sábado, noviembre 23

HITOS DEL DISEÑO ITALIANO Y SU IMPACTO EN LA SOCIEDAD ARGENTINA

por Marina Sepúlveda

Cafeteras, poltronas, lámparas, jarrones, sillas y máquinas de escribir portátiles como la inolvidable Lettera 22 son parte de la muestra «Diseño italiano» que se presenta en el Museo Nacional de Arte Decorativo hasta el 29 de enero, donde los hitos de la creatividad italiana que van desde la posguerra a la actualidad establecen un diálogo entre diseños de ambos países, así como dan lugar a las emociones que surgen ante esos objetos cotidianos que trascienden lo utilitario y tocan recónditos recuerdos.

Bajo el título «Diseño italiano. La belleza de lo cotidiano entre Italia y Argentina», la exposición curada por una arquitecta y especialista en diseño, la italiana Silvana Annicchiarico, se aloja en cuatro de las salas del museo hasta fines de enero y es organizada por el Instituto Italiano de Cultura de Buenos Aires bajo la coordinación general de su directora, Donatella Cannova, junto al museo nacional fundado en 1937.

«Los objetos que se ven en la muestra han enseñado la historia de cómo se ha desarrollado el diseño industrial italiano, y cuando se dice italiano podemos decir en el mundo porque hay objetos como la famosa Lettera 22, la máquina para escribir que todos nosotros de una forma u otra hemos visto en nuestras casas, que son objetos icónicos y conocidos en todo el mundo justamente porque responden y cambian hábitos y costumbres», dice Cannova en diálogo con Télam.

Precisamente la Lettera 22, la máquina de escribir portátil de Olivetti creada por Marcello Nizzoli y Giuseppe Beccio en 1950, inaugura un recorrido en el gran hall del palacio que invita a detenerse en cada una de las piezas, apreciarlas y leer la explicación precisa que contextualiza un modo de usar y sentir de objetos que representan historias compartidas.

Sillones, sillas, percheros, estanterías, contenedores apilables, sillones, radios, televisores, máquinas de escribir, lamparas, cafeteras, jarrones, exprimidores, relojes, radios, ventiladores, entre otros utilitarios, dan cuenta de una historia de materialidades y usos, en un solo espacio en exhibición cuyo diseño de montaje estuvo a cargo de Bruno Morello.

La muestra, que expone numerosos objetos de diseño industrial italiano en una cronología que marca distintos hitos históricos desde la posguerra a nuestros días, dialoga a su vez con otros de producción nacional en un contrapunto que permite encontrar semejanzas y diferencias.

El tránsito de una Italia que sale derrotada de la Segunda Guerra Mundial y se instala como potente país industrial, aunque permeable al devenir histórico globalizado, marca una forma especial de concebir el diseño en un rol democratizador.

«El diseño ha acompañado a Italia en el largo recorrido que ha llevado al país a entrar en la modernidad y a convertirse en una de las mayores potencias industriales y manufactureras del mundo. Desde la posguerra, ha desempeñado un papel de democratización ofreciendo respuestas funcionales y concretas a las necesidades sociales e individuales que iban madurando. ha mejorado la vida cotidiana, la calidad de vida, el confort de las casas, las posibilidades de desplazamiento y comunicación. Sobre todo, dio cuerpo al sueño de llevar la belleza a la vida de todos, sin distinciones de clase y cultura», explica Annicchiarico.

«El diseño fue en Italia el heredero directo de esa gran tradición de cultura material que viene de lejos, al menos de los talleres artesanales y creativos de nuestro renacimiento», señala la curadora. Y sostiene: «Argentina es una tierra que ha acogido a muchísimos migrantes italianos, los cuales han traído consigo la inspiración y la creatividad inherente con la italianidad. Por eso entre el diseño italiano y el argentino hay no sólo muchas figuras-bisagras como las de (Emilio) Ambasz, Tomás (Maldonado) y Paolo (Bergomi), sino también afinidades y analogías en los respectivos recorridos de búsqueda y diseño».

Cannova, por su parte, señala que este año retomaron desde la institución cultural que dirige «las grandes muestras italianas en espacios culturales de Buenos Aires en colaboración con el Ministerio de Cultura de la Nación», así como el año pasado presentaron la espléndida exposición en Tecnópolis de las «Las Vírgenes de Rafael».

En esta oportunidad se invitó a Annicchiarico como experta en diseño, «que ha curado muestras en Italia y el extranjero y dirigió el Museo de Diseño de la Trienal de Milán» (2007-2018) y a la que cataloga como «una referente absoluta» en el tema.

«El Instituto Italiano de Cultura de Buenos Aires quiso justamente retomar las grandes muestras italianas y nos pareció que volver a la materialidad de los objetos que embellecen la existencia, después de tanta virtualidad que vivimos estos dos años de pandemia, era una manera para homenajear a tantos creadores, tanta industria, tanta capacidad de responder desde lo funcional a necesidades que tenemos en la vida cotidiana», explica Cannova.

«Para la cultura italiana, el diseño representa una territorio donde se encuentra la creatividad, la cultura empresarial, la capacidad de todo un sistema productivo artesanal que concierne a la capacidad de poner a punto los prototipos y después el pasaje hasta la producción en serie. Esta flexibilidad combinada es una de las características principales de la capacidad del sistema de diseño italiano de responder a las necesidades de todos nosotros», añade.

Pero hay una dimensión que trasciende la utilidad y es la emoción que se plasma en esos «objetos que han interpretado también sueños», como decía la curadora en la inauguración.

«Creo que la grandeza del diseño italiano reside en que no se ha limitado a dar respuestas concretas a las necesidades existentes, sino que siempre ha sido capaz de mirar más allá, de ser visionario y clarividente. Ha captado no sólo las necesidades sino también los sueños que se agolpaban en el imaginario colectivo. Les ha dado savia y energía», indica Annicchiarico.

«A partir de cierto momento, diseñadores como Ettore Sottsass o Gaetano Pesce han realizado artefactos que trajeron a la vida cotidiana no solo una respuesta funcional a un problema empírico, sino también emociones». Por lo cual, «el diseño ha cargado sus artefactos con una potencia emocional muy fuerte, y ha hecho que ciertos objetos acaben siendo imprescindibles en la definición de la identidad de quien los usaba», concluye Annicchiarico.

El recorrido cronológico traza una línea «evolutiva» de la historia del diseño italiano en cinco grandes momentos de la historia contemporánea del país europeo y reúne piezas de grandes diseñadores como Gio Ponti, Ettore Sottsass, Michele De Lucchi, Vico Magistretti, Bruno Munari, Gaetano Pesce, Marco Zanuso y Antonio Citterio, entre otros.

En la selección de piezas están la icónica lámpara Pipistrello de Gae Aulenti, el sillón Proust de Alessandro Mendini o la cafetera «Napoletana» ´de Riccardo Dalisi, la radio portátil de Zanuso y Richard Zapper (1964), o Cactus, un perchero que oficia de escultura con su verde intenso creado por Franco Mello y Guido Drocco (1972), entre otros diseños que juegan e investigan sobre la innovación de materiales y configuran un modo de habitar.

Aunque también son impactantes «Primates» (2017), unos jarrones policromos diseñados por Elena Salmistraro o el juego infantil «16 animali» de Enzo Mari (1957), los vasos «Smoke» de Joe Colombo, los sacacorchos «Anna G.» (1994) de Cavatappi y Alessandro Mendini, o en un extasiante rojo el asiento Tatlin (1989) de Mario Cananzi y Roberto Semprini inspirado en la torre constructivista de Vladimir Tatlin, o la «Superonda» (1967), «uno de los ejemplos más provocadores de rebeldía contra el establishment y el buen diseño de los Archizoom Associati que puede usarse como «diván, sillón, base de apoyo o escultura», entre otros.

Una particularidad de esta exposición de diseño es la coexistencia con pinturas, tapices, estatuas, mobiliario y demás objetos del propio palacio, que se ubican como abrazando esta muestra de 58 objetos de diseño italiano y 20 piezas argentinas pertenecientes al acervo del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, en una suerte de diálogo ampliado.

Entre los diseños argentinos, situados junto a los italianos, están «Torres azules» (1969) del diseñador «pop» Edgardo Giménez, la silla «Alunizaje» de Guillermo Eirin y Horario Baliero con su «La compañía», un sillón de mimbre y hierro. También la silla S522 creada para Harpa de Leonardo Aizemberg y José Luis Pastor, en mimbre y madera, objeto muy presente en las casas argentinas. Y otros diseñadores presentes son Reinaldo Leiro con su espejo «Blancanieves» (1982), el televisor de carcasa roja de Roberto Napoli, y piezas de Ricardo Blanco, Herman Loos y Susi Aczel.

Por otro lado, las cinco secciones que ocupan los espacios centrales de las cuatro salas que albergan la muestra son «La posguerra, la reconstrucción y el boom económico (1945-1963)»; «La democracia objetual y los fetiches del consumo (1964-1972)»; «La crisis y la comunicación de las emociones (1973-1983)»; «Después de la modernidad (1984-1998)»; y por último, «El nuevo milenio y el diseño como profesión de masas» (1998-2022), que expande el concepto de trabajo del diseño.

A su vez, la exposición tiene un catálogo bilingüe que presenta un mayor número de obras representativas que puede consultarse en https://acortar.link/Nlp3OF

Con entrada libre y gratuita, la muestra podrá visitarse hasta el 29 de enero, en Avenida del Libertador 1902, de la ciudad de Buenos Aires, de miércoles a domingos de 13 a 19.

Fuente/Foto: Télam

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