Fenómeno literario en Francia y en varias ciudades del mundo, la prolífica escritora belga-japonesa Amélie Nothomb quien suele ficcionalizar pasajes tormentosos de su vida en cada libro, reaparece con «La nostalgia feliz», una sublime vuelta a Japón, la tierra que la vio crecer y que, a lo largo de las páginas, se transformara en un peregrinaje hacia la salvación y el renacimiento personal.
«Todo lo que amamos se convierte en una ficción. De las mías, la primera fue Japón», arranca Nothomb este viaje tras dos décadas de ausencia en el país donde nació (Kobe, 1967) y creció sus primeros cinco años, para luego volver a los 20, siempre atravesada e inmersa en una mixtura cultural proveniente de sus padres belgas.
El disparador de este flagrante regreso es la realización de un documental de la televisión francesa sobre la autora llamado «Une vie entre deux eaux» («Una vida entre dos aguas», 2012), algo que la propia escritora pensaba que nadie daría ni un euro, pero que finalmente la traslada a la reconstrucción de intensos y reveladores momentos de su vida.
Este lado B literario del especial televisivo (vale la pena espiarlo por Youtube después de leer este libro) y del inquietante viaje fue escrito con «un sentido de urgencia», como dijo la misma Amélie, que lo publicó un año después de concluido, a diferencia de muchos de sus libros que retratan episodios de su niñez, adolescencia y juventud.
Otra de las causas de su idealizado regreso fue que, tras la tragedia nuclear de Fukushima -«La catástrofe me destrozó de una modo que no consigo expresar»-, Nothomb escribió un relato en honor al «sublime nipón» y a beneficio de las víctimas, algo que tuvo una consecuencia imprevista: sus libros, que no salían desde el incómodo «Estupor y temblores», comenzaron a traducirse de nuevo. Ahora sí, Amélie está de vuelta.
El relato, una suerte de imposición de su vida real y en tiempo casi real, se desgrana punzante, desopilante, lúcido, humano y humilde. Lo que uno a priori puede pensar erróneamente que será un viaje al interior de una mujer nostálgica (en el sentido desmoralizante de la palabra), Amélie lo trastoca desde las primeras páginas con sus diálogos divertidos, con sus pensamientos cuasi ‘standaperos’ y sus temores ordinarios y comunes, alejados de la imagen excéntrica que parece brindarle al mundo.
Apenas se entera del viaje a Japón, llama a dos de los amores más edificantes de su vida, su niñera Nishio-san y su novio de los 20 años, Rinri, para avisarles que pronto llegará. Serán las vísperas de esos reencuentros con quienes de alguna forma la forjaron como la persona que es hoy, los que vertebrarán esta historia. Pero también serán esos choques -cara a cara, voz a voz- los que le darán una llave para respirar diferente.
Más allá de las personas que desfilan por el pasado y el presente de Amélie, el gran tópico que abarca su pulsión vital en «La nostalgia feliz» (Anagrama) es Japón en sí mismo, con su exuberancia, su toxicidad y su eterno halo inmaculado. Porque ese archipiélago es, de hecho, constitutivo de su personalidad y de su vocación literaria.
Así lo revela en otras obras como «Metafísica de los tubos» (sobre su infancia en Osaka); «Ni de Adán, ni de Eva» (acerca de su relación con Rinri) y «Estupor y temblores», donde cuenta su traumática experiencia trabajando para una empresa nipona. Todas novelas que en «La nostalgia feliz», la autora lleva, trae y referencia.
«Mi idilio con Japón ha sido perfecto. Reúne los ingredientes indispensables propios de los amores míticos: un encuentro deslumbrante en el transcurso de la primera infancia, desgarro, duelo, nostalgia, reencuentro a la edad de veinte años, intriga, relación apasionada, descubrimientos, peripecias, ambigüedades, alianzas, huida, perdón, secuelas. Cuando una historia es tan perfecta, uno teme no estar a la altura del futuro», escribe.
Así es la vuelta a sus raíces, tan temida como deseada. Y Nothomb sabe de forma precisa cómo narrar esa dulce ambivalencia, la misma que encierra el poético oxímoron del título del libro. «La nostalgia en Occidente está menospreciada», apunta.
Es que la nostalgia triste «no es un concepto japonés». Para traducir ese sentimiento de sufrimiento y angustia, ellos utilizan la palabra en inglés «nostalgic», en cambio, la nostalgia en tierras de Oriente es cuando el recuerdo hermoso regresa a la memoria y lo llena de dulzura.
Este Shangri-La literario, este road movie con aroma a cerezos en flor corre el velo que cubre la vida de un escritor afamado que está siendo filmando casi todo el tiempo. Ella -multipremiada y generadora de lealtad entre sus lectores- escarba en esa profanación a los lugares «sagrados» de la infancia, en los momentos de experimentación del vacío total, en la incomodidad de estar con otro y en la epifanía de que lo grandioso, es inminente.
Si de entrada se capta el código que propone Nothomb que Japón no es el hogar sino la inmensidad, la gloria y lo perfecto, el resto son diversos, hilarantes, angustiantes y reflexivos caminos hacia lo indecible. «Sólo necesito que me salven. ¿De qué? de un conjunto de cosas, la mayoría de las cuales desconozco», se sincera una vez más.