por Emilia Racciatti y Milena Heinrich.
Lejos del relato épico que imagina proyectos disruptivos, María Moreno con el suplemento La Mujer en Tiempo Argentino, Liliana Hendel con sus columnas en el noticiero central de Canal 13 y Roxana Sandá desde el Suplemento Las12 se inscriben entre algunas de las comunicadoras que llevaron adelante disputas de sentido en el campo de la comunicación masiva a partir de la transición democrática y horadaron el camino que hoy se conoce como periodismo con perspectiva de género o periodismo feminista.
En el Día Latinoamericano de la Imagen de la Mujer en los Medios, las periodistas hablaron sobre sus experiencias: cómo construyeron nuevas perspectivas en grandes medios y formaron parte de los primeros bosquejos hacia una comunicación responsable en temas de mujeres, disidencias y derechos humanos, ya sea defendiendo agendas en sus espacios de trabajo, estableciendo alianzas y redes con otras periodistas o desarrollando artilugios para insistir sobre ciertos temas desde ópticas distintas.
Precursora del feminismo periodístico o el periodismo feminista, María Moreno creó en los inicios de la recuperación de la democracia el suplemento La Mujer en el diario Tiempo Argentino y la pionera revista Alfonsina, escribió libros fundamentales como «Oración» o «Black out» y hoy es la directora del Museo del Libro y de la Lengua.
La curadora de la histórica muestra «Células Madre, la prensa feminista en los primeros años de la democracia», que se presentó en el Centro Cultural Haroldo Conti, señaló que cuando le preguntan por esas experiencias impulsadas en la década del 80 percibe que parecen invitarla «a un relato épico» pero se aleja de ese tono al asegurar que «los cambios suelen ser más pedestres».
«Ese suplemento fue sostenido por un mercado nuevo ligado a la transición democrática: mujeres profesionales, que hacían control de la natalidad, separadas o divorciadas, militantes, reivindicadoras del placer sexual independiente de la procreación», relata.
Para Moreno, el conflicto pasaba porque «las mujeres ‘emancipadas’ no leían revistas femeninas» y además «las feministas que estaban en pequeños grupos de izquierda no se acercaban, porque había un prejuicio hacia los medios de comunicación. No pensaban que podía haber un lugar que las representara» y resume: «Supongo que nos leían pero no pensaban que era un espacio que podían tomar».
La autora define al suplemento como «liberal o discretamente demócrata» aunque considera que «los feminismos tampoco habían encontrado un lenguaje acorde a los medios, tener una estrategia para escribir en los medios de una manera clara, si se quiere pedagógica, sin renunciar a la ideología».
«El suplemento La mujer, amén del título esencialista, buscaba una cierta especificidad de ‘lo femenino’, era democráticamente despolitizado o leído en clave alfonsinista: un síntoma de cierto onanismo político del feminismo minoritario, del que tardó muchísimo en articular con los derechos humanos y no hizo visible a las lesbianas, ni debatió ampliamente sobre la prostitución. La revista Alfonsina fue más allá y a menudo con las mismas colaboradoras como Mabel Bellucci, Moira Soto, Sara Facio».
Por último, subraya que «La Mujer fue una experiencia situada y liberal, con los límites de la censura para el tema del aborto, que de todas maneras logramos burlar de acuerdo a conducciones más distraídas como la Coordinadora radical, pero fue un corte, una intervención crítica y algunos textos parecen contemporáneos».
Psicóloga y periodista, actualmente al frente de la Secretaría de las Mujeres, políticas de Género y Diversidades de La Matanza, Liliana Hendel es de las pioneras en presentar temas de género frente a una cámara y en una señal masiva, a principios de los 90, primero en Canal Trece, TN y luego en Telefé.
«En aquel momento no decía que era una periodista feminista porque no existía tal cosa. Era una psicóloga que estudiaba, junto con otras, lo que se llamaban «estudios de género. Lo que sí existía era una fuerte lucha por los derechos humanos en el retorno por una vida democrática».
«Empecé en el noticiero de Santo Biasatti como periodista psicóloga ocupada en temas de familia y tenía una mirada más permisiva, con mi estilo poco académico y coloquial. Y tuvo muy buena repercusión de entrada en las audiencias». Pero la primavera de la disidencia se fue diluyendo, a medida «que fui radicalizando cierto lenguaje eso también fue generando mayor resistencia», recuerda la autora de «Violencias de género. Las mentiras del patriarcado».
Hendel siguió trabajando temas de salud, familia y mujeres pero las resistencias se tornaron más difíciles. Primero fue «la mirada médico hegemónica, así que me sacaron la columna de salud», después sacaron las vinculadas a psicología y finalmente la «congelaron»: la sacaron del aire.
Coordinadora de la Red de Periodistas con Visión de Género en Argentina, junto a Silvina Molina, asegura que en «los últimos años el feminismo en el ejercicio del periodismo logró que se incluyeran temas que antes eran masculinos, sobre todo los económicos» y sostiene que «hay algunos temas que son disimuladamente el mayor rincón de la resistencia y no se notan porque tienen que ver con prácticas patriarcales: el uso sexista del lenguaje y el inexistente síndrome de alienación parental (SAP), no por el dolor que produce en las madres protectoras y sus hijes sino porque apunta al corazón del sistema judicial. Y en el sistema judicial, en el sistema médico y en el uso de los lenguajes anida el corazón potente del patriarcado».
En ese sentido, cree que «el gran desafío es volver a tener una ley de servicios de comunicación audiovisual, donde se rompan los monopolios hegemónicos con un lenguaje y una ideología antipopular y anti-derechos. Y esto tiene que ver con los feminismos, no son situaciones disociadas: hablamos de democracia, de derechos, del ejercicio de una ciudadanía que deje de ser de segunda».
Roxana Sandá se desempeña como periodista en el suplemento Las12 del diario Página 12 e integra el colectivo Ni una menos y al momento de definir esa identidad que cruza periodismo y feminismo, retoma a su compañera en el diario, Sonia Tessa, quien suele definirse como «feminista periodista» y asegura: «Me parece toda una declaración de vida y de oficio de escribir, que decidí adoptarla sin su permiso pero citando la fuente».
Para la periodista, desde que fue a ofrecer colaboraciones a Las12, en la redacción de la avenida Belgrano, una tarde lluviosa de 2003, «convergieron múltiples procesos sociales, culturales y políticos históricos de lucha, resistencia, visibilización y deconstrucción desde los feminismos y las diversidades» que hicieron que «en las redacciones se fuera caldeando la urgencia de la escritura, las voces y las palabras desde un mundo feminista posible, sin eufemismos».
En su opinión, «la mirada de los feminismos ya está atravesando la comunicación con pensamiento crítico, confrontando con saberes, sentires y poderes hegemónicos. Cada texto que escribimos, cada diálogo que entramamos, cada imagen que elegimos intenta romper con los modelos dominantes, el patriarcado, las violencias, las opresiones y las desigualdades. No creo que pueda lograrse la democratización y la transversalización de la comunicación sin los aportes del feminismo».