viernes, noviembre 22

LO EVIDENTE Y OCULTO EN LOS CUERPOS QUEBRANTADOS POR LA EXPLOTACIÓN SEXUAL

por Claudia Lorenzón

Pequeños cuerpos de cerámica que representan la dimensión que a nivel mundial adquiere la trata de personas con fines de explotación sexual, así como rostros de víctimas de ese delito que se descubren mirando como por el ojo de una cerradura integran «Hilo de voz», una estremecedora muestra que Guillermina Grinbaum presenta en el Museo Benito Quinquela Martín del barrio porteño de La Boca, donde la artista busca interpelar al visitante desde lo que se hace evidente y lo que permanece oculto en ese universo de engaño, crueldad y pérdida de la identidad.

«La trata con fines de explotación sexual es un delito de una densidad abrumadora. Tiene que ver con las vulnerabilidades, las migraciones y la corrupción», afirma Grinbaum, que se propuso con esta instalación dar visibilidad a problemáticas que investiga desde hace años y atraviesan a las mujeres, como los casos de trata donde hay víctimas que lograron sobrevivir y otras que ya no están.

Detrás de este delito, «tercero en importancia luego del tráfico de drogas y de armas», hay rostros de mujeres como los de Marita Verón, Florencia Penacchi o María Cash, pero también «una densidad» que la artista simboliza a través de la obra «Cuatro millones ochocientos mil», donde sobre una pared presenta pequeños cuerpos -algunos atados con soga- en cerámica esmaltada para dar cuenta de la imponente cifra que involucra este delito.

Con esta obra, organizada en cinco paneles -cuatro de la misma dimensión y el quinto más pequeño- Grinbaum quiso representar en proporciones la inmensidad de esta amenaza latente: los cuatro millones distribuidos en cuatro paneles de 1,10 metros y los ochocientos mil, en el quinto panel de 88 centímetros, como si fuera «un planisferio de la población víctima de la trata, y la presencia de esta problemática en los cinco continentes».

Ese número es el dato oficial de trata con fines de explotación sexual que manejan la Organización Internacional del Trabajo y de la Organización Internacional de las Migraciones. «Casi el 100 por ciento son mujeres y niñas, y el delito crece infinitamente a nivel mundial cuando hay guerras y problemas económicos como en la actualidad», sostiene la artista a Télam durante una recorrida por la muestra que tiene lugar en el segundo piso del museo con curaduría de Kekena Corvalán.

«Cada obra expone realidades que reclaman justicia», afirma la curadora y sostiene que «el arte sigue siendo la mejor manera de decir lo que no se puede decir de otros modos, por la propia opacidad de su potencia, investigación visual y proceso constructivo. Es en este ejercicio crítico donde opera ‘Hilo de voz’, de un modo también sensible, ejerciendo justicia poética, a través de un uso de lenguajes diversos, que tienen como protagonista contundente a las técnicas cerámicas, que portan la memoria de un fuego que no debe apagarse y nos ilumina».

Sobre otra de las paredes de la sala, la obra «Miradas» busca dar cuenta de «lo que está en todos lados y no se ve: los vecinos dicen que ocurre algo raro en un departamento, en un boliche, pero por otro lado va la policía y no pasa nada, entonces creen que no sucede lo que sospechan que sí sucede, y de esa manera aparece la corrupción de la policía, de la política y los jueces», afirma Grinbaum que además de artista plástica es psicóloga e investigadora.

«Miradas» se despliega sobre una pared blanca, donde un espejo oval con un círculo en el centro invita a mirar como por una mirilla, siguiendo la idea del «señuelo», y el espejo significa que «para poder ver tengo que dejar de mirarme». En el primer círculo aparece la imagen de María Cash -la joven diseñadora desaparecida el 8 de julio de 2011-, y la serie de agujeros continúa sobre la pared para que el ojo del espectador vea el retrato de otras víctimas -algunas reconocibles como Marita Verón, desaparecida en Tucumán en 2002- y otras no tanto.

Esta obra, de gran inspiración artística, invita al juego de «mirar y que ellas -las víctimas- nos miren. La idea era que no estuvieran en el centro y bien iluminadas como en una vidriera, sino que haya que buscarlas en retratos hechos con acrílico, donde algunas aparecen más tenues y otras más centradas y por lo tanto obliga al espectador a mirar más», explica Grinbaum. Pegado a la obra un código QR invita a acceder a datos de las víctimas de trata -el día y lugar de desaparición- acompañado de un testimonio familiar que las recuerda.

«El recorrido por este espacio permite contemplar una producción audiovisual, textil y objetual, que en ciertos casos avanza en esa apelación al espectador a salir de la pasividad y verse también reflejadx/interpeladx, pidiéndonos participación desde la interactividad. Esto destaca también la versatilidad del proyecto y los modos sensibles de los que se vale Guillermina para hacernos sentir compromiso y comunidad», agrega el texto curatorial de Corvalán.

En otra de las obras que integran la instalación, hilos rojos bordados sobre tules blancos dibujan el nombre de la muestra. Los tules, como mantos de novia, colgados, «representan las promesas con las que captan a las mujeres en todo el mundo: un hombre que les dice que son el amor de su vida, y quieren que sea la madre de sus hijos y las invitan a vivir con ellos a otras ciudades y una vez que llegan a destino les retienen el documento y les quitan la identidad».

Ese mecanismo aparece en la obra «Huellas», donde pasaportes y documentos de identidad desbordan de un cesto, y caen sobre el piso, porque estas mujeres cuando empiezan a ser explotadas dejan de usar su nombre real, adquieren otra identidad y las van trasladando a otras provincias o países, en un proceso de despersonalización. El nombre responde «al rastro de que pasaron por acá y dejan de valer como personas en un proceso de objetivación, donde su identidad termina en un tacho», sostuvo la artista.

La obra «Cada minuto» da cuenta de que «60 chicas son captadas por hora a nivel mundial, una por minuto, y se representa en un video de animación con 60 macetas que portan una flor y cada minuto que pasa va desapareciendo la flor de una de las macetas y a la hora solo quedan las macetas vacías», explica Grinbaum.

«Se trata de vos» invita a mirarse en un espejo que en un juego de luces que titilan, marcan en el cuello de quien se mira una cadena, creando la sensación de que cualquiera puede ser víctima, o remitiendo a que cadenas invisibles pueden estar en cualquier lugar. Pegada a esta, «Promesa de lo no dicho» parte de una frase engañosa como «te prometo que vas a tener trabajo» y se extiende sobre un espejo con una escritura ilegible.

En el centro de la sala, sobre un textil rojo, descansan esparcidas figuras amorfas negras en cerámica esmaltada de la obra «Lágrimas negras» relacionadas «con el dolor y la impotencia» que causa la explotación y se extiende no solo a las lágrimas sino a una boca, a cuerpos derretidos o a una vagina, hechas con ese material, mientras desde arriba pende un parlante que emite un sonido que representa el goteo de las lágrimas que caen al vacío.

En una esquina de la sala, una enagua roja pequeña, que pende de un perchero con dos niveles de altura, una mochila y sandalias de juguete representan uno de los costados más crueles y repudiables de la trata: el abuso infantil, afirma Grinbaum quien repudia el nombre de «baby doll que se le da a esa prenda, prototipo de la oferta sexual».

En esta obra, el perchero que se usa en la altura más pequeña donde hay una percha grande con el baby doll para una niña «refuerza la idea de que hay dos niveles: el niño y el adulto en una convivencia que hace ruido», explica la artista.

Un labio enorme cosido con gruesos hilos negros representa la obra «Labios» que, ubicada en forma vertical, se impone en otra de las paredes: es un labio boca, un labio vagina, y representa también dos cuerpos enlazados; pero esos hilos remiten a la pérdida del placer, la explotación, y al hilo de voz que se deja escuchar.

La serie «Cautivas del silencio», en la que pequeñas figuras de cerámica aparecen encerradas en cápsulas de vidrio «remiten a islas pero también a edificios: están como aisladas pero hay una transparencia donde uno puede ser testigo de algo que les está pasando en ese encierro, en la privacidad de su dolor, en su vida como cautivas», explica la artista.

La exposición que podrá visitarse hasta el 26 de junio de martes a domingos de 11.15 a 18, en el museo ubicado en Avenida Pedro de Mendoza 1835, tendrá el 3 de junio, de 14 a 17.30, una jornada para bordar los nombres de las víctimas de trata en lienzos, «para que el hilo le dé voz a las desaparecidas por las redes de trata».

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