por Dolores Pruneda Paz
La intertextualidad, «una presencia obstinadamente incomprendida por la ley» en palabras del editor Luis Chitarroni, la concepción de libertad creativa y la escritura de Jorge Luis Borges son algunos de los temas que se tocan con el proceso legal contra «El Aleph engordado» de Pablo Katchadjian, que hizo oír voces de escritores como César Aira en la Biblioteca Nacional.
«Debo admitir que la literatura -‘el arte eleva’-, toma la intertextualidad hasta que las papas arden, con una suficiencia insolente, y hasta con jactancia», dice Chitarroni, uno de los 2.000 firmantes de la carta pública contra el procesamiento de Katchadjian que mañana a las 19 será leída en Agüero 2502.
El escritor nacido en 1977 tiene embargados sus bienes en 80.000 pesos en el marco de una causa por presunto plagio iniciada por María Kodama, viuda y heredera de Jorge Luis Borges, a raíz de «El Aleph engordado», un ejercicio literario en el que sumó 5.600 palabras a las 4.000 del cuento original, editado en 2009 por su propio sello, la Imprenta Argentina de Poesía (IAP), en unos 200 volúmenes.
En este marco se realizó la charla «Borges: Qué hacer» en la Biblioteca Nacional, con la participación de Katchadjian y Aira en una de sus pocas apariciones públicas; la directora del Museo del Libro y de la Lengua, María Pía López; el editor Damián Ríos, del sello independiente Blatt & Ríos; y el crítico y ensayista Jorge Panesi.
«Están judicializando un libro, algo loco de pensar en el siglo XXI, que ponen en tensión algo que ya estaba en tensión en la sociedad», señaló Katchadjian sobre el conflicto en que se debaten los límites entre creación y usurpación.
«El libro se me ocurrió de la nada -cuenta-, arranqué un día en una libretita y enseguida empecé a darle forma, por impulso, hoy creo que funcionó como puente, como un ritual de pase entre la lírica y la prosa».
«El Martín Fierro ordenado alfabéticamente», volumen que cobró vida desarticulando la narración original y ordenando alfabéticamente sus versos, fue su último libro en verso de Katchadjian; «El Aleph engordado», el primero en prosa; después llegaron las novelas «Qué hacer» y «Gracias» .
«Pero son cosas distintas -postula el escritor-, el Martín Fierro es una idea que se realiza sola, el otro está hecho (engordado) con mucho cuidado y trabajo», en el que parecieran desplegarse algunos de los puntos que contiene en sí mismo el Aleph narrado por Borges.
Lo que hay en común entre esos textos, resume, «es que en los dos casos se trata de desacralizar textos, el pasaje tiene que ver también con sacarlos de la escena sagrada para devolverlos al terreno profano de los hombres».
La controversia que podría funcionar como caso testigo o sentar precedente que obligue a revisar y rediscutir el sentido de leyes como las de derecho de autor o plagio, «en una de esas» logre además que «se vuelva a leer como se debe a Borges», especula por su pare Chitarroni.
Se refiere a la escritura como reinvención, transformación de textos leídos en nuevos textos, lo que Martín Kohan dice en el diario Perfil que Katchadjian entendió y que «al producir un texto por medio de tales premisas, no ha hecho sino otorgar aún más vitalidad literaria a Borges, ha demostrado que Borges sigue incitando a escribir».
«Como siempre, algo extraliterario concentra de manera transitoria la atención en temas literarios. El énfasis debe ponerse en el adverbio (engordado). Las incomprensiones -entre legislación y literatura, señala Chitarroni- son mutuas, pero la condena a Katchadjian demostraría que las recompensas y castigos no».
«Si escribiera ‘El aleph de Katchadjian engordado, sometido a dieta por Nicasio Urlihrt’ y restituyera al cuento de Borges su tamaño original, ¿no procedería como Duchamp en su momento de extrema lucidez conceptual, cuando le restó a la Gioconda el bigote que le había agregado, el cartel ligeramente obsceno y la dejó a merced de nuevo de la mansa mirada de los espectadores?», ironiza el editor.
«¿Tienen las artes visuales privilegios sobre la literatura?», pregunta tras una respuesta que desde la mirada querellante de Kodama y de su representante Fernando Soto no tiene concesiones: el abogado dice que no, que «Katchadjian afectó la obra de Borges adulterándola, un delito que se llama defraudación a la propiedad intelectual y tiene penas de un mes a seis años de prisión».
La intertextualidad es escribir en función de una obra, no es intercalar texto en literatura ajena -sentencia Soto-, Borges no engordó ‘El Quijote’, escribió una historia sobre una mirada del Quijote».
Pero el escritor y abogado defensor Ricardo Straface se opone: «de ninguna manera» es posible considerar que se está defraudando la integridad de la obra de Borges con esta acción, afirma sobre el caso en que su representado había sido sobreseído dos veces.
«La intertextualidad, el ready made, etcétera, están en la base del procedimiento que él mismo describe en el libro que editó y que el juez de primera instancia, la fiscal y la Cámara de Apelaciones así lo entendieron, pero la Cámara de Casación no».
Y si bien «la ley es algo vieja, bien aplicada no debería generar problemas -concluye Straface-, aunque sería deseable una ley que contemplara todas estas formas de intervención artística sobre materiales preexistentes y, sin dudas, es un toque de atención».