martes, diciembre 3

INSTANTE BONY

por Dolores Pruneda Paz

«Instante Bony» es una pequeña muestra montada en el porteño Museo de Arte Contemporáneo de Buenos Aires (Macba) donde el cineasta Andrés Denegri compone un retrato del icónico artista Oscar Bony, a partir de filmaciones en su taller, cuando trabajaba en las series de fusilamiento, suicidio y muerte disparando una 9 milímetros contra autorretratos propios.
Curada por Rodrigo Alonso, la exhibición rescata la intensidad de este pionero del arte conceptual, parte de la vanguardia de los 60 del Di Tella que trabajaba sobre el tiempo y la violencia; y suma fotografías, una instalación y un documental que dan cuenta de la identificación entre vida y arte encarnada por Oscar Bony.
En un juego de espejos -así como Bony le ganaba a la muerte con el acto creativo de fusilar autorretratos fotográficos que más tarde exponía agujereados- Denegri desafía el acto de exterminio con otra acción creadora: inmortalizar el instante en que la bala recorre la distancia entre el arma y su objetivo, el fragmento que sucede el disparo.
Un gesto de muerte y destrucción que se resignifica en el edificio de avenida San Juan 328 con las piezas fotográficas del tríptico «Tres tiros», el díptico «Tercer tiro» e «Instante Bony», la instalación «Bony Ayax», el video «Instante Bony» y la pieza documental «cerca de Bony»que van de una evolución .
«Era un artista sustancial que vivía el arte», dice Denegri, quien estuvo junto a él cuando trabajaba en 1998 en ese taller de Barracas que montó tirando paredes de un Petit Hotel para demolición que compró sobre Perú y avenida Caseros.
Ese edificio derruido que restauraba de a poco -una de las terrazas tenía un mural de azulejos «impresionante» que recordaba a Gaudí- era el universo de «alguien que nunca dejó de consecuente con su pensamiento ni puso barreras entre la vida cotidiana y ser artista», afirma el docente que entonces tenía 23 años.
El encuentro con Bony, a través de un amigo coleccionista, «fue algo sustancial» en su vida, «un tipo con una producción impresionante, una cabeza arrolladora y un modo de vida muy singular», rememora, que lo mismo desarrollaba durante horas la teoría de la posmodernidad o peleaba con la rusticidad de la selva donde se crió.
«Su obra supone una grieta -continúa Denegri-, muy afilado con lo que sucedía en el mundo y la desmaterialización de la obra de arte llegó a un punto en que trascendió todos los formatos; y tal fue su compromiso sobre no diferenciar entre vivir y hacer arte que cuando se desintegró el grupo Di Tella en 1968 se fue a Italia y dejó de producir».
Ese encuentro referido por Denegri se tradujo en amistad, en compartir momentos atravesados y trajo algo más, «la cuestión del artista como un trabajador, un oficio difícil que demanda mucha conducta; que no es espontáneo sino metódico, porque supone el compromiso de no dejar de hacerlo, lejos de la mirada romántica, la idea de una nube de éxtasis la que brotan las obras».
«Fue algo genial verlo trabajar», dice Denegri, quien al disparar su cámara inmortalizaba lo que de manera tácita Bony realizaba: «El disparo era la cara más performática, lo que quedaba en su obra era la huella de ese gesto», los tajos y agujeros de los cuadros de Lucio Fontana (1899-1968) sobre los que lo ve debatir en el documental.
Así, en 2000 hizo el video «Instante Bony» dilatando el tiempo del disparo en súper ocho; y luego «algo más largo», el documental de media hora «Cerca de Bony», contruído con fragmentos de la vida de este misionero fallecido a los 60 años, en 2002, en Buenos Aires.
Denegri rescató charlas de bar, viejas grabaciones en casettes, el proceso creativo de una instalación, un viaje a Tigre y la visita a la muestra de Fontana en la que relacionaba los tajos y agujeros de los cuadros con el gesto de su produccion artística.
En esa media hora quedan muy claras sus ideas sobre cuestiones fundamentales, «arte y polí­tica debí­an vincularse de manera muy atenta, con muchí­simo cuidado, había que tocar la política con guantes para no intoxicarse», recuerda Denegri que decía Bony.
Porque el arte, continúa, «es por naturaleza polí­tico, pero a un nivel filosófico, en un sentido universal y abstracto no particular ni concreto. Si es demasiado explí­cito se transforma en panfleto y propaganda y corta el diálogo».
«Mi primer registro fue espontáneo, no supe en ese momento de convivencia por qué lo filmaba en súper 8, pero fue algo fundamental para crear las obras posteriores», repasa.
Se refiere a la instalación «Bony Áyax» -dos proyecciones iguales Bony apuntando a sus retratos, una de ellas investidas, logran la ilusión de Bony apuntando a Bony nuevamente, esta vez de manera cinematográfica.
Mientras que las piezas fotográficas no hubieran existido sin el intervalo que imprime el súper 8 entre fotograma y fotograma, eso le permitió a Denegri mostrar las gestualidades apenas modificadas del instante del disparo y los instantes inmediatamente previos y posteriores al mismo.
El trabajo que Denregi desarrolló en 18 años encuentra su síntesis en un último fotograma expuesto en el Macba, «Instante Bony», con la que Denegri se encontró por una cuestión azarosa, cuando el coleccionista Claudio Golombek buscaba lo que considera el único documento de la acción de Bony al disparar.
Allí «la potencia esta puesta en lo formal, en amplificar, poner en evidencia y perpetuar eso radicalmente efímero que es el instante y darle una vuelta más al singular gesto del disparo, de exterminio y de muerte, para trabajar lo creativo», concluye.

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