El poeta Juan Gelman, que a lo largo de su vida conjugó la prosa con la vocación revolucionaria y la búsqueda de justicia por sus hijos y nuera desaparecidos, murió ayer a los 83 años en México, lugar en el que residió los últimos 25 años de su vida.
Gelman falleció pasadas las 19 horas de nuestro país en el Distrito Federal, ciudad en la que residía desde 1988 junto a su esposa, Mara La Madrid.
El poeta nació el 3 de mayo en el barrio de Villa Crespo, una zona de Buenos Aires con una fuerte presencia de la comunidad judía, y en cuyas calles aprendió a jugar a la pelota y se hizo hincha de Atlanta.
A los ocho años escribió su primer poema que se publicó en la revista Rojo y Negro, que tenía una línea editorial identificada con las ideas libertarias y de izquierda.
Esos precoces sentimientos por los menos favorecidos lo impulsaron a militar cuando era un adolescente que estudiaba en el Colegio Nacional Buenos Aires.
Ingresó en la Federación Juvenil Comunista a los 15 años, cuando la Unión Soviética emergía triunfante tras derrotar al nazismo en la Segunda Guerra Mundial y el peronismo irrumpía en la escena política nacional.
Se propuso estudiar química en la UBA tras recibirse de bachiller, pero al poco tiempo dejó para formar el grupo de poesía Pan Duro, una agrupación literaria integrada por jóvenes del Partido Comunista.
Los textos que producían en Pan Duro, durante los años `50, combinaban la lírica con la denuncia a los explotadores, los dueños de la tierra y poseedores del capital.
Hacia fines de esa década, la influencia de la Revolución cubana se hizo cada vez más fuerte en la izquierda argentina, que comenzaba a plantearse la posibilidad de la lucha armada como la única posibilidad de cambiar la realidad.
La proscripción del peronismo y la represión al movimiento obrero motorizada por el Plan Conintes que se aplicó durante la presidencia de Arturo Frondizi contribuyeron a la radicalización de las ideas de Gelman, que por entonces superaba apenas los 30 años.
Durante la presidencia de José María Guido –que asumió como presidente tras el derrocamiento de Frondizi-resultó encarcelado junto a un grupo de escritores por pertenecer al Partido Comunista.
Ese breve paso por la cárcel, sumado a la postura ambivalente que sostenía el partido en relación a Cuba y la lucha armada, lo aceraron a los grupos disidentes de la línea oficial para acercarse a un peronismo entonces perseguido e ilegalizado.
La clase trabajadora era peronista por definición, y muchos teóricos de la izquierda comenzaron a interpretar a mediados de los `60, que en el movimiento fundado por Juan Domingo Perón podía construirse una alternativa revolucionaria para esa conflictiva Argentina.
Un mundo que se conmovía con el Mayo Francés, la Masacre de la Plaza de las Tres Culturas en México y la muerte del Che Guevara en Bolivia, y un país que se sacudía con el Cordobazo, el Rosariazo y otras expresiones de la resistencia contra el régimen militar de Juan Carlos Onganía, influyeron decisivamente en la apuesta del poeta por la revolución.
Así fue que Gelman ingresó en las Fuerzas Armadas Peronistas, una organización surgida de un grupo de militantes de izquierda que pretendían dar un apoyo logístico desde Argentina a la guerrilla del Che instalada en Bolivia.
Supo también, por esos agitados años, combinar su militancia con el periodismo, al trabajar en las revistas Panorama y Crisis, y en los diarios la Opinión y Noticias
En 1973, poco después de las elecciones que posibilitaran el retorno del peronismo al gobierno tras 18 años de proscripción con la victoria del candidato del FREJULI, Héctor Cámpora, las FAR se fusionan con Montoneros, la organización armada más influyente de entonces.
Gelman pasó a integrar un lugar de importancia en la conducción de Montoneros, primero como un referente de superficie, y luego, cuando la organización ingresó en la clandestinidad, se dedicó a denunciar los crímenes de la Triple A en el exterior.
En esa tarea se encontraba cuando se produjo el derrocamiento de Isabel Perón, el 24 de marzo de 1976, y debió permanecer en un exilio que lo llevó a vivir en Roma, México, París y Managua.
Residente en Roma desde principios de los `80, pasó a trabajar para la UNESCO como traductor, mientras comenzaba la búsqueda de sus hijos Nora y Marcelo, y también de María Claudia García (nuera), todos ellos secuestrados por la dictadura y que permanecían desaparecidos.
Aunque colaboró con el diario Página/12 desde sus inicios en 1987, recién puedo volver al país un año después, previo pago de una caución judicial, que le permitió presentarse ante la Justicia para no quedar detenido.
“Pagar para volver a mi Patria después de tantos años de destierro y persecución significó una infamia. Pero acá estoy, tratando de vivir una vez con utopías”, declaró a la revista Humor recién llegado al país.
Sin embargo, eligió radicarse en México, donde en 1989 lo encontró el indulto de Carlos Menem, una medida que incluyó a militares genocidas a otros antiguos jefes guerrilleros.
“Me canjean por los secuestradores de mis hijos, y por otros miles de muchachos y militantes que ahora son también mis hijos”, señaló en una declaración con la cual expresaba su rechazo a ese perdón.
Desde entonces, la búsqueda de sus hijos y su nuera se convirtió en la causa que abrazó con el mismo fervor que le dedicó a la militancia revolucionaria.
Halló el cuerpo de su hijo en 1990, gracias al trabajo del Equipo Argentino de Antropología Forense, que dio con sus restos en San Fernando.
Ocho años después, descubrió que su nuera había sido trasladada a Uruguay en el marco del Plan Cóndor, el proyecto represivo que coordinaron las dictaduras del cono Sur.
Reclamo una investigación a los presidentes uruguayos, Julio María Sanguinetti y Jorge Battle para dar con la identidad de su nieta, y en 2000, Gelman pudo reunirse con ella.
Tras dar cuenta de su identidad, la joven decidió cambiar el nombre de Andrea -bajo el cual fue anotada por un policía uruguayo tras nacer en una clínica de Montevideo-, y pasó a llamarse María Macarena Gelman García.
En 2008, los autores del secuestro y muerte de su hijo fueron condenados en la causa que se instruyó por los crímenes cometidos en el centro clandestino de detención automotores Orletti.
Gelman nunca pudo dar con el paradero de su hija Nora, que hasta el día de hoy permanece desaparecida