por Mercedes Ezquiaga
El primer libro dedicado a contar la vida de Gustavo Cerati, uno de los músicos más populares de este lado del mundo, desde su niñez en Villa Ortúzar hasta sus últimos días, en los que estuvo postrado en la cama de una clínica luego de accidente cerebrovascular, son reconstruidos de manera minuciosa y relatados con gran pericia narrativa por el periodista Juan Morris en «Cerati. La biografía».
Difícil desmontar mitos alrededor de una de las estrellas de rock de la geografía latinoamericana, que en varios entrevistas que dio en vida habló de sus amores, el apasionamiento y tesón que marcaron su vínculo con la música, sus excesos -el alcohol, las drogas, el cigarrillo- sus años como solista, y el tiempo al lado de una banda monumental como Soda Stereo.
Aunque Morris -periodista de la revista Rolling Stone- no elude esos aspectos, se adentra también en el lento paso del tiempo percibido desde en una clínica porteña que fue testigo, durante cuatro años, de un Cerati en coma, que era visitado por su familia y amigos, al que le practicaban ejercicios de rehabilitación -sentarse con un arnés que lo mantenía erguido, mover las extremidades para no perder tonicidad, tomar cucharadas de miel para que aprenda a tragar otra vez- y que hasta llegó a recibir el título de ciudadano ilustre, en una pequeña ceremonia ocurrida entre cuatro paredes y gélidas luces de hospital.
Sin dudas, éste resultará el aspecto más revelador y tal vez incómodo del libro -editado por Sudamericana- que no estuvo exento de polémicas y provocó declaraciones, en redes sociales, por parte del hijo de Gustavo, Benito Cerati, quien se encargó de decir que la biografía «carece de veracidad» y «tiene muchas imprecisiones».
«Yo, la verdad, que lo entiendo -dice, con empatía, Morris (1983)- en diálogo telefónico desde Estados Unidos-. Hago el ejercicio de ponerme en su lugar y me parece super comprensible que una biografía de un familiar te descoloque, me parece una reacción muy natural, muy humana», afirma, buscando dejar de lado controversias, este periodista que pasó cuatro años entrevistando, recorriendo y recopilando datos.
¿Cómo contar la vida de una de las máximas figuras de la música local de los últimos 30 años, que dio infinidad de notas en vida, que tocó en cientos de recitales y fue retratado en miles de fotografías? «Entiendo que muchos hagan zoom en el capítulo más dramático de su vida y, de pronto, parece que el libro sólo se trata de sus últimos días, pero es un libro que está lleno de su vitalidad, su deseo creativo, sus amores y sus canciones», asegura el autor.
«El libro reconstruye su vida incluso desde antes de su vida: la historia de los Cerati en Mozzate, un pueblito al norte de Italia donde trabajan con gusanos de seda y del que Ambrosio Cerati se fue a los 18 años escapando de la posguerra de la primera guerra mundial… Cubre la historia de amor de sus padres, su infancia, su amor por el dibujo y la música», agrega Morris.
Así, va narrando cómo este joven Cerati -que sin ser un superdotado como Charly García o sin tener la magia de Luis Alberto Spinetta- logra ocupar un lugar fundamental en la cartografía rockera vernácula: «de su madre heredó el costado creativo, la visión estética, y de su padre, la tenacidad, el trabajo, el esfuerzo, una combinación que lo llevó muy lejos».
En el primer capítulo, el libro reconstruye la intimidad de las últimas horas del músico en Venezuela, en el último show del tour para presentar Fuerza Natural, antes del ACV -que lo tuvo cuatro años en coma- y recién al final hace el autor contrapunto con lo público, con lo que todos los medios decían por ese entonces: «Se hablaba de excesos, de consumo de cocaína, de alcohol y viagra durante la gira. De su novia casi treinta años menor (..)».
Los mitos acompañan inevitablemente la historia de los ídolos y luego del ACV, muchos comenzaron a ver en «Fuerza natural», ese último disco, el que justamente Cerati terminó de presentar aquella noche en Caracas, incluía frases que algunos adivinaron premonitorias: como «Viajo sin moverme de aquí», según reza la canción que da título al álbum.
De manera pragmática, Morris dosifica escenas, ritmos y momentos, y logra enhebrar y sobrevolar diversos aspectos de la vida del músico: la carrera de publicidad en la Universidad del Salvador, junto a compañeros de clase como Carlos Alfonsin o Andrés Fogwill, las novias -un desfile incesante de mujeres y la monogamia como una utopía-; la presentación para prensa del primer disco de Soda en un Pumper Nic, los shows en reductos míticos como el Einstein o Zero, la génesis y reunificación de Soda, el «Gracias.. totales».
«Cerati se fue de Soda porque creía que estaba agotado creativamente, pero también porque quería formar una familia con Cecilia Amenábar -la mamá de sus hijos Benito y Lisa-, algo muy sano. Ser padre de familia es un perfil que cuesta encontrar en músicos. Sin embargo, él cultivó esos estados emocionales: se enamoraba y vivía para sus amores, tuvo una familia y se dedicó a ser padre muy presente», detalla Morris.
«¿Cómo lo describiría? «Era muy perfeccionista, obsesivo, apasionado, alguien muy movido por su deseo. Sabía lo que quería, a dónde iba y tenía todo su deseo puesto ahí. Tener tan clara la dirección le dio una potencia muy grande. Además, se dedicó a cultivar su talento. Era afectuoso, cálido, trabajó mucho su lado emocional. Si estaba angustiado podía sobreponerse. Tenía diversos intereses, un tipo muy culto», desgrana el periodista.
«Era ansioso por lo que iba a venir y no tenía miedo de perder las cosas. Y eso lo llevó muy lejos. Terminó Soda Stereo en el momento de mayor exposición, cuando estaba todo dado para que siguiera y siguiera.. Cerati decía ‘es un final pero también es un inicio’. Sabía que perder algo significaba encontrar algo nuevo. Y tenía un ego muy grande, que es lo que lo llevó tan lejos en su carrera, y también, para
muchos de sus familiares y amigos, lo que lo mantuvo vivo, luego del accidente, tanto tiempo».
Difícil desmontar mitos alrededor de una de las estrellas de rock de la geografía latinoamericana, que en varios entrevistas que dio en vida habló de sus amores, el apasionamiento y tesón que marcaron su vínculo con la música, sus excesos -el alcohol, las drogas, el cigarrillo- sus años como solista, y el tiempo al lado de una banda monumental como Soda Stereo.
Aunque Morris -periodista de la revista Rolling Stone- no elude esos aspectos, se adentra también en el lento paso del tiempo percibido desde en una clínica porteña que fue testigo, durante cuatro años, de un Cerati en coma, que era visitado por su familia y amigos, al que le practicaban ejercicios de rehabilitación -sentarse con un arnés que lo mantenía erguido, mover las extremidades para no perder tonicidad, tomar cucharadas de miel para que aprenda a tragar otra vez- y que hasta llegó a recibir el título de ciudadano ilustre, en una pequeña ceremonia ocurrida entre cuatro paredes y gélidas luces de hospital.
Sin dudas, éste resultará el aspecto más revelador y tal vez incómodo del libro -editado por Sudamericana- que no estuvo exento de polémicas y provocó declaraciones, en redes sociales, por parte del hijo de Gustavo, Benito Cerati, quien se encargó de decir que la biografía «carece de veracidad» y «tiene muchas imprecisiones».
«Yo, la verdad, que lo entiendo -dice, con empatía, Morris (1983)- en diálogo telefónico desde Estados Unidos-. Hago el ejercicio de ponerme en su lugar y me parece super comprensible que una biografía de un familiar te descoloque, me parece una reacción muy natural, muy humana», afirma, buscando dejar de lado controversias, este periodista que pasó cuatro años entrevistando, recorriendo y recopilando datos.
¿Cómo contar la vida de una de las máximas figuras de la música local de los últimos 30 años, que dio infinidad de notas en vida, que tocó en cientos de recitales y fue retratado en miles de fotografías? «Entiendo que muchos hagan zoom en el capítulo más dramático de su vida y, de pronto, parece que el libro sólo se trata de sus últimos días, pero es un libro que está lleno de su vitalidad, su deseo creativo, sus amores y sus canciones», asegura el autor.
«El libro reconstruye su vida incluso desde antes de su vida: la historia de los Cerati en Mozzate, un pueblito al norte de Italia donde trabajan con gusanos de seda y del que Ambrosio Cerati se fue a los 18 años escapando de la posguerra de la primera guerra mundial… Cubre la historia de amor de sus padres, su infancia, su amor por el dibujo y la música», agrega Morris.
Así, va narrando cómo este joven Cerati -que sin ser un superdotado como Charly García o sin tener la magia de Luis Alberto Spinetta- logra ocupar un lugar fundamental en la cartografía rockera vernácula: «de su madre heredó el costado creativo, la visión estética, y de su padre, la tenacidad, el trabajo, el esfuerzo, una combinación que lo llevó muy lejos».
En el primer capítulo, el libro reconstruye la intimidad de las últimas horas del músico en Venezuela, en el último show del tour para presentar Fuerza Natural, antes del ACV -que lo tuvo cuatro años en coma- y recién al final hace el autor contrapunto con lo público, con lo que todos los medios decían por ese entonces: «Se hablaba de excesos, de consumo de cocaína, de alcohol y viagra durante la gira. De su novia casi treinta años menor (..)».
Los mitos acompañan inevitablemente la historia de los ídolos y luego del ACV, muchos comenzaron a ver en «Fuerza natural», ese último disco, el que justamente Cerati terminó de presentar aquella noche en Caracas, incluía frases que algunos adivinaron premonitorias: como «Viajo sin moverme de aquí», según reza la canción que da título al álbum.
De manera pragmática, Morris dosifica escenas, ritmos y momentos, y logra enhebrar y sobrevolar diversos aspectos de la vida del músico: la carrera de publicidad en la Universidad del Salvador, junto a compañeros de clase como Carlos Alfonsin o Andrés Fogwill, las novias -un desfile incesante de mujeres y la monogamia como una utopía-; la presentación para prensa del primer disco de Soda en un Pumper Nic, los shows en reductos míticos como el Einstein o Zero, la génesis y reunificación de Soda, el «Gracias.. totales».
«Cerati se fue de Soda porque creía que estaba agotado creativamente, pero también porque quería formar una familia con Cecilia Amenábar -la mamá de sus hijos Benito y Lisa-, algo muy sano. Ser padre de familia es un perfil que cuesta encontrar en músicos. Sin embargo, él cultivó esos estados emocionales: se enamoraba y vivía para sus amores, tuvo una familia y se dedicó a ser padre muy presente», detalla Morris.
«¿Cómo lo describiría? «Era muy perfeccionista, obsesivo, apasionado, alguien muy movido por su deseo. Sabía lo que quería, a dónde iba y tenía todo su deseo puesto ahí. Tener tan clara la dirección le dio una potencia muy grande. Además, se dedicó a cultivar su talento. Era afectuoso, cálido, trabajó mucho su lado emocional. Si estaba angustiado podía sobreponerse. Tenía diversos intereses, un tipo muy culto», desgrana el periodista.
«Era ansioso por lo que iba a venir y no tenía miedo de perder las cosas. Y eso lo llevó muy lejos. Terminó Soda Stereo en el momento de mayor exposición, cuando estaba todo dado para que siguiera y siguiera.. Cerati decía ‘es un final pero también es un inicio’. Sabía que perder algo significaba encontrar algo nuevo. Y tenía un ego muy grande, que es lo que lo llevó tan lejos en su carrera, y también, para
muchos de sus familiares y amigos, lo que lo mantuvo vivo, luego del accidente, tanto tiempo».