por Norma Morales*
El Decreto 711/2021, cuya sanción ocurrió el lunes pasado, propone como objetivo «convertir los planes sociales en empleo genuino en el sector privado». Y si bien el Presidente se está ocupando de generar trabajo registrado y con derechos, consideramos necesario profundizar el debate en torno a un tema tan estratégico.
En la Argentina, a partir de la gran crisis generada por el neoliberalismo y el terrible período que vivimos en el 2001/2002, que dejó a más de la mitad de la población en condición de desocupada, los movimientos sociales nos organizamos para generar fuentes de trabajo. Fue así que surgió la economía popular. Cuando el mercado y el sector privado dejaron de generar empleo y valor, en nuestras barriadas populares surgieron nuevas modalidades de trabajo; y fuimos las mujeres las activas promotoras de la recuperación.
Ese trabajo invisibilizado, precarizado y sin derechos, hoy es el 40 por ciento de la totalidad del empleo. Y es desde allí desde donde hay que partir para revertir la tétrica situación que se agudizó con los cuatro años de gobierno macrista y la pandemia, que puso en tensión, ni más ni menos, que el funcionamiento social.
Subsistimos a la pandemia justamente por esas tramas comunitarias que garantizaron lo alimentario, lo sanitario y el cuidado de la vida.
Fueron las cocineras quienes dieron comida a millones de ciudadanos y ciudadanas, la red que contuvo. Los puntos educativos de promotores y promotoras que asistieron cuando la falta de dispositivos tecnológicos y de puntos de conectividad dificultaron la continuidad pedagógica por el necesario aislamiento. Ahí estuvieron las mujeres que asistían a otras mujeres en situación de violencia, que quedaron encerradas con sus victimarios. Y eso es y ha sido trabajo, sin derechos, pero trabajo al fin. Porque el trabajo es aquello que genera valor en una sociedad.
Eso se sumó a tareas importantísimas que ya se venían construyendo, como las de reciclado, un área que todavía espera respuestas de fondo, reconocimiento a la tarea estratégica desempeñada y un fuerte apoyo a la economía circular, la urbanización de los barrios populares, de construcción y limpieza del espacio público así como las cooperativas, los polos productivos, las ferias de proximidad, entre innumerables ejemplos.
Es por eso que resulta importante subrayar que es necesario avanzar también hacia otros aspectos que permitan mayor inclusión de las trabajadoras y trabajadores de la economía popular.
No somos planeros ni planeras, siempre trabajamos. Lo que nos falta son derechos. No tenemos aguinaldo, protección social, aportes jubilatorios ni vacaciones pagas. La promoción de la economía popular es la solución efectiva en un mundo en el cual el mercado ha destruido las redes productivas y ha dejado de generar puestos de trabajo, lo que nos ha llevado a las crisis ya mencionadas.
Ese desarrollo de la economía popular debe ser acompañado e integrado al fortalecimiento de las pequeñas y medianas empresas, que también expresan y logran generar trabajo registrado en nuestro país.
Ese es el gran desafío que afrontamos como sociedad. Fortalecer los lazos, integrar políticas públicas certeras que vinculen sectores y generen valor. Los caminos de la recuperación económica y productiva nos encontrarán siendo protagonistas y acompañando las medidas necesarias para que logremos revertir las inmensas brechas de desigualdad, a partir de incorporar las nuevas modalidades de trabajo.
Tenemos la responsabilidad histórica de levantarnos, de ponernos de pie y salir adelante, con unidad y articulando las políticas del Estado con las estrategias comunitarias y las formas de organización social.
* Secretaria general adjunta de la UTEP, referenta Nacional de Somos Barrios de Pie.