martes, diciembre 3

HAY QUE JERARQUIZAR LOS MUSEOS NACIONALES

Tras la renovación en el Museo Histórico Nacional, a pocos días de reinaugurar la Casa Histórica de Tucumán, en vistas a que comiencen las obras del Museo del Grabado, que se reabra el Museo Oriental y que asuma un nuevo director en el del Traje, Araceli Bellota, directora nacional de Patrimonio y Museos y a cargo ad honorem del Museo Histórico Nacional (MHN), remarcó que «hay que jerarquizar a los museos nacionales».
La historiadora habló de su doble tarea, tanto a cargo del patrimonio y de los museos como del Histórico Nacional que cuando asumió tenía sólo tres salas abiertas y «ahora hay 14» y que hace pocos días recobró, tras 48 años, el Sable Corvo del General San Martín.
«Todo lo hicimos con cuidado para que no nos acusen de que estamos manipulando la historia. A las críticas yo contesto con gestión, sino vean el complejo de Luján. Cuando llegué había seis salas abiertas, cuando me fui, había 15», recordó.
En Defensa 1600 no sólo fue una lavada de cara, se completó el relato histórico con la incorporación de los actores sociales que estaban invisibilizados: mujeres, negros, pueblos originarios y gauchos.
Las cifras prueban una mayor apertura al público: entre 2012 y 2013 asistieron 14.856 y entre 2013 y 2014 los visitantes aumentaron a 34.811 con 2.565 visitas guiadas. Entre 2014-2015, hubo 40.123 visitantes con 5.371 visitas guiadas y sólo el Sable Corvo, ya fue visto por 9.861 personas desde el 25 de mayo pasado.
Fue Bellota la que insistió con recuperar el sable: «había que derogar un decreto de un dictador» (firmado en 1967 por Juan Carlos Onganía) dice. Lo logró. Para ver esta pieza, el recorrido se inicia por una muestra de armas del pueblo, un preludio para llegar al sable, custodiado por granaderos y las armas de los grandes jefes que «antes no estaban expuestas», remarca.
Historiadora, especializada en historia de las mujeres, Bellota escribió libros, trabajó en medios nacionales y fue guionista. Antes de asumir como directora del MHN, tuvo a su cargo el Complejo Museográfico Enrique Udaondo de Luján.
– Su nombramiento en el Museo fue resistido por ciertos sectores ¿qué hizo desde que asumió?
– Cuando asumimos el 10 de abril de 2013, había tres salas abiertas, una del Combate de la Vuelta de Obligado, otra de documentos de la Revolución de mayo y la tercera era un conjunto de piezas de distintas épocas. Nada más. El resto estaban cerradas y se habían convertido en depósitos.
Tal vez el director anterior (José Antonio Pérez Gollán fallecido el año pasado), que había sufrido el robo del reloj de Belgrano, algo traumático, puso énfasis en una cuestión más interna, restauró cuadros de Cándido López e instaló un laboratorio en un subsuelo. Yo venía de Luján y me convocan para que abra el Museo. Había que crear una reserva visitable, poner las piezas con un orden, cuidado y formato, y armar la muestra permanente.
Luego completamos el relato desde los pueblos originarios hasta el siglo XX. Este museo abrió en 1891 con la mentalidad histórica de la generación del 80 exhibiendo la Revolución y la Independencia que, con el paso de los años, se fue ampliando, pero con una mirada mitrista, porteña, centralista, liberal, donde ni el pueblo, ni los negros, ni las mujeres, ni los pueblos originarios existían. Tampoco las provincias. La idea fue tratar de completar el relato buscando objetos y no fue fácil. Fue un trabajo incorporar esos ausentes. Hoy tenemos un museo que va desde pueblos originarios hasta 1910.
– ¿Cómo lo lograron sin tanto material?
– Algunos objetos estaban acá. En el caso de la Revolución de Mayo, la mujer era Mariquita cantando el himno junto al piano. Hay que reconocerle al fundador del Museo, Adolfo Carranza, haberle creado a generaciones de argentinos imágenes fijas de la historia que tenemos en nuestras cabezas. Si te digo Himno, se te viene el cuadro de Mariquita, una imagen que encargó Carranza. Es el Pakapaka del siglo XIX.
Y la gente viene a ver eso y no se lo debes sacar. Pero hay que complementarlo. Por ejemplo, en una pared están los nombres de las mujeres de las provincias que colaboraron con la Guerra de la Independencia, publicados en la Gaceta de Buenos Aires y están todas mezcladas: esclavas, aristócratas, las del pueblo y sus donaciones.
En la Sala Federal, hay una bandera enorme de una nación africana de la Confederación que no la querían poner porque era grande, pero no hay cosas de negros, así que pusimos la bandera. En los cuadros están presentes los candombes federales, los gauchos en las pulperías. Sabíamos que podía haber algún tipo de suspicacia, entonces los contenidos que acompañan las muestras no son textos interpretativos, sino textuales de los protagonistas de la época.
También agregamos tecnología, abajo hay una sala con juegos para los chicos y está el San Martín que habla, con la voz del actor Roberto De Biase. Es la imagen del daguerrotipo, la única real, y la condición es que San Martín sea muy estricto en lo que contesta. El guión se armó con sus escritos, cartas o partes de guerra y contesta hasta 1848 que es cuando se toma el daguerrotipo. Se producen diálogos geniales.
– Como directora nacional de Patrimonio y Museos, ¿cuáles fueron las tareas que encaró?
– Hay dos programas, el CONar y el MEMORar -bases informáticas para la información de colecciones- que están en marcha. La idea es que todos los museos tengan páginas web y eso está finalizando, con una red de museos. Hay que compartir saberes y patrimonio. Muchos cambios tienen que ver con el préstamo de piezas.
Ahora vamos a renovar la Casa de Tucumán para el 9 de julio con piezas del MHN y del Cabildo. Había que incorporar a los pueblos originarios, fundamentales en la Guerra de Independencia. En cuanto a los saberes, parte del equipo del MHN viajó a colaborar con la nueva museografía. Ayudar, no imponer.
Sobre el Museo del Grabado, se llamó a licitación y las obras dentro de la Biblioteca Nacional empezarán en pocos días; en el Palacio de San José se está haciendo una excavación arqueológica muy importante donde encontraron un basurero, riqueza pura. Y el cuarto piso de la Casa Nacional del Bicentenario se exhibirá el Museo Oriental. Será este año. Para el Museo del Traje acabamos de nombrar a un nuevo director, Jorge Moragués, profesor de Indumentaria en la UBA quien tiene la difícil misión de hacer de ese museo un museo. Queremos inaugurar en octubre una muestra.
– ¿Cómo maneja el tiempo que le queda de gestión?
– Es un tema, pero al convertirse en ministerio hubo un enorme emprolijamiento. Hay que jerarquizar a los museos y a sus directores. Trabajamos para que los que ocupen funciones ejecutivas, tengan un reconocimiento en dinero por la enorme responsabilidad que, en muchos casos, no está reconocida.
La jerarquización de los museos tiene que empezar por la gente que trabaja adentro. Estamos peleando eso. También se están ordenando las asociaciones de amigos que, en muchos casos, son recaudadoras de entradas y queremos fondos rotatorios para que atiendan sus necesidades de manera orgánica.
– ¿Cómo piensa la modernización de los museos?
– La idea es formar a los trabajadores para que ellos hagan su propia renovación y se está haciendo. Hay que capacitar con cursos de guión, conservación, comunicación y esto produjo entusiasmo.
– ¿Qué representan los museos históricos para un país?
AB: Son hipersimbólicos y la misión es que el visitante venga a reconocerse en su historia. Por eso, es importante que la ampliación del relato no sea de un sector, sino que pueda mostrar la diversidad que caracteriza a la nación argentina. La idea es lograrlo en los 26 museos nacionales. Queremos que se sientan revalorizados y con autonomía. Nadie es mejor que ellos que conocen su patrimonio.

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