En San Martín 498 casi esquina Lavalle, se encuentra “La Pipeta”, un restaurante homenajeado este año por la Legislatura porteña al cumplir su 55 aniversario en el barrio de San Nicolás. El lugar abrió sus puertas en noviembre de 1961 y su nombre surge de las ¨chicas¨ de José Antonio Guillermo Divito, ilustrador y dibujante, las cuales se caracterizaban por presentar curvas marcadas y estilizadas, con pequeñas cinturas y caderas prominentes, con actitudes audaces provocando una expresión muy conocida entonces como ¨La Pipeta¨.
Se trata de un clásico bodegón porteño, oculto entre el barullo del Microcentro, auténtico exponente de esta categoría de casa de comidas característica de nuestra ciudad, que en la década del ’60 comenzó a ser frecuentado por turistas que desembarcaban en el puerto de Buenos Aires, por fanáticos concurrentes a las noches de boxeo del viejo Luna Park y por la gente del interior del país que, en viajes de trabajo, llegaban preguntando por sus famosos pucheros o su sabrosa entraña a la parrilla.
Típicamente ambientado, con conservas y productos exhibidos junto a los vinos y con una llamativa entrada que conduce al salón del subsuelo, atrapa a los transeúntes que frecuentan la zona. Se convirtió con el tiempo en un clásico y cálido sitio popularizado por su excelente cocina y la paciente y esmerada atención de su personal. El Bodegón “La Pipeta” empezó a hacerse conocido entre los simpatizantes de los cines de la calle Lavalle gracias a su pizza a la piedra, elaborada con aceite de oliva y con una numerosa variedad de gustos.
Estos lugares con historias guardan ciertas características esenciales del Buenos Aires de antaño y representan una época, transmitiendo la sensación de pertenencia a la ciudad que los cobija. Son cómodos e informales, pensados para disfrutar de una buena comida tradicional, presentada en un extenso y variado menú. Se destacan por el sabor de sus comidas decididamente caseras, elaboradas en el momento, con productos frescos y de óptima calidad.