el presente se hace de ellos, como sugieren los historiadores Javier Trímboli, Gabriel Di Meglio y Julia Rosemberg.

«El 25 de Mayo es una fecha unánime en un país donde las unanimidades no se dan mucho. En ese sentido, tiene un peso simbólico y un lugar destacado. Al punto que, cuando después de la dictadura, se creyó que las fechas patrias ya no tenían el mismo lugar, el Bicentenario de 2010, con un récord de gente en las calles, demostró que son fechas que siguen interpelando», dice el historiador Gabriel Di Meglio.

Como argumenta Di Meglio -que también es investigador de Conicet y desde hace un mes está al frente del Museo Histórico Nacional-, una comunidad se identifica por «un mito de origen» y en ese sentido «el 25 de Mayo es una revolución que inicia la construcción de un país nuevo. Si bien la identidad nueva es algo que se va a crear en las décadas siguientes de mayo, desde muy temprano la fecha se convierte en el mito de origen, legitimada por todos los sectores políticos sociales».

Aunque se concentre en un día de inicio, como explica la historiadora Julia Rosemberg «fueron los sucesos del 25 de Mayo de 1810 y todo lo que abrieron estos sucesos los que marcaron la revolución que dio inicio al nacimiento de nuestra patria».

«Y no es menor -dice- que este mito de origen, como lo define Tulio Halperín Donghi, sea un acontecimiento o un proceso, que tiene como meta, en sus palabras, ´la redención de la humanidad por su propio esfuerzo´».

«Halperín Donghi también dice que es la búsqueda de un paraíso en la tierra. Él define así a la revolución y me parece bien interesante porque esa búsqueda la hizo un grupo de hombres y mujeres que decidieron, a partir de una serie de convicciones que tenían, intentar cambiar el curso de los acontecimientos, arriesgando para ello su propia vida. No significa para todos lo mismo, pero sí en la mayoría estaba ligado a una idea de soberanía y libertad, e incluso para muchos de mayor igualdad», dice la historiadora.

Para Javier Trímboli, «el 25 de Mayo es el inicio de una revolución que tuvo a la patria como su gran proyecto», aunque eso se distribuya en consideraciones distintas sobre lo que significa una revolución pero lo cierto es que «el impulso es tan poderoso que alcanza una larga vida» y que se extiende a fechas posteriores como la del 9 de Julio a la que «se ha querido sustraer su ligazón con la revolución. De hecho, ese mismo congreso en sesión de agosto de ese año creyó que bastaba un decreto para dar por terminada a la revolución. Y no lo consiguió», explica.

Como los hechos políticos y sociales no pueden desligarse de las disputas que buscan otorgarles distintos sentidos, el caso de la Revolución de Mayo -explica Rosemberg- «como todo símbolo de la patria, fue objeto a lo largo del tiempo de disputas por su apropiación. Quizá la más visitada sea la del Centenario de 1910 cuando el régimen conservador que gobernaba al país celebró esa fecha con un signo de clase bien marcado. No por nada esa celebración se hizo bajo estado de sitio que buscaba mitigar las manifestaciones que reclamaban distintos grupos sociales por derechos que no eran cumplidos».

Pero además de esa, «hay muchísimas otras apropiaciones, por ejemplo, en la década del 90 donde parte de la historiografía tuvo una tendencia a leer la Revolución de Mayo como un hecho que era consecuencia de lo que sucedía en Europa, especialmente en España. La tendencia era borrar el carácter rupturista, lavar su contundencia, incluso algunos llegaban a cuestionar si lo que había sucedido podía ser llamado como revolución. No es una discusión despojada de politicidad si en el origen de tu patria está o no la palabra revolución», señala la autora de «Eva y las mujeres».

El 25 de Mayo como fecha en la que se estableció el primer gobierno patrio permite ubicar a la soberanía en el centro del debate político aunque, como sostiene Di Meglio, en este momento «es central la soberanía pero en otra clave, en el sentido de que esos Estados que van a surgir de las revoluciones y dan inicio a la vida independiente en América Latina hoy están amenazados más que por imperios formales como fue el de España, por la lucha de su integridad política y sus capacidades de acción en un mundo dominado por los mercados».

Para el autor de «Historia de las clases populares en la Argentina», en esta coyuntura «es cada vez más difícil tomar acciones propias que permitan un destino en clave nacional sin pensar en bloques».

Trímboli asegura que «la soberanía existe como asunción de los destinos de una vida en común que se manifiesta, que desconoce injerencias externas de quienes sólo pretenden doblegarla» y es en esa dirección que resalta la importancia de ubicar a la política en «primer plano».

«De hecho nuestro gobierno lo busca. Pero las tareas de la administración, de la gestión de vidas que en las dimensiones de la sociedad de masas se vuelven números, se han vuelto tan inexorables que la impresión es que queda poco lugar para la política como fuerza de invención, de novedad y libertad colectiva», sostiene el autor de «Sublunar. Entre el kirchnerismo y la revolución».

Para Trímboli, «la pandemia volvió al mundo un pañuelo, en un drama de la humanidad, más allá de sus fronteras» y en ese sentido advierte que «la OMS también es un organismo internacional, que expresa una hegemonía, que nada sabe de neutralidades».

«Esperemos que las migajas que queden de la imaginación soberana sean suficientemente potentes para alguna vez poder dar inicio a sueños que desconozcan de esa tremenda injerencia. En este contexto lo que queda de soberanía es frágil y hay que saber cuidarlo, es otro de los tesoros de las revoluciones», dice Trímboli.

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