por Agustín Argento
Martín Matalón estrena este jueves la ópera de Bertolt Brecht «El que dice Sí/ El que dice No» en el Teatro Coliseo, obra a la que el compositor argentino le puso música a su segunda parte, luego de casi 100 años en los que era recitada.
La carrera de Matalón cuenta en su haber con la musicalización en la reposición y restauración de filmes mudos del español Luis Buñuel, como también la de la música de la versión extendida de «Metrópolis» (1927), de Fritz Lang, en la que trabajó durante cinco años entre 1995 y 2001.
En el caso de «El que dice ‘Sí’/El que dice ‘No'», el escritor y dramaturgo alemán estrenó la obra en 1930, basada en un texto tradicional del teatro Noh japonés. En su original, constaba de una sola parte: «El que dice ‘Sí'», que narra la caminata de unos aldeanos a través de la montaña y que, ante la enfermedad de un niño durante la travesía, se decide arrojar al párvulo por la ladera de la montaña, tal como marcaba la tradición lugareña y ante la aceptación del infante. Esta parte, estaba musicalizada por Kurt Weill.
«Brecht agarró este cuento japonés y cuando lo presentó, vio que la gente hacía comentarios, se discutía y tuvo muchas críticas por tirar al chico por la montaña. Él recuperó estos comentarios y escribió ‘El que dice que ´No´’, en el cual ante la misma situación, el chico se niega a continuar con la tradición de arrojar por el barranco a quién se enferma en la caminata», explicó Matalón, quien vive en Francia y está en Buenos Aires por dos meses.
Hasta la fecha, cuando el teatro de Normandía le pidió al músico argentino que compusiera la música, la obra del autor nacido en Augsburgo se presentaba musicalizada por Weill en su primera parte y en recitado en la segunda. No se trata de la primera musicalización en obras visuales o audiovisuales por parte de Matalón. Aunque él se diferencia de quiénes componen bandas de sonido.
Su manera de trabajar no es con música incidental, sino que crea él mismo su propia narración con la música. Al estilo del cine mudo, cuando era musicalizado en vivo por las orquestas.
«En mi producción hay dos ejes: uno que es la música pura para conciertos; y el otro es la música con la alteridad, con otras artes. Me gusta mucho el trabajo con el otro, la multidisiplinariedad. Ambos ejes se nutren, se retroalimentan. Cuando te encontrás con otras disciplinas, tus ideas musicales crecen más, se enriquecen. Siempre hay situaciones donde tengo que encontrar cosas que nunca antes había buscado», comentó el músico.
«Cuando hice ‘Metropolis’ -recordó-, no había mucha referencia. La música original (de Gottfried Huppertz) era una pieza romántica, cuyas partes se podían poner en cualquier lado. Cuando yo la hice, puse la película en la computadora y pixel por pixel. Trabajo con la imagen, cosa que otros no lo han hecho porque no tenían esas herramientas en su momento».
La obra cuenta con la dirección musical de Natalia Salinas para la primera parte y de Matalón para la segunda; la dirección de escena está a cargo de Nahuel Di Pierro y Violeta Zamudio, y la participación del Coro de Niños del Teatro Colón, bajo la dirección de César Bustamante.
En el marco del ciclo Colón en la Ciudad, la obra tendrá otras tres funciones: viernes 25 y sábado 26 a las 20 y el domingo 27 a las 17.
¿Tuviste en cuenta la música de Weill para tu parte?
Por un lado sí, pero por el otro, no. Hay cien años de diferencia y está muy lejos de lo que yo puedo hacer. No hay una conexión. En lo que sí hay conexión es en el sacrificio del individuo por el grupo y en el cómo lo enriquece, en la parte del «No». Así la encaré yo. Cuando vi la partitura de Weill y la estudié, me di cuenta de que todo es un ensamble de grupo, y que no tiene solos. Es todo como muy compacto, armonía y melodía, e iba muy bien con el sacrificio del individuo por el grupo. A partir de ahí, pensé en hacer algo complementario. Cada escena tiene un control instrumental diferente y una polifonía a nivel de planos sonoros. Hay un color instrumental para cada una de las seis escenas. Había que darle mucho color e importancia al individuo. Eso es un poco el concepto.
En esta pieza, Brecht deja que el público tome la decisión de cuál de las dos partes sería la correcta, porque si bien en la primera la decisión es cruel, también es cierto que lo que impera es la tradición, lo que sería la Ley si se tiene el cuenta el diálogo de Sócrates y Critón, en el cual prefiere tomar la cicuta antes que escapar de la cárcel.
Brecht tomaba y no tomaba una postura. Aquí, le deja la libertad a la gente para que tome la decisión con las dos caras de la moneda. Eso es lo que me gusta de Brecht. Él crea una dialéctica, en la misma historia con fines, diferentes. Es el espectador el que está escuchando. Brecht hace eso, hace que el espectador tenga un rol activo.
Tu trabajo con «Metrópolis» te ocupó cinco años. ¿Cuánto te aportó para el resto de tu carrera?
Para mí, «Metrópolis» fue muy importante. El año pasado hice una presentación con 90 músicos y luego hice otra en Buenos Aires con electrónica. Me tomó cinco años componer esa música, del 95 al 2001. Y esa pieza me formó como compositor Me hizo crecer mucho porque es una pieza de dos horas y media… es un bestialidad.
Tanto Fritz Lang, como Luis Buñuel y Brecht habían fallecido cuando compusiste la música para sus películas… ¿Cómo dialogas con sus obras?
A mí me es más fácil (risas), yo creo mucho en el texto, siempre lo voy a respetar y establecer una relación muy amigable, sobre todo si la persona no está viva. Yo encuentro la manera de hacer mi música al cien por cien y trabajar con el texto en la mano. Por otro lado, cuando yo digo filme-concierto no es música de filme, donde hay un diálogo. Cuando haces un cine-concierto, suelen ser músicos de muy alto nivel, ahí la música es como la palabra del filme, con una dimensión mucho mas interesante. Es otro tipo de experiencia. Un espectáculo fijado se vuelve viviente, con todos los riesgos del vivo.
Foto / Fuente: Télam