viernes, noviembre 22

LA MANZANA DE LAS LUCES

Por Leticia Pogoriles

La Manzana de las Luces, el predio más antiguo construido en la ciudad de Buenos Aires, cumple 350 años y lo celebrará este sábado con actividades artísticas y con el inicio de una puesta en valor que permitirá crear un guión museológico y centros de interpretación del solar donde se ubicaron los jesuitas en 1661.

Sus muros vieron nacer a la Universidad de Buenos Aires en 1821 y el Museo de Ciencias Naturales; se convirtieron en testigos del asesinato del político Manuel Vicente Maza en manos de los rosistas; acogieron las decisiones de la vida pública del siglo XIX; escondieron a contrabandistas y a desesperados estudiantes; amotinaron a soldados del Regimiento de Patricios y sufrieron los cruentos bastonazos del presidente de facto, Juan Carlos Onganía.

Mariano Moreno circuló por este lugar donde creó una biblioteca que aún funciona como centro de documentación; también juraron a sus cargos de presidente Bernardino Rivadavia y Bartolomé Mitre; Federico Leloir y César Milstein cursaron sus estudios; Manuel Belgrano fundó la primera escuela de Arte; allí funcionaron la Sociedad de Beneficencia, la Casa de Niños Expósitos y el Protomedicato.

En sus salones también se encendió la primera computadora nacional, Clementina.

«La Manzana de las Luces, declarada monumento en 1971, es la cuna del pensamiento nacional y de la cultura de los argentinos.

Los muros y sus ámbitos tienen un alto valor en la transmisión del patrimonio intangible a partir del tangible», explica el coordinador general de la Manzana, Miguel Angel Brignani.

Ubicada en las calles Bolívar, Perú, Moreno y Alsina, el viaje al pasado se inicia en la entrada de Perú 272. Los visitantes se concentran en la Sala del Consejo, un espacio afrancesado que funcionó como Presidencia del Consejo Deliberante de la ciudad entre 1890 y 1936 y hoy exponen sus cuadros los integrantes del taller de pintura, personas en situación de calle.

«La Manzana es un centro cultural y patrimonial», aclara Brignani, también docente de historia. Antes de convertirse en un salón de decisiones políticas, y mucho antes de ser el rectorado de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, ésta sala era una de las cinco casas redituables (o de alquiler) que construyó el virrey Vértiz en 1793, tras la expulsión de la Compañía Jesuítica de los dominios españoles.

Subiendo por las escaleras, tocando a escondidas los muros de casi 60 centímetros de ancho, el visitante encuentra la Sala de Representantes o antigua Legislatura de la provincia de Buenos Aires, construida por el arquitecto Próspero Catelin a semejanza de la Asamblea de París y que inició su actividad en 1822.

«Aquí juraron todos los gobernadores, dos presidentes y fue dos veces sede del Congreso Nacional Constituyente. También en este recinto la provincia de Buenos Aires se anexa a la Confederación y acepta la Constitución Federal de 1852. Asimismo, fue Aula Magna de la facultad de Arquitectura.», relata Brignani.

Saliendo del solar, donde funciona la sede administrativa, es imposible no pararse frente al estacionamiento lindante donde cuelgan fotos en blanco y negro que recuerdan a las víctimas de la Noche de los Bastones Largos, cuando Onganía mandó a desalojar cinco facultades, dos de ellas en la Manzana: Ciencias Exactas y Arquitectura.

«Había un edificio construido por el primer ingeniero de la Argentina, Luis Huergo. Tanto en la puerta de este lugar como en la de la Procuraduría de Misiones (Perú 294) ocurrió la segunda noche de la Manzana», narra el coordinador.

Fue el 29 de julio de 1966, «cuando la policía federal expulsó brutalmente a los estudiantes y destruyó laboratorios y bibliotecas. Luego, vino la intervención y el éxodo de eminentes científicos». Las facultades se mudaron a la Ciudad Universitaria en 1970 y Onganía tiró abajo el edificio construido por Huergo, un testimonio arquitectónico clave de la memoria nacional».

La entrada a la Procuraduría, es el corazón jesuita de la Manzana, donde la orden se instaló para administrar los bienes económicos de la Compañía de Jesús. Allí las creencias no se dirimían, la Iglesia de San Ignacio (1710) a pasos del lugar era el templo religioso y en el primer colegio de la ciudad (hoy Nacional Buenos Aires) se encargaban los asuntos educativos.

Entre los aportes de los religiosos figura la construcción de túneles secretos a pico y pala: «Tenían que pasar `cosillas` sin que las viera el virrey, pero no dejaron testimonios de qué tipo de mercadería. Abajo hay un cruce de túneles que vienen por distintas líneas del casco histórico porteño», explica Brignani.

La primera mención a estas arterias subterráneas apareció en la Gaceta Mercantil en 1848, el arqueólogo Héctor Greslebin los excavó a principios del siglo XX y recién fueron rescatados y puestos en valor en 1982. Hoy sólo se pueden observar e imaginar historias, para caminarlos habrá que esperar.

«Con la puesta en valor que se inicia con una inversión de 70 millones de pesos, se podrán recorrer entre 40 y 50 metros. Será un conjunto monumental que integre y complete a la Manzana, con centros de interpretación de cada núcleo histórico y un guión museológico. Esta obra finalizará en tres años», anunció Brignani.

La Manzana, una suerte cerebro porteño, recibe 30 mil personas al mes, las visitas guiadas son de lunes a viernes a las 15 y sábados y domingos a las 15, 16.30 y 18.

Hoy,  desde las 16 hs.,  en el patio de Procuraduría, habrá conciertos, exposiciones y un saludo de la Banda del Regimiento Patricios, que también nació en este emblemático epicentro de la historia nacional.

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